Villalba de Guardo - Palencia

LA VIDA EN EL PUEBLO
LA DIVERSIÓN
No penséis, que la mayoría de la vida del pueblo se iba entre tareas, penas y sacrificios.
Es cierto que las labores eran muchas y nunca se acababan, con el cambio de estación, disminuían algunas, pero éstas, se suplían con otras.
Al principio del escrito, os hacia alguna pregunta ¿imagináis a alguien que después de haberse levantado a la salida del sol y de estar todo el día plantando pinos, doblando el espinazo y los riñones, que vuelva cantando al atardecer a casa? Y, eso, sin contar los más de tres o cuatro kilómetros para ir y volver al trabajo.
Pues bien, en el pueblo, tanto mozos como mozas, hubo un tiempo que animaban el ambiente cuando volvían del mismo, alegrando la Cañada o la bajada del Ventanón
La diversión y los juegos en la infancia eran casi todos compartidos. Todos jugábamos juntos y a los mismos juegos. Un pueblo, no es una ciudad y si querías divertirte había que juntarse para ello y, cuantos más éramos, más diversión y algarabía.
Los jóvenes y mayores se procuraban la diversión de otro modo.
En los niños, la diversión, siempre era temática y , a veces, rutinaria pero no por ello aburrida.
Cada estación tenía sus juegos y cada hora los suyos. Nos salíamos adaptar a esas dos premisas. La hora del juego era esperada con ganas, acabando cuanto antes las tareas encomendadas para poder hacerlo y, decepcionándonos mucho, si por una u otra causa no lo podíamos hacer.
Todos sabíamos las horas y los lugares de reunión. El jugar a uno u otro juego era elección del grupo, y si llegabas tarde, tenías que incorporarte al mismo sin más discusión
Buscábamos esos puntos de encuentro con ganas, y los días de lluvia, frío o nieve nos reuníamos en las casa, corrales, portalones o cuadras.
A cierta hora, sin saber porqué, de repente, se oía una voz fuerte, poderosa y conocida llamando a alguien “ fulanito, a cenar, o a casa” y todo se acababa, porque nuestras madres parecía que se ponían de acuerdo y a aquella primera voz, sucedía otra y otra… y nuestro juego acababa diluido como el barro en el agua.
(Algún día os diré todos nuestros juegos por estaciones)
Había juegos de habilidad, de grupo, individuales, de destreza y muchos más. Entre ellos algunos eróticos y de descubrir al otro. No penséis que por vivir en un pueblo éramos “ lelos”
Cuando íbamos careciendo los juegos infantiles dejaban paso a otros distintos. No sabíamos porqué, pero en un momento de nuestra vida, aquello que tanto nos había divertido, dejaba de interesarnos.
Conocíamos los juegos de cartas, muchos, desde muy pequeños. Se podría decir que eran los únicos que nunca dejábamos de practicar. Era todo un honor, el momento en el que la ausencia de un mayor por unos u otros motivos, te invitaban a jugar con los mayores.
Comenzaba a tener importancia, entre los chicos la cantina, la partida y la charla sobre el cortejo a las chicas.
Se esperaba el baile de los domingos y fiestas con ganas e ilusión. En el salón del pueblo. Villalba fue un pueblo privilegiado en este aspecto. No todos los pueblos del entorno tenían su salón y, hasta su propia orquesta como la nuestra de “ Los Claveles”
Las reuniones de jóvenes y mozos solían acabar en cenas y cánticos y en ellas rara vez participaban las chicas.
Cuando uno estaba casado y n necesitaba ir a buscar novia, la diversión era la cantina, el juego de bolos , si el tiempo era bueno, y el baile. En Semana Santa, la nita y nunca sabré explicar porqué, solo en Semana Santa las chapas y jugarse el dinero.
Pero, queda otra diversión más callada y practicada quizás. Era la reunión familiar y sus fiestas
Las mujeres, como no iban a la cantina se reunían en casa a charlar o jugar una partida.
Celebrar una boda, un bautizo, un cumpleaños era algo agradable y extraordinario. Pero celebrar la Navidad, la picatuesta, el antruido. La tortilla, ir a nidos, la fiesta del árbol, los cimarrones del carnaval, eso, era algo mejor.
También, el ir a cazar y al calor de la lumbre asar el chorizo pinchado en un palo de urz, o, el ir a pescar en familia, secando un cuérnago y luego merendar. El ir a catar las colmenas en un soleado día por navidades. Eran muchas las diversiones y los momentos felices.
Cuantos instantes, horas que se aprovechaban para sacarle a la vida y al trajín diario, la alegría y buen humor que brindaban estos y otros buenos ratos.
Los juegos de infancia eran muy variados: el marro, el pañuelo, el castro, los cartones, la maya, el picalvo, el corro, tres marinos en el mar, la comba, estos reglados. El ir a explorar el monte, la vega, los cantorrales o el río, espiar parejas, hacer lumbres, correr a las cigüeñas nuevas, pescar a mano y muchos más. Una larga lista de variados juegos que enriquecían nuestro tiempo y domaban nuestro espíritu.
La diversión era muy variada y estaba llena de imaginación “ lo que no se les ocurra a los chiguitos” decían los mayores.
Era inventiva pura puesta al servicio de la distracción y el juego. A procurarnos juguetes naturales que nosotros mismos hacíamos o aprendíamos a hacer de nuestros mayores; a veces hermanos, otras adultos, : el aro y la manilla, el chiflo, el tira aguas con los palos huecos del sauco la bufadera, las canicas de barro, cocidas en el horno de la hornera al cocer el pan. El pintar la tabas, hueso objeto de deseo cuando se mataban los corderos, o, el “sobar “ la zambomba, cuando se mataba el gocho para jugar con ella. La rueda de la máquina de veldadora o los molinillos de papel. Tantos y tantos juguetes artesanos que llenaban nuestros ratos libres a pesar de las muchas tareas.
Yo, que vivo en la ciudad, me da pena, ver los parques vacios.
Hoy que hay tantos medios; dinero, tiempo… y, los niños no juegan, no salen apenas de casa. Solo el fútbol, la televisión y los juegos electrónicos de ordenador u otras “maquinitas”.
La vida ha cambiado mucho, quizás demasiado. No es malo, puede que lo malo sea la velocidad a la que cambia
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