Alcalá de Guadaíra - Sevilla

Engorda aún más la bomba social que ha puesto en la calle a Zapatero

@S. McCoy 05/04/2011

La asepsia de las cifras no les resta ni un ápice de dramatismo. España sangra por el lado del empleo. Marzo no ha sido la excepción. 34.406 parados más registrados en el INEM para un total de 4.333.669 personas, récord histórico. No se libra ninguno de los sectores productivos. Así, la agricultura pierde 5.698 trabajadores, la industria 1.710, la construcción 1.636 y los servicios 14.836. La tragedia se ceba también con aquellos que se incorporan al mercado laboral: 10.526 ciudadanos, la mayoría de ellos en busca de su primera oportunidad; jóvenes llenos de frustración y desesperanza, círculo ni-ni de difícil ruptura: para qué estudiar si no hay salida posible. Dato a dato se van creando las condiciones para el estallido de una bomba social que ya se ha cobrado como víctima al Presidente del Gobierno: José Luís Rodríguez Zapatero.

Tal y como se desprende de los datos de Eurostat publicados el pasado viernes, la tasa de paro en nuestro país se mantiene en el 20,5%, más del doble de la media de la UE-27 del 9,5%. La paridad funciona como en ningún otro sitio: en los hombres el porcentaje es del 20,1% mientras que en el caso de las mujeres está en el 20,9%. Si tales números pueden parecer alarmantes, cuando aterrizan en los menores de 25 años se convierten en emergencia nacional. El 43.5% de las personas en edad de trabajar de dicha franja de edad están fuera del mercado laboral, siete puntos por encima del comparable comunitario más inmediato, que es Grecia, y 23 por encima del promedio de la UE-27. Y el problema no es tanto el dato aislado, cuanto la tendencia: mientras que en Europa el paro juvenil se ha reducido del 20,9% al 20,4% en el último año, febrero contra febrero, en España ha aumentado más de tres puntos porcentuales, desde el 40,1% a la cifra actual. Vivan las políticas activas de empleo.

Uno de cada cinco españoles de 30 años para abajo no ha trabajado nunca. Al menos en la economía oficial. ¿Qué hace esta gente que no se levanta en armas contra lo que sea? Su renuencia a tomar la calle mantiene boquiabiertos a los analistas internacionales. En la época de las redes sociales, no hay siquiera movilizaciones espontáneas como las que recientemente se han podido observar en un país tan burocratizado e inmovilista como Portugal. No existen, thanks God, brotes xenófobos ni reivindicaciones patrióticas. ¿Por qué? Las explicaciones más extendidas aluden una realidad paralela llena de factores sociales, protección de la familia; económicos, actividad informal y bajos tipos de interés; o políticos, imposibilidad de cambio y ausencia de liderazgo. Aun siendo trágica la situación da la impresión de primar el conformismo, el “no estamos tan mal”. Los que pueden toman el pescante y se van al extranjero en busca de un futuro mejor con la consecuente pérdida de capital humano; los menos se lanzan a montar sus propios negocios, con más esperanza que experiencia; son muchos los que ven en la función pública una alternativa ¿segura?; la mayoría es víctima de la apatía y la muerte de la utopía que, uno de los periodos de mayor bonanza en España, ha instalado en el sentir colectivo de una parte de nuestra juventud.

¿Cuánto puede durar esto? No se sabe. Pero es de prever que la tensa paz social actual tenga fecha de caducidad. No parece posible que, a corto o medio plazo, haya una recuperación del empleo neto que permita corregir este infausto porcentaje, que nos sitúa en el furgón de cola no sólo de Europa sino de buena parte de las economías del planeta con mercados laborales organizados. En la medida en que la situación perdure, suban los tipos de interés, cesen las prestaciones públicas, aumente la presión contra el fraude y se reduzcan las posibilidades de recurrir a la ayuda de terceros, cercanos o no, será más factible que cualquier excusa sirva de mecha para encender la llama del descontento social. Entonces será demasiado tarde. Más nos vale convertir esta cuestión en prioridad absoluta, casus belli que debería estar en la primera página del programa electoral de cualquier formación política. Es necesario, mediante la formación, la especialización, fórmulas adecuadas de contratación, la innovación o el fomento del emprendimiento alinear sus intereses con los de España antes de que algún oportunista les presente su país como un obstáculo y no como un medio para su felicidad. Avisados quedan, señores candidatos, avisados quedan.

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