Aznalcázar - Sevilla

Griñán hunde al PSOE en Andalucía

lunes, 19 de octubre de 2009

Chaves se equivocó de sucesor. Acostumbrado a mandar 18 años como un virrey hasta en su propio partido, quiso cambiar las reglas del juego en Andalucía y designó sucesor a dedo. Tratando el cargo como si de una relación de puestos de trabajo se tratara nombró PLD en el puesto de Presidente de la Junta a Griñán. La monarquía visigoda elegía al rey por elección entre los suyos, Chaves, dueño único de los destinos del PSOE andaluz desde los tiempos de su regreso forzado al Sur, lo eligió. Su elección fue tan rápida que a toro pasado hubo de asentarlo y nombrarlo en los órganos pertinentes del PSOE-A. Griñán ha demostrado hasta ahora que no es un killer de la política, ni un buen orador, ni un buen gestor pues no ha sido ni es capaz de detener la hemorragia de parados en las calles. Un heredero debe transmitir ilusión y Griñán no solo no la transmite, sino que genera desconfianza en los andaluces y entre los suyos.

En los 90 Griñán dejó el Sur para aventurarse en los ministerios de Madrid. Fue, como Chaves, Ministro de Trabajo y lo dejó con unas estadísticas para estar preocupados, ya que el número de parados se multiplicó en su ejercicio. De su etapa como Ministro de Sanidad se trajo la amistad de Martínez Aguayo que era por aquel entonces Gerente del SAS, de un SAS que no supo acabar con el drama de las famosas listas de espera. Después de perder en el 96 el gobierno de Madrid, Griñán vegetó en un escaño del congreso de los diputados y cuando llegaba a los 60 años y a sabiendas que Zapatero había decidido prescindir de su generación decidió volver al Sur. Hizo la campaña de 2004 por Córdoba y volvió al Parlamento y al gobierno de la Junta como Consejero de Economía. Se trajo entonces a su lado a Martínez Aguayo como Viceconsejera y mantuvo el equipo sustancial que dejó Magdalena Álvarez en Torretriana.

Aquellos años coincidieron con el furor del ladrillo y las arcas llenas. Eran los tiempos en los que los ilusos creían en los mensajes del pleno empleo que decía Chaves. Los acuerdos de diálogo social pasaban uno tras otro sin ver que ante sus ojos de estaba larvando la peor crisis económica desde la 2ª guerra mundial. Una crisis que sería más dura en Andalucía que en el resto del país y que ya generado el millón de parados. Aquí no había tejido industrial, la Junta en 25 años no se había preocupado más allá de los polígonos industriales. Eran los tiempos de la segunda modernización, de la Andalucía Imparable y de los programas de emprendedores que nos traía Manuel Campo Vidal y que nos hacía creer que estábamos en los mapas económicos, en los flujos económicos y en las grandes decisiones del capital. El tiempo ha demostrado que solo era publicidad y poco más. La crisis se ha llevado por delante a casi todo el raquítico tejido empresarial que, además, tiene los grifos de los créditos bancarios cerrados.

La designación de Griñán causó sorpresas en todos los estamentos políticos. No había sido un congreso o un comité el que lo designara, sino la decisión personal de Chaves. El Partido socialista se quedó helado, sin capacidad de reacción ni de decisión. Estaba ya hecho cuando se lo presentaron. No se había contado ni con las familias. La huida de Chaves a Madrid en plena recesión económica no podía entenderla nadie. Y menos para irse a un ministerio sin contenido donde está perdiendo el poco crédito político con el que llegó. Además se le dio una vicepresidencia honorífica que lo dejaba más como una reliquia que como un político de estado. Pero al mantener en su poder la Secretaría General del Partido Socialista de Andalucía daba dos mensajes, por un lado que todo lo que pasaba por Andalucía debía contar con su aprobación y, por otro lado, que nadie podía poner en duda su decisión de poner a Griñán sobre el sillón de la presidencia de la Junta. Él seguía mandando desde Madrid y lo quería dejar claro. Lejos quedaban las palabras de Felipe González que el Secretario General debía ser el Presidente de la Junta.

Pero Griñán hizo cambios importantes en el gobierno andaluz. La teoría decía que un presidente debe hacer su equipo al margen del Partido, pero él dio un arriesgado paso más allá. Para atraerse al núcleo duro del partido nombró consejero a Pizarro. Después empezó a alejar a todo lo que recordaba a Zarrías en el gobierno regional. Una pieza clave fue el cese de Vallejo, a quien muchos veían ya como el delfín de Chaves. Pues se equivocaron. Además, elevó a rango de Consejera de Economía, una de las principales patas del gobierno regional, a la médico Martínez Aguayo, sin peso dentro del partido. Estos cambios dejaron sin habla a más de uno y de una. Ante estos movimientos inesperados desde Madrid, el propio Zapatero tuvo que mover ficha, pero una ficha propia e imponer en el gobierno regional a una de sus favoritas, a María del Mar Moreno como Consejera de Educación, una de las consejerías avisperos más difíciles de gestionar. Moreno, además, representa el clan de Jaén que salió perdiendo en el cambio de presidente.

Desde entonces el PSOE está muy nervioso. Griñán no se asienta en el poder ni en las mentes de los Andaluces, que ven aun demasiado grande el peso de Chaves. Y es precisamente la huida precipitada de éste y el nombramiento a dedo de su sucesor lo que no ven con buenos ojos ni los andaluces ni su propio partido. Todos los que tenían apetencia de poder y se habían situado en el difícil entramado del poder del PSOE en Andalucía, demasiado monogámico e inmovilista y que no está acostumbrado a estos cambios, les cogió con el paso cambiado y con la necesidad imperiosa de tener que volver a hacer méritos. Por eso los gerifaltes del PSOE buscaron con desesperación a Pizarro, el valido de Chaves dentro del partido, quien empezó a dar mensajes a todos los descontentos de que Griñán no estaba consolidado como candidato, sino solo que era una especie de presidente interino, lo que hizo que Griñán se apresurara a consolidar su autoridad indicando que él era el líder del PSOE y que no tenía duda sobre ello. Todo un aldabonazo de aviso al aparato del partido, demasiado acostumbrado a repartir puestos y cargos públicos en función de las familias y no de los intereses del propio partido.

Ahora sale una encuesta en la que el PSOE-A y el PP-A están empatados. Con Griñán las diferencias nos solo se han acortado, sino que están empatados, algo que no pasaba en Andalucía desde 1996. A esto se añade el temor real de que el PSOE tenga que pactar con IU en Andalucía para evitar que el Partido Popular llegue a gobernar. Este temor hace que hasta a Pizarro le duela la cabeza, sobre todo desde que Griñán nombro a Rosa Aguilar como Consejera de Obras Públicas. Los desencuentros con IU han sido históricos en Andalucía desde Julio Anguita. Pero es la experiencia de la coalición de gobierno del Ayuntamiento de Sevilla la que más miedo da, el de un PSOE que tiene secuestrada toda su acción política en beneficio de unos pocos votos que trae en sus manos IU. Este poder brilla demasiado en el cielo político andaluz y esta experiencia de coalición es dolorosa para todos ellos, acostumbrados a mandar solos, demasiado solos en Andalucía.

Está claro que Griñán no tiene peso en su partido y de que está demasiado anclado a Chaves y a sus decisiones. El cambio de presidente de la Junta de forma torticera y precipitada dio la sensación de que Chaves quería huir de un barco demasiado viejo que se hundía con él de capitán. No quería pasar a la historia como el primer presidente que perdió unas elecciones en la Junta de Andalucía, y salió corriendo hacia el gobierno de Madrid dejando a un hombre como Griñán que no está asentado en Andalucía y que no tiene un equipo de gobierno que genere soluciones para los terribles tiempos de crisis de corren por los valles andaluces. Los aires políticos andaluces traen nuevos olores, sobre todo un fuerte olor a cambio. Y ellos lo huelen y lo saben.

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