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Villalba de Guardo - Palencia

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España > Palencia > Villalba de Guardo
20-04-11 11:58 #7577257
Por:delaheraluis

Tragedia en la noche
LA MUERTE DE PAULINO


INTRODUCCIÓN
Antes, cuando Villalba tenía molinos (llegó a tener hasta tres en funcionamiento) el hecho de cortar el agua para pescar era bastante frecuente. Hoy ya no hay molino, ni por tanto oficio de molinero, ni hijos de molineros que vivan en el pueblo. Pero un día sucedió lo que os voy a contar. Para el pueblo fue un hecho que no se daba por primera vez, porque hubo alguna otra muerte trágica sin aclarar del todo, pero afortunadamente no se ha vuelto a repetir.


¡Esta noche no mueles!
Aquella frase, seca y rotunda, puesta en los labios de Paulino, no se sabía bien, si era una amenaza, una fanfarronada o producto, como solía ser habitual, de un cuartillo más de vino.
Algo si era cierto. El destinatario de la misma era un hijo del molinero.
Muchas fueron las personas que grabaron en su memoria aquella frase y muchos más los oídos que la escucharon, entre ellos, Santiagón, el amigo de Paulino, que esbozó una sonrisa maliciosa y burlona.
Estaba la cantina del tío Demetrio y la tia Aurea a esas horas de la tarde animada en aquel martes de finales de agosto de 1943. Había, hasta concurrencia forastera que se acercaban a moler los primeros granos de la cosecha de aquel año. Y, mientras el dorado grano pasaba a blanca harina en la rueda del molino vigilada por el molinero, se mataba el tiempo y la espera en la taberna.
Eran los primeros sacos de la nueva cosecha que llegaban a la tolva, y para el molinero comenzaba un tiempo de mucha faena y trabajo.
Al mes de agosto y sus duras tareas le quedaban ya pocos sudores.
Paulino, al que todo el pueblo conocía con el apodo de “El Polla” era un mozo fanfarrón y a veces, cuando el vino corría generoso por sus venas o se “agriaba”, sacaba a pasear su ácido carácter que le hacia hasta faltón y agresivo, lo que le había proporcionado mala fama en el pueblo. Amén de sus encuentros con la Guardia Civil, con alguna que otra paliza por medio, como consecuencia de algún acto más o menos ilegal que tenía que ver sobre todo con la pesca.
Era un buen herrero, habilidoso y trabajador, cuando estaba sereno y hasta algunas veces tenía detalles con los chavales a los que daba algún caramelo.
El hijo del molinero, lo miró de soslayo y musitando por lo bajo un…“bueno, ya lo veremos” que solo oyeron los más cercanos se alejo con sus burros camino del molino.
Aquella cuerda de tres o cuatro burros de distinto tamaño y pelaje dirigidos por “la burrona” y su cencerro grande, para anunciar a las casas que se pasaba tanto a entregar como a recoger la molienda.
El trabajo a partir de ahora era mayor. Los hijos del molinero muchos, y mucha la vigilancia de las autoridades para que se cumpliesen las normas. Por lo que la noche, se ofrecía muchas veces como perfecta aliada para transgredir la ley y sacar algo más de beneficio y maquila.
La cantina del tío Demetrio quedó con su bullicio y animación a esa hora del final de la tarde, mientras el hijo del molinero camino del molino meditaba aquella bravuconada al son, que el cencerro de la burrona sembraba por el camino, tocando su cansino soniquete metálico.
Pensaba que era una broma, o, “dárserlas de gallito” ante los forasteros más que otra cosa lo que Paulino había dicho y no le dio más importancia.
Rugían las piedras del molino impulsadas por la fuerza del agua.
A la luz de tenues lámparas de carburo que ponían un olor característico en la estancia se percibían las sombras del molinero y su hijo en el trasiego de la faena, delatados por las rendijas de las contraventanas. En aquel faenar, no hacían falta palabras entre ellos porque cada uno sabía su cometido. Y, era aquel cantar del agua y de las piedras, girando monocordes y con monotonía, llenando el entorno, el que delataba la actividad prohibida que se estaba produciendo.
Aquellos tiempos de estraperlos, trapicheos y penurias de posguerra, llenos de escaseces, obligaban muchas veces a asumir riesgos más allá de lo permitido y prudente para salir adelante.
El resto de la familia dormía, arrullados por aquel murmullo del agua y la molienda. Sólo el padre y el hijo faenaban el grano y la harina, y, mientras ésta caía al cajón, blanca y caliente, impregnando el ambiente de su aroma. El viejo molinero sentado en un viejo tajo de madera de tres patas meditaba su existencia. Tenía la negra boina blanquecina, como sus cejas del polvo de la molienda y, de vez en cuando sacaba del bolsillo trasero de su pantalón su inseparable moquero y lo pasaba por la cara.
Aquellos recuerdos y pensamientos a veces tristes y otras alegres, llenaban su vida. Recordaba cuando iba a Guardo y su mujer le encargaba queso. Era tal su debilidad por aquel manjar que más de una vez había vuelto a casa sin él. No porque no lo hubiese comprado sino porque lo había comido en aquellos escasos ocho kilómetros de vuelta a pie o en el burro y, tenía que recurrir a la mentira para disculparse diciendo que había sido el olvido, el responsable, y alguna vez… conociendo su debilidad ante el encargo, había comprado dos, pensando que al menos uno llegaría entero, pero ni por esas, casi nunca el queso llegaba entero. Ante lo cual su mujer decidió no hacerle más encargos de semejante naturaleza.
Habían pasado las dos de la noche largamente. Embebido como estaba en sus pensamientos y sabiendo que el tiempo es un suspiro. Se limpió los ojos con aquel pañuelo bordado finamente por una de sus hijas, que tenía una habilidad especial en el manejo de las agujas. De pronto, se dio cuenta, que el ruido del agua bajo de tono y el giro de las ruedas languidecía lentamente hasta pararse. Cesó aquel ajetreo del molino y el silencio de la noche se dejó sentir intensamente. Se hizo más angustioso y se llenó de dudas. Aún debían de pasar unos minutos para que los oídos y la cabeza se acomodaran al silencio.
-Alguien nos ha cortado el agua- dijo el molinero.
Este hecho, no era infrecuente y tenía como premio el pescar en poco tiempo unos kilos de truchas, de las abundantes en el cuérnago del molino, al contar con un cauce seco y al amparo de la noche.
Mucha rabia sentía el molinero ante estos hechos que le impedían moler durante unas horas. Pero sabía que el agua solía volver sin necesidad de subir a echarla y además, proporcionaba comida a algunas familias y algunos reales producto de la venta de la pesca en Guardo.
El hijo del molinero no dijo nada, intuía que esta vez el agua no volvería sola. No había sido una fanfarronada la que escuchó por la tarde en la taberna, sino un reto que se estaba cumpliendo.
Nada le había contado a su padre de aquel hecho, ni se lo contaría ahora.
Miró a su padre cuando le dijo:
-Descansemos un rato, el día ha sido duro.
No le respondió y nada más lejos de su pensamiento que la idea del descanso era lo que le rondaba en su cabeza. Dudaba en responder y contarle a su padre lo ocurrido, pero seguro que no le dejaría ir.
Así que, sigilosamente y sin decir nada tomó una determinación. La escopeta “del 12” estaba en el lugar de siempre, colgada de un clavo en la pared por su bandolera y los cartuchos en su sitio sobre el vasar de la cocina. Aquellos cartuchos, reciclados, que para hacer economías, muchas veces se cargaban en casa en ratos de asueto con diversa munición; ahora balines, ahora mostacilla o postas según el fin.
Descolgó el arma y cogió unos cartuchos, sin pararse a mirar de qué clase eran. Salió por la puerta trasera del molino que daba al huerto después de esperar a que su padre apagase las lámparas de carburo y subiese a dormir y, en línea recta comenzó a cruzar prados y tierras hasta llegar al puerto por aquel camino tan conocido y familiar para él. Ni siquiera se entretuvo a coger una chaqueta, porque no sintió frio, ni el cuerpo destemplado. Le ardía la sangre y quizá la rabia le aceleraba aún más los latidos de su corazón furioso, retado y ofendido.
Ni siquiera pensó que pudiera ser otra la persona y no Paulino “El Polla” el causante del corte. Hay cosas que se presienten con tal intensidad que parece que la energía que desprenden ayuda a que se realicen y a certificar nuestra premonición.
La vega estaba tranquila, llena del canto de los grillos en la bonanza de la noche de aquel caluroso verano.
Por el Ventanón, despertaba la luna y en el limpio cielo rilaban las estrellas y se dibujaba el Camino de Santiago nítido e inconfundible.
El pueblo, dormía ajeno a toda aquella belleza y tranquilidad.
No era una noche para una tragedia, pero la voluntad de los hombres, sus miedos, iras y pasiones pocas veces corre a la par que la naturaleza. Demasiado hermoso el ambiente para ser real, demasiados rumores vitales, demasiada calma y tensión contenida.
Atrás fueron quedando las tierras del Pico, la Serna, las Pezuelas y muchas más. Cruzó el rio por la presa de puerto medio y pasó al Burladero. Nunca aquel trayecto lo había realizado en más de treinta minutos y ahora, a medida que se acercaba al final del mismo y su pensamiento se calmaba y razonaba más lentamente, sus pasos también eran más lentos y se mostraba dudoso y más inquieto.
Fue tomando precauciones y dando algún rodeo al encontrarse cerca del destino. Seguro que “El Polla” le estaba esperando al descubierto -Pensó- Quizás, hasta haya cortado el agua y ya esté en casa durmiendo
Y él allí, tomando precauciones en medio de la noche.
Pero conocía bien a Paulino, como éste le conocía a él. Sabía, que si había sido él estaría allí, en algún sitio para cerciorarse de que el reto había sido aceptado y luego burlarse en la cantina del hijo del molinero. Sabedor de su superioridad física no pensaba su torpe mente que el molinero, o quien fuese pudiera venir armado o con ayuda.
Debió de tener sus dudas o falta de confianza porque abandonó la taberna antes que otras veces y, dirigiéndose primero a casa le rogó a su hermano Máximo que le acompañase, diciéndole lo que iba a hacer, pero no su propósito.
El hijo del molinero a pocos pasos de la presa del puerto se paraba una y otra vez y no avanzaba hasta estar seguro. Había perdido ya la noción del tiempo y no es que le importase.
Aquella luna dibujada completa en el cielo, llena, diáfana y clara era demasiado delatora de sombras. Se miraba en la nata del agua del tablón del puerto y jugaba con las sombras, ajena a todo
Divisó una silueta, detrás de los espinos y zaldes y todo su cuerpo, ya en guardia, se sobresaltó
¡No era Paulino! se dijo
-¿Y sí me he equivocado? Pensó
Se quedó aturdido porque parecía que su plan no era el previsto y debía cambiarlo, guardar la escopeta y levantar aquellas compuertas que…ironías del destino, el mismo Paulino había ayudado a Claudio el herrero a fabricar.
Algo en su interior le hizo extremar la prudencia y esperar un poco más, antes de ir a abrir el agua mientras avanzaba los cuatro pasos que le separaban de la presa
Aquella sombra reflejada en el agua mansa le hizo girarse de repente y la luz de la luna aclaró sus facciones.
Era Máximo, el hermano de Paulino, así pues, éste, no estaba sólo.
Con sigilo, se fue acercando a él hasta sorprenderle y encañonarle con el arma
¿Dónde está tu hermano?- le dijo, musitando y no se te ocurra hablar alto.
-No lo sé- respondió. Máximo. Debe estar por ahí pescando. Y no dejaba de mirar de reojo a la escopeta del hijo del molinero, porque éste tenía el dedo en el gatillo
¡Venga! Pues andando a las compuertas y a levantar los husillos.
Eran unos pocos pasos que debieron de hacerse eternos con el arma encañonándole. Cuando Máximo comenzó a levantar la primera compuerta, su chirriar, violó el silencio de la noche e hizo que Paulino saliese de su escondite, pensando que era el molinero quién la estaba subiendo.
Quizás, nunca sepamos si hubo palabras, provocaciones o miradas. No hubo tiempo. Solo aquel tiro en medio de la paz de la paz nocturna que se fue perdiendo soto abajo y monte arriba con su eco.
Se rompió la noche y se rompió una vida
Nadie lo escuchó, como tampoco el segundo disparo, a pesar de que el silencio lo cubría todo.
Quedo Paulino tendido sobre los espinos de la boca de las compuertas. Cuesta imaginar como un arma había dejado seco e inmóvil a un cuerpo como aquel. Su hermano cayo al río y el hijo del molinero lleno de aturdimiento y miedo abandonó el lugar. Ni siquiera recogió los casquillos como tenía por costumbre. Tampoco se entretuvo en levantar las compuertas. Presuroso y lleno de incertidumbre emprendió el camino de regreso y, es posible, que esta vez, dicho camino fuese más lento y pesado que otras, al arrastrar sus pies la carga invisible de eso que todos los hombres compartimos para bien o para mal y que se llama conciencia.
Sus pensamientos, sensaciones y autodisculpas en esa noche y durante el trayecto, solo le pertenecen a él. La noche seguía estrellada y hermosa, como ajena a lo sucedido pero con alguna diferencia para el hijo del molinero, al que la luna le daba de frente e iluminaba su cara, dejando
la sombra a sus espaldas como si alguien lo siguiese. Tuvo dudas y hasta miedos, cosa que no había tenido antes.
El camino de vuelta estaba siendo lento, muy lento, tanto, que no se atrevió a llegar a casa hasta que comenzó a amanecer. Tenía en su retina y en sus adentros dibujados a los dos hermanos.
Alguna vez había oído que quien tiene un arma acaba por usarla y ahora , que era tarde, comprendía el error de haber llevado consigo la escopeta..
Le costaba comprender, como en medio de aquel amanecer, tanto si abría los ojos como si los cerraba, veía la cara de Máximo y Paulino.
Amanecía en la vega, con algo de rocío. La luna se despedía triste y con el velo de una nube cubriendo su luz en lontananzaza se iba desdibujando.
Las piedras del molino seguían en silencio.
Fue Máximo quien dio la voz de alarma con la cara desencajada, con el brazo hecho un pingajo y sujetándoselo con la otra mano. Su estómago dolorido por la cantidad de agua tragada. Su lengua farfullando palabras incomprensibles.
Debió de haberse desmayado y semiinconsciente se agarró a unos arbustos y permanecer quieto. Quizás fuese el instinto de supervivencia. Jamás lo supo explicar. Solo sabía, que al recobrar la plena conciencia, estaba metido en el río y sin atreverse a salir, a moverse o gritar, atenazado por el miedo y con aquel brazo y costado que le producían un picor y quemazón insoportable.
Se dio cuenta de que sangraba y no era capaz de mover su mano inerte y brazo del codo hacia abajo. A modo de vendaje con su camisa y chaqueta rota rodeo su herida y volvió al pueblo. No sabría decir tampoco el tiempo que allí estuvo hasta que al despuntar el amanecer salió del agua y descubrió el cuerpo de su hermano inerte y frío e intuyendo que estaba muerto se dio cuenta de lo pasado.
Fue entonces, cuando por tercera vez en la noche, se violó el silencio del puerto. Eran lamentaciones y juramentos. Toda la rabia contenida en aquellas horas se manifestaba brutalmente y el eco las iba repitiendo y propagando como si fuese el despertar de aquella trágica mañana.
Recorrió el camino del puerto al pueblo, lo más rápido que pudo entre el dolor y las maldiciones y solo la luna y los últimos luceros parecían entenderle al ir apagando su luz.
El pueblo que comenzaba a despertarse por el toque de la cienda oyó sus quejas y gritos y acudieron en su ayuda.
Se propagó la voz y alguien avisó al médico, a la guardia civil , al juez de paz, a los vecinos…
El hijo del molinero, le confesó a su padre lo que había pasado aquella noche y decidió subir a presentarse ante las autoridades Encuentro que tuvo lugar en mitad del camino, en el lugar llamado el agua de la “La Barcilla”.
Fue llevado a la cárcel y juzgado, cumplió la condena impuesta por los hombres y, puede que la suya aún la esté cumpliendo.
A Máximo hubo que amputarle parte del brazo y se comenzó a conocer en el pueblo como “El Manco”.Pocas veces y a pocos les habló de esta historia. Se hizo huraño, huidizo, receloso y más reservado. Murió a finales de mayo de 1997 fuera del pueblo.
Paulino, tuvo problemas aún después de muerto para ser enterrado. Su espíritu, liberal, despreocupado de la religión y un tanto anticlerical fue motivo que aprovechó D. Melecio, el cura, para decir que como había muerto de forma repentina, dudaba de que sus últimos pensamientos estuvieran puestos en sus pecados y en la petición de clemencia divina. Envuelto en una sábana y atado a unas parihuelas fue enterrado después de pedir permiso a los superiores y autoridades para poder hacerlo. Pero nada se hizo constar en el archivo parroquial. La iglesia omnipresente entonces en las vidas de los hombres se olvidaba, una vez más, de la infinita bondad del Creador.
De nuevo se repetían los hechos, diez años más tarde y fue enterrado en la misma fosa que Salvador, el minero de la revuelta del 34. Tragedia e historia se daban la mano una vez más. Los hombres no aprenden y la historia se repite.

La tarde, estaba serena, difuminada de luz, tranquila, era la festividad de la Virgen del Valle y además, domingo.
Después del rezo del rosario, un grupo de mozas se ha ido a dar un paseo por “Las Suertes”. Se han sentado a la orilla del río, delante de la tapia de la huerta del tío Santos y dejan pasar las horas entre risas y sueños. Miran hacia el norte y, contemplando aquella vista, una de las más hermosas del pueblo, vieron la torre de la iglesia, huérfana ya de cigüeñas, y a sus pies, el cementerio. Una de ellas llamada Aurora se compadeció de la suerte de Paulino e interrogó al destino en voz alta sobre quién sería el próximo difunto. Ni ella, con 21 años, si ninguna de las allí presentes, jóvenes llenas de vida y de proyectos, podrían imaginar que el maldito tifus le iba a dar la respuesta en su propia persona, apenas un año más tarde.
El 9 de octubre a las tres de la mañana de 1944 de nuevo la tragedia llamaba a la puerta y al corazón de una familia del pueblo. No era el primer desgarro ni la primera tragedia de sus vidas, ni desgraciadamente sería el último. La muerte se parece en todas partes, no lleva la cuenta ni mide destinos. Es ciega y a veces parece injusta.

Sucedió una vez. Esperemos que no pase nunca más
Puntos:
20-04-11 22:46 #7582475 -> 7577257
Por:yutris

RE: Tragedia en la noche
Menuda historia, yo conocí a "el manco" cuando yo era pequeño, y la verdad que era un hombre muy huraño, lo estaba leyendo ahora con mi madre y me ha dicho que ella también conocía la historia.

Un saludo
Puntos:
22-04-11 00:05 #7588941 -> 7582475
Por:yutris

RE: Tragedia en la noche
Por cierto si mal no recuerdo, creo que mi abuelo me contó que era el, el que tallaba los bolos y las medias bolas para las fiestas.
Puntos:

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