Villalba de Guardo - Palencia

Qué alegría, cuando al comienzo de aquel mes de agosto de 1924, en plena faena de la siega y la trilla, llegabas para alegrar la casa de tío Jerónimo y tía Lucia. Eran las cuatro de la tarde y, seguro, que dejaste sin comida a tus padres esperando ansiosos tu llegada.

Estas palabras, que hoy escribo son para ti, que sin decir tu nombre, va a ser fácil a la gente identificarte.
Tú, que al igual que otras mujeres del pueblo, has sentido y sientes en tu ser, una inmensa tristeza porque la muerte te ha arrebatado a todos tus hijos menos uno en vida
Se, que no es consuelo decirte que antes en el pueblo hubo otras mujeres; como tía Lupercia, tía Elisea, tia María… que pasaron por algo parecido. El dolor, es algo personal, intransferible, a cada cual le duele “lo suyo”, pero por desgracia, estás en ese grupo de mujeres con un valor sin límite y un sufrimiento igual.
Hace poco la vida te robó a una nuera. Hace algo más a tu marido, y tiempo atrás, a tu hijo en plena juventud y de igual forma a la Luz de tus ojos. Y, ahora este otro hijo tuyo se te acaba de marchar.
Muchas fechas tristes para el recuerdo. Ya no hay lágrimas porque los ojos están secos y el corazón acartonado de tanto dolor. Y, a pesar de todo, sigues adelante, con la mirada perdida y la voz cansada, con el andar pausado y la mente dando vueltas a preguntas sin sentido. Sales poco de casa, reviviendo quizás, los momentos felices que guardas en el recuerdo, acariciados por el sol en la Calzada o el interior de tu patio.
Solo tú, conoces lo pasado y vivido. Solo tú sabes lo amarga que puede ser una vida y, el ¿por qué? De seguir viviendo “para esto”.
Tu recuerdo me causa dolor, y es a la vez interrogante, ejemplo y motivo de superación de “esas tonterías” por las que sufrimos en nuestra vida diaria, sin llegar a intuir lo que es el verdadero sufrimiento.
Es normal que a lo largo de nuestra existencia asumamos que nosotros o nuestra pareja podamos morir antes. Pero nunca una madre debiera ver morir a sus hijos. Ella, que llevo en sus entrañas la vida y la vio alumbrar, no debería en vida, verla desaparecer.
De pronto, todos los sueños que forjas, se rompen y desaparecen. Del pasado se rescatan los momentos felices porque el presente es amargo y el futuro se quiebra. Ya, ni siquiera se hacen preguntas. ¿por qué a mí?, ¿qué sentido tiene? ¿para qué?. No hay respuestas, pero, a pesar de todo, tú sigues adelante, vives y te levantas cada día y, rumias tu dolor al sol o al calor de tu hornacha, en soledad, en tu intimidad más tuya,
Solo tú sabes lo que duele. Solo tú, logras dominar los límites de la amargura y superar el día a día a pesar de tu inmensa tristeza. Te mereces, cuando menos la muerte más serena y en paz que cualquier persona pueda tener.
Te admiro y acompaño a tu dolor. Y comparto el recuerdo de tu último hijo, que fue mi amigo de infancia y que ha traído a mis recuerdos, momentos y charlas con los tuyos. Es curioso, como la muerte aviva recuerdos que pensábamos olvidados.
Desearía, y así a Dios le pediré, que lo que te quede de vida, sean unos días reposados, en calma y paz interior, tranquilos y sin más sufrimientos que los que tienes.
Eres ya bisabuela, parece que en medio de tanto dolor la vida florece y te perpetúa, para que te hagas eterna en tus biznietos y haya merecido la pena tu existencia.
Qué extraño destino, el que permite una vida larga cuando está llena de sufrimiento. Quizás no compensen tantos días amargos. Solo tú conoces esta respuesta.
Que veas florecer muchas primaveras más, y al viejo peral de tu patio que siempre da fruto.
Un cariñoso recuerdo
Nos veremos

que bonito yque tristeza mi familia y ellos nos tenemos mucho cariño que pena siempre estarán en mi corazon