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Villalba de Guardo - Palencia

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España > Palencia > Villalba de Guardo
03-10-10 17:18 #6236386
Por:delaheraluis

SIGUIENTE HISTORIA LA MUERTE DE UN MINERO
LA MUERTE DE UN MINERO EN VILLALBA

Hay dos hombres enterrados en una misma fosa.
A la entrada del cementerio en la parte izquierda del mismo (antes de su ampliación) y bajo la sombra de un viejo castaño pilongo que hoy ya no existe. Cerca de donde estaba el osario. Allí, reposan los restos de dos hombres que la intransigencia unió. El uno, dicen que por fanfarrón y blasfemo, y el otro, dicen que por minero y “rojo”. Uno del pueblo, el otro no. Pero una misma tierra calienta sus cuerpos y entierra sus recuerdos. Y una misma tierra ha sido alimentada por ellos. Y una nueva tierra ha surgido de sus cenizas. Y de ella, nueva vida.

LA REVUELTA DEL 34 (PRIMERA PARTE)

Tiene Villalba en octubre unas tardes serenas y limpias que llenan el cuerpo de nostalgia y recuerdos. Todo su paisaje se ha teñido de pinceladas multicolores, ocres y amarillos pardos y rojizos del otoño. Las hojas caídas ponen música en el suelo de las arboledas.
Ya no canta el cuco, y hace tiempo que se fueron las cigüeñas. Las golondrinas y aviones, se están preparando para despedirse hasta la próxima primavera pero van llegando los tordos y estorninos en grandes bandadas.
Es tanta la paz que inunda la vega, y su aire tan sutil y quieto, que se oye hablar desde lejos. El humo de las hogueras encendidas por las tierras y los prados se queda perezoso en capas, a medio camino en su ascensión a un cielo al que no quiere subir.
La época de la caza mayor está a punto de abrirse y son escasas las casas que no poseen una o varias escopetas para buscarse sustento. Dentro de poco, en cualquier día, a cualquier hora y por cualquier sitio sonaran los tiros.
Aquella mañana hubiese sido una más en el pueblo, de no ser, por los rumores que días antes se habían propagado por el pueblo y por la insistencia de los disparos que se oían ya, desde temprano.
Se confirmaban los comentarios que los mineros del pueblo habían estado comentando en la cantina y a los vecinos.
-Está la cosa caliente en Guardo, y a lo mejor se arma la “marimorena”. Ha llegado “La Asturianada”.
Ya en la primavera de aquel año y casi siempre a la salida de misa bajaban de Guardo “cenetistas” para explicar a los del pueblo ideales revolucionarios y consignas republicanas que a nadie importaban y que solo conseguían el enfado de los mitineros.
De Asturias hacia León y hacia la cuenca minera del norte de Palencia. Barruelo de Santullán primero y Guardo después, como enclaves más importantes. El descontento y la revuelta habían corrido como la pólvora.
Los ánimos están calientes y los mineros hartos.
Han almacenado algo de munición, escopetas y dinamita, que se ha unido a la robada en el asalto al cuartel de la guardia civil de Guardo el día anterior, en cualquier momento esto explota.
Dicen. Que nadie les hace caso, ni atiende sus reivindicaciones. Aquello está a reventar, se han echado a la calle y esto puede estallar.
Estos y otros avisos, más que argumentos, se habían oído por el pueblo y al parecer, ese día, había llegado.
Todos los mineros de Guardo, Velilla y pueblos de alrededor como Villalba, que también tenía algunos, se habían hecho fuertes y dueños de Guardo donde se habían apoderado del cuartel. Que han incendiado. Han matado a un joven guardia civil de Castrillo al que al parecer han mal enterrado. Se habla de que han cogido todas las armas.
No contentos con esto y en vez de quedarse allí y esperar a pelear con las tropas, que a buen seguro mandarían desde la capital para sofocar la revuelta. Salieron al encuentro de éstas a la mañana siguiente. Cogieron la carretera de Palencia de madrugada y llegados al Alto de Villalba, esperaron su llegada y entre la sorpresa y su valentía se hicieron fuertes. Pequeñas escaramuzas. Mucho ruido y pocas nueces, pero suficiente para hacer creer a la pequeña compañía mandada desde Saldaña y Carrión de los Condes que había más de los que en realidad eran.
Cuando bajaron al pueblo, fueron a la cantina del tio Modesto (casa que hoy es de su hijo Modesto y de Daniela) a mojarse “el gaznate” y llegados a casa del tio Román que era el alcalde, le retuvieron y dieron órdenes a la vez que iban por las casas requisando escopetas.
Don Melecio, el cura, huyó al monte y no volvió hasta el día siguiente.
Llegada la tarde y en vista de que no podían con la resistencia de los mineros que se habían atrincherado en los corrales, Varga Honda y la carretera impidiéndoles el paso. Debió de entrarle miedo al capitán, que mandó retirada ante la llegada de la noche.
Aquella decisión estuvo a punto de costarle un Consejo de Guerra, según dicen las crónicas, de no haber sido porque tenía enchufes en el Ministerio.
Así que cuando la noche llegó, cesaron los disparos. Los unos se fueron al sur y los otros al norte quedando Villalba en tensa paz. Porque aquello, seguro, no iba a quedarse así.
La mayoría de los mineros decidieron irse a Guardo a descansar y a publicar su triunfo. Más como al día siguiente pensaban volver, algunos se quedaron en el pueblo en casa de familiares, conocidos o amigos.
El comentario de esa noche fue la refriega habida con los soldados y la victoria lograda. Poco sospechaban que a esas horas. Los mandos superiores estaban dando un buen “rapapolvo” a la tropa por su retirada y que hasta la aviación y la artillería estaría dispuesta para el día siguiente, amén de muchos más soldados.
Los mayores han contado que aquel seis de octubre y el siete fueron los peores días de la historia del pueblo. Los más tensos y duros, los de mayor incertidumbre.
A las gentes del pueblo, la actitud de los mineros no les gusto nada.
Fue difícil dormir esa noche en el pueblo y era un hecho constatado porque la luz de las velas, candiles y lámparas de carburo que iluminaban la noche en los hogares se colaba delatora a través de las rendijas de puertas y ventanas, y los perros, nerviosos como sus dueños no dejaban de ladrar de la misma manera que cuando en la negras noches de invierno algún lobo merodeaba por las calles del pueblo. Se temía la llegada del alba.
En casa del tío Acacio a la sazón Secretario del ayuntamiento, se había reunido el alcalde, tio Román y concejales y habían decidido que al día siguiente, y en espera de acontecimientos, tocarían a la “cienda” algo más tarde y soltarían las vacas dejándolas solas a su aire por el pueblo y allende el rio, ya que el día anterior alguna res fue herida por alguna bala perdida, entre ellas una de Nato.
Y la voz, se fue corriendo de casa en casa, dando el aviso.
La noche se hizo eterna esperando un amanecer incierto.
El pueblo, siempre feliz y trabajador, nunca se había visto en tanto peligro y encima, ajeno.
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