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Villalba de Guardo - Palencia

Poblacion:
España > Palencia > Villalba de Guardo
07-12-16 17:09 #13404010
Por:gaizka16

ADIOS
Deasortunadamente ha fallecido el Tìo Manolo, padre de Manolin, Carlos y Melchor y esposo de la difunta Justina.
un excelente ser humano Que Dios le acoja en su gloria
Puntos:
08-12-16 14:33 #13404105 -> 13404010
Por:Santos Piriz

RE:ADIOS
Para toda la familia, mi más sentido pésame.

D.E.P
Puntos:
09-12-16 17:52 #13404287 -> 13404105
Por:delaheraluis

RE:ADIOS
CUANDO LA MUERTE CAMBIA NUESTRA VIDA
HE VUELTO A REFLEXIONAR

Es difícil encontrar las razones y palabras adecuadas cuando la vida de un ser querido deja de estar a nuestro lado.
Sabemos que tiene que llegar ese momento, pero nos resistimos a ello, como si nunca nos fuera a tocar.
La muerte es dura y cruel. Siempre es inoportuna, y llega a traición. Ni por presentida, se hace más llevadera.
Nos cuesta hacernos con ella y asumir su existencia. Nos causa dolor, mucho dolor, a la vez que nos hace profundamente humanos, y, ese dolor que queda, no se cura sólo ni se olvida, ni lo cura el tiempo.
Hay que aprender a vivir con la tristeza, de ese recuerdo, a pesar de que los días y los años se vayan dulcificando y lo hagan más llevadero.
Antes o después, deberemos asumir la pérdida de ese ser querido que se ha ido de nuestro lado y aprenderemos a vivir con esa pena, esa tristeza, dolor y soledad.
Hay que de nuevo volver a conectar con lo vivo que tiene nuestra existencia diaria y fijar nuevas metas y retos, nuevos sueños. Hacer más cercanos a los seres queridos que nos quedan y nos necesitan y aprender a vivir sin el ser que nos falta.
Volver a nuestra realidad cotidiana, realidad que mitiga la ausencia y es, bálsamo para nuestra herida.
Varias leyendas de pueblos indígenas aseguran, que siempre que nacemos, una nueva estrella brilla en el cielo y se apaga cuando morimos. Esto nos equipara con algo que para nosotros es eterno y de la misma naturaleza. Somos polvo de estrellas, luz que no se apaga nunca.
Venimos al mundo rodeados de risas, alegrías y esperanzas en medio del sufrimiento materno y del nuestro propio. Todo a nuestro alrededor es gozo y parabién menos nuestro lloro.
Pero venimos, con una sola certeza y muchas incertidumbres que llenan de posibilidades nuestra vida.
Podemos vivir de una u otra manera, elegir lo que queremos ser, adonde queremos llegar, y así, hasta el infinito de posibilidades. Pero en medio de todo este abanico de cosas posibles solo una es cierta. Tenemos que morir, es lo único que sabemos nos va a llegar y, lo único que va a suceder en nuestra vida. Ignorarlo no cambia nada, tal vez aumente nuestro sufrimiento y desazón en la hora final.
Nada hay pues más cierto y que tengamos más presente en nuestra vida que esa cita final con la muerte.
No podemos vivir como si la muerte no existiese, eso, no cambia nada. Es el acto más nuestro que tenemos porque somos conscientes desde que adquirimos el uso de la razón de que tiene que llegar.
La muerte y la vida se dan la mano, porque la primera es parte de la segunda. Pero… nos cuesta tanto asumir su existencia.
Cuando nacemos, y a medida que nuestra vida se va desarrollando, todo a nuestro alrededor nos prepara para gozar de la vida, para triunfar, para ser felices y disfrutar con actos alegres. Nos pasamos la vida organizando y planificando estos actos: un bautizo, una comunión, una boda, una graduación y muchos más, y, nos olvidamos del más importante, la muerte. Quizás pensemos que no haciéndola presente no ocurra o tarde más en llegar. O venga como un relámpago y en un suspiro todo haya pasado.
Mucha gente piensa que sería su último logro feliz en esta vida el tener una “muerte dulce”. Es decir, no enterarse de ella. Muchos aspiran o anhelan en determinados momentos de su vida, en morir de repente o quedarse muertos dormidos. Pero nunca sabremos, sí en lo más íntimo de esas personas, fueron o no conscientes de que morían.
Si pensamos que la muerte es la plenitud de nuestra vida y la culminación de la misma deberíamos desear ser conscientes de ello, ya que, en el otro acto más importante, como es el nacimiento, no tenemos todavía esa capacidad.
Solo hay una evidencia en nuestra vida. Y, es, un grave error, que ni la sociedad ni nosotros mismos nos preparemos para ese momento inevitable y final.
Puede que de ahí, venga en gran parte nuestro miedo y aversión a morir. No tenemos experiencia y nadie nos ha preparado para ello. Nadie nos ha enseñado a gestionar esas emociones tan intensas y vividas tan a flor de piel y corazón. Lo único que nos hace fuertes y resistentes al fracaso y a estas pérdidas es preparar nuestra inteligencia emocional para estos duros momentos que han de llegar.
Ese dolor: interno o externo, físico o psíquico que nos causa, nos hace tremendamente humanos y frágiles, Nuestro orgullo de seres inteligentes y poderosos, creadores de avances sin fin y que nos hace pensar, que somos hasta creadores y dueños de la vida, no es nada, y en soplo queda reducido a la nada.
Ese duelo que queda, no se cura solo, ni lo cura el tiempo. Por tanto tenemos que aprender a convivir con él.
Ese duelo es personal, intransferible, algo nuestro como nuestra muerte, y no deberíamos añadirle más sufrimiento.
Nos enfrentamos a la muerte solos, sin ayuda de nadie. Solo la muerte y nosotros, con nuestra verdad. Quizás no hayamos tenido otro momento más íntimo y nuestro que ese último instante y, es posible, que aún escuchando el murmullo y sintiendo la presencia de los que nos acompañan vayamos en busca de otra luz que nos atrae más y nos lleva sin remedio.
Porque morir, quizás muramos a años luz de nuestro lecho donde solo queda la materia, mientras nuestro espíritu va camino de otro mundo y otro encuentro.
Qué fácil es, vivir las alegrías y los triunfos, porque por sí solos nos dan felicidad.
Vivir la muerte debe ser, un acto sereno de reflexión y de paz, donde la tristeza existente, no nos invada y haga que nuestra vida pierda todo sentido.
Qué gran consuelo para los que se quedan esa muerte serena del que se va.
No debemos cerrar la puerta a la esperanza, porque la muerte, no es una ausencia sino un cambio de presencia que obra en nosotros el que se ha ido. La muerte es eterna, si eterno es nuestro recuerdo y cariño hacia el que se va. El amor está fuera del tiempo y del espacio solo vive en nosotros y a nuestra manera.
La muerte no es igual para el que se va que para el que se queda. El que se va, solo se lleva lo que es y ha sido, nada de lo que tiene o posee va con él. El que se queda lo hace con todo lo que tenía él que se va y los recuerdos que deja. Nada de lo material sirve pues para este viaje y la otra vida.
Tampoco debería asustarnos tanto la muerte, a lo largo de nuestra vida morimos muchas veces. ¿Dónde está aquel niño que reía y jugaba sin cesar? ¿y el joven lleno de proyectos y futuro? ¿Dónde nuestras ilusiones frustradas sin poder lograrse ya o aquel vigor y fuerza que parecía no agotarse nunca? Hay muchas formas de morir, que quizás nos vayan enseñando y preparando sin que lo notemos para la definitiva
Hemos vivido dos vidas ya. La vivida en el seno materno y la externa. Vivimos la primera y salió a una luz exterior y moriremos a esta para ir en busca de otra luz más eterna y plena. Hay pues la evidencia de dos vidas a pesar de que no guardemos recuerdos de la primera.
Alguien dijo que morimos cuando nuestra misión en la tierra está cumplida. Unos la cumplen en días, otros en años, otros a lo largo de una vida. Pero todas las muertes nos enseñan algo. Algunas hasta obran milagros como el de no perder la fe o recobrarla y alimentar la esperanza y la reconciliación
Ante la muerte nos solemos preguntar ¿Cómo ha sido, Cómo pasó? En vez de preguntarnos cómo vivió, con que soñó. ¿Cómo se fue? No en el hecho material, sino el espiritual.
Cuántos muertos nos anuncian su muerte y nos animan a nosotros a ser fuertes. Y, cuántas muertes, nos parecen inútiles y estériles haciéndonos preguntar a los creyentes ¿Dónde está Dios? No somos capaces de ver que Dios está aquí con nosotros porque le suplicamos y está allá con el muerto y tarde o temprano, si tenemos esperanza y fe, y sabemos esperar, dará la respuesta a la pregunta.
Alguien dijo: “que la vida se oscurece o ilumina desde el sentido que concedemos a la muerte. El último suspiro de esta aventura que somos es decisivo y según sepamos anticiparlo adquiere nuestra vida su propia radiación”.
La muerte es también un gran viaje que inexorablemente debemos hacer. Y, cuando viajamos debemos prepararnos para ir más seguros y confiados. Más tranquilos.
Toda muerte llega como un ladrón en la noche, o en un descuido. No permite respuestas y sí, todas las preguntas, irrumpe sin ser invitada y cumple su destino.
Franz Liszt, el gran músico dijo: “ no es acaso nuestra vida sino una serie de preludios de una canción desconocida cuya primera y solemne nota es la muerte”
No perdemos a nadie, el que muere solamente se adelanta a nosotros. Lo mejor nuestro y suyo, el amor sigue en su alma y en nuestro corazón. En su alma que es espíritu, y en nuestro corazón que es materia. La muerte une a estas dos partes e nuestro ser. Se va la persona a quién queremos y que nos quiere pero su amor y el nuestro nunca mueren siguen y seguirán fundidos en un abrazo sin fin que solo terminará, cuando en otra dimensión y otro cielo nos volvamos a ver
Nada más nacer, e incluso antes comenzamos a morir, y solo vivimos en el amor de todos los que queremos y nos quieren.
La muerte nos hace pequeños. Nos deja indefensos. Nos devuelve a la cruda realidad de sentirnos impotentes al no poder encontrar respuestas.
Solo Dios conoce su misterio y guarda el secreto de nuestra partida.
Nadie queremos morir a pesar de no saber y de no estar preparados para administrar nuestra vida.
¿Quién nos ha preguntado si queríamos nacer? Nadie.
Pero una vez nacidos, nos agarramos a la vida con todas nuestras fuerzas y sentidos
Que viváis la muerte de vuestro padre con esperanza y cariño recordando todo lo que de bueno tenía, todos los ratos pasados a su lado, sus palabras, sus gestos. Todo lo que de él os hable. Ahora es vuestro por entero y lo será siempre.
Un fuerte abrazo y no perdáis la esperanza de encontraros con él
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