Villalba de Guardo - Palencia

Julio era el mes por excelencia de la siega y del calor, de la fatiga, el cansancio y el trajín.El no descansar comiendo deprisa, para, acabada una tarea , comenzar otra.
Se comenzaba con la recogida de la hierba :segar, dar vuelta, arrastrar, cargar y meter al pajar. Soportando un sol de justicia y el "polvillo" del heno seco, que invadía la nariz y ennegrecía los mocos.
No había reposo y hasta el postre se comía en la rabera del carro camino de los prados.
Si había la suerte de un día de tormenta se agradecía el descanso aunque luego hubiese más trabajo.
Acabada la hierba, llegaba la mies con su siega, acarreo, trilla y vieldo. Y, si sobraba algún rato dentro de estas actividades las patatas se llevaban el poco descanso: rastrear, amontonar,escarbar y la delicia del riego.
Llegaba la época del baño en los pocos ratos libre y el pueblo entero , sobare todo la vega, era, como un hormiguero. Gente a todas horas y en cada lugar. Todo era un ir y venir a las faenas del campo. Mugidos balidos, ladridos, cantos de las aves, ruidos de ruedas sobre las piedras del camino y canciones y silbidos de los hombres. Vida y encuentros, saludos por todas partes.
Pero a pesar de este ir y venir, hacer y rehace, había un momento del día esterado e inigualable; la llegada de la noche que traía el regalo del fresco cierzo y el juego. La maya, el pañuelo y otros muchos colectivos eran el colofón del final del día.
Aquellas noches, largas,serenas, refrescantes, eran un premio a la tarea diaria al que los niños no renunciábamos y esperábamos con deleite.
El grito de la madre llamando a dormirnos volvía a la realidad, pero quedaba el disfrute y la esperanza de mañana.
Y, a pesar del permiso para trabajar había un día de plena prohibición en mitad del mes, el día diez y ocho. Era el mejor día para reponer fuerzas y disfrutar: Ir a cangrejos y hacer una merienda en familia o vecindad.
Lllegaban los primeros "veraneantes" como llamamos pro aquí a los hijos del pueblo que fuera de él venían a visitarnos y a ayudar a la familia. Algunos estaban fuera de España y a estos los recibíamos con m´s interés por las noticias que nos daban de la vida en otros lugares. Ellos eran privilegiados porque tenían vacaciones.
Porque veranear, lo que se dice veranear, solo lo hacían " los señoritos" y los curas o frailes del pueblo, aunque no todos.
Julio era el mes de las faenas sin fin y el sol abrasador, Pasar "las canículas de Santiago" era todo un reto, y aquellos días interminables que comenzaban antes del amanecer y se iban bastante después de la
puesta del sol