Camino de los prodigios Andar, andar, libre, sin tiempo, por sendas que abrazan nuestros pasos serenos; serenos y tranquilos, pasando en silencio, acariciando el aire, besando los cielos, por paisajes llenos de jaras y encinas, de tomillo y espliego. ¡Cuántos olores, colores y destellos! ¡Cuánta miel en estos senderos! junto al viento y en la alta peña levantar el vuelo; navegar horizontes cruzando pueblos, germinando amores en cada puerto. y en el encinar espeso recostarme y dormir en un tronco viejo; en un viejo tronco de siglos plenos, ¡cuántos pasos sus raíces sintieron con pasos sueltos, haciendo caminos, caminos nuevos; sembrando huellas que se harán versos, poemas y canciones arropados en heno. bajo alados techos: águilas, cigüeñas, halcones, vencejos… solitario y feliz, sin más compañero que la libertad de un alegre jilguero. que andar quiero por anchos campos, por pasos estrechos; y en los ríos de cauces repletos, sentirme en su corriente mecido y ligero. y otear a lo lejos campesinos ordeñando mareas de viñedos; que curarán su zumo el roble y el tiempo en divino néctar de caldos añejos. viendo los tiernos brotes del nogal y de los almendros; creciendo la sombra del regado huerto, ofreciendo al mundo sus floridos senos. de prisas exento, que semillas han sido los frutales que vemos, y qué lento maduran los frutos que luego sacian la sed del caminante sediento. que gracias a inviernos, ruda inclemencia de caminos ciegos, vendrán tras el frío paisajes bellos, vistiendo las huellas vistosos floreros. que soy el viajero que va en su pasar en paz y sosiego; respirando feliz, con paso contento bañando en sol, nadando en luceros. y en cada trecho saludar a la vida que está amaneciendo; que en cada espiga, en cada arroyuelo, rebosa la savia que mana en secreto. con pies polvorientos, arcilla del camino que amasan mis dedos; modelando huellas mi pobre cuerpo esculpido en tierra y regado en sueños. |