Galisancho - Salamanca

Marina Sánchez Castro cumplió ayer cien años de vida despertando dulces recuerdos entre los muchos mondragoneses que de niños frecuentaron su histórico puesto de chucherías del Portalón. Ella y su difunto marido Antonio Jiménez, regentaron este popular puesto de caramelos hasta 1973, año en que se hizo cargo del mismo la extremeña Guadalupe.
Marina Sánchez celebró ayer su centenario en el hogar del jubilado Abaroa. En su calidad de socia más veterana del centro, Marina Sánchez recibió las felicitaciones de la alcaldesa en funciones Oihana Aranburu, quien le impuso la insignia de la villa, y del presidente del hogar Juan Luis Lizarralde.
Acompañada de su hija Juani, de sus nietas Zuriñe, Ixone y Alaine y de su bisnieta Itxasne, que precisamente hoy cumple un año, Marina recibió también las enhorabuenas y parabienes de numerosos amigos que ayer a mediodíase dieron cita en el salón de actos de Abaroa.
Marina hizo gala de la admirable lucidez que conserva a su avanzada edad, pese a reconocer que está un poco dura de oído. Su hija Juani asegura que su madre aún se vale por sí misma y «hasta hace bien poco se hacía incluso la cama» entre varias tareas domésticas.
Restablecida
Marina Sánchez se ha restablecido muy bien de un reciente ingreso hospitalario que le impidió recoger el galardón que el consistorio entrega anualmente en el homenaje a los mayores del día de San Juan.
Marina nació en localidad salmantina de Galisancho el 1 de agosto de 1908, aunque se crió en Alba de Tormes. Casada con Antonio Jiménez y madre de dos hijos, Rafael y Juani, el matrimonio se estableció en Mondragón en 1961. Ella había trabajado en una frutería y en una churrería, y él en una mina de estaño donde se dejó la salud. Con los pulmones enfermos, Antonio no pudo continuar con su nuevo empleo como peón de obra en Mondragón. En su estado, el ayuntamiento cerrajero le adjudicó la explotación del puesto de chucherías del portalón. También se contaba entre sus cometidos vender chucherías de forma ambulante durante las proyecciones de cine. Eran actividades que se realizaban principalmente duerante los fines de semana y festivos, que era cuando había cine y la chavalería salía a comprar chucherías.
El primer puesto que regentaron, explicaba Marina, era una simple mesa a modo de mostrador situada junto a las desaparecidas escueltas Viteri.
Tras su demolición, estrenaron su primer puesto cerrado en las inmediaciones de la casa de Garibay. Pero las exigencias municipales para que adquieran un puesto más amplio y mejor equipado les llevaron a ceder el testigo a la caramelera Gudalupe en 1973. Antonio moriría poco más tarde, con los pulmones quemados por la mina y los tres años de prisión que sufrió en la guerra por ser de la UGT.