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Villalba de Guardo - Palencia

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16-09-14 16:02 #12234659
Por:delaheraluis

LA PRUEBA
Este verano no he visto en las fiestas a una de las familias a las que m´s gusta el pueblo y no suelen faltar. LA GRAN FAMILIA DE TÍA MARÍA Y TÍO JERONIMO.
Hace años, cuando hicimos los homenajes a los mayores, el novio de esta historia me dió un papel escrito de su puño y letra que creo es el momento de reproducir, porque aún le conservo.
" Este homenaje que hoy os hace vuestro pueblo a todos los mayores es muy merecido.
Los años que pasastéis de mucha miseria, y con muchos esfuerzos hoy tiene recompensa; tenéis al sr Alcalde más activo, porque a la vista está. Tenéis por donde pasear con vuestro plantio. Con buen alumbrado, bancos y árboles naturales, y este río que tiene el agua cristalina y sus truchas; es una gozada estar pasando la vejez en este lugar. Que lo disfrutéis muchos años más".
Villalba de Guardo 16-8 1998
Firmado Sadot García

LA PRUEBA

En los años cincuenta y sesenta, comenzaron las gentes del pueblo a emigrar, en busca de un futuro mejor y de trabajo.
Aquellas familias que tenían muchos hijos y no tenían capital para emplearlos, se fueron en busca de un mejor horizonte. Algunas fuera de España, otras, fuera del entorno, hacia las grandes capitales españolas: Madrid, Barcelona, Bilbao, Valladolid…
Parte de la paga, la enviaban a casa para ayudar, sobre todo, hasta que se casaban y formaban nueva familia.
Una de estas familias, cuyos hijos, en este caso hijas emigraron del pueblo, fue la de tía María y tío Jerónimo.
Vivían, prácticamente en medio del pueblo, en la calle “La Barrancosa”, al lado del estanco de tío Demetrio.
Durante muchos años tuvo una hornera delante de la casa que imitaba a una máquina de tren, hecha por el dueño, que a todos los niños y vecinos nos llamaba la atención. Duró muchos años, hasta que al marcharse a vivir a Guardo y vender la a Manolo y Justina, los nuevos dueños la derribaron.
Aquel dinero de la venta de la casa y otros ahorros invertidos en unas huertas, le rentaron buenos beneficios al revenderlos a las monjas de “El Amor de Dios” para hacer un nuevo colegio. No cabe duda que el tío Jerónimo era un hombre, activo, con buen ojo inversor y un gran emprendedor, a demás de tener muchos oficios: labrador, carpintero, albañil, y lo que se terciara.
Nada se le ponía por delante.
El matrimonio de María y Jerónimo fue fructífero, a la vez que algo desgraciado, porque se les murieron varios hijos, pero fueron de las familias más numerosas del pueblo de aquella época. Una gran familia.
La vida les daba sobre todo, hijas, que, cuando se hicieron mayores, como muchas otras del pueblo, se fueron “ a servir” a la ciudad, en este caso, a Barcelona.
Cuando un miembro de una familia se iba y le iba bien, solía llamar y arrastrar a otros a su lado. Como ocurrió en este caso.
Eran mozas, guapas “dispuestas” como decimos por aquí, pero sobre todo, formales y trabajadoras.
En lo que a mis recuerdos de niñez y juventud alcanzan, no recuerdo a nadie “vago” en el pueblo.
El caso es, que sus hijas, como era ley de vida, conocieron hombres, se enamoraron y tuvieron novio.
Lo normal, por aquellos años, era que los noviazgos fueran serios y no durasen mucho. Después de las primeras promesas de futuro se tuviese que presentar la pareja a la familia para pedir su permiso, dar la aprobación y formalizar el compromiso.
En aquellos años, cuando alguien se iba lejos, solamente se les volvía a ver una vez al año, en vacaciones de verano. El nexo de unión eran las cartas, que con cierta periodicidad llegaban en uno y otro sentido, trayendo las noticias: las buenas , malas y regulares.
Cuando llegó aquella carta de su hija anunciando que aquel otoño iba a ir a visitarles y que llevaba a su novio, futuro marido, para ser presentado, al tío Jerónimo y a la tía María les causó cierta desazón y nerviosismo.
Los noviazgos en el pueblo, por aquel entonces eran más sencillos y más, si eran personas del pueblo o del entorno. Enseguida por conocimientos de familia se recogía información y se buscaba alguna referencia de: ¿Cómo era? ¿Qué familia tenía? Y datos parecidos.
Eso en esta ocasión, era un imposible. Demasiada distancia, demasiado desconocimiento. Habría que recurrir a otros métodos.

Todos los padres quieren para sus hijos lo mejor. Y, a la hora de dar su para-bien, aprobación y bendición quieren tener elementos de juicio para el futuro marido. No había nada en este caso, y lo que era peor, ni forma de saberlo. Deberían fiarse del criterio de su hija y que fuese” lo que Dios quiera” y para bien.
No obstante ,después de darle muchas vueltas al asunto, María y su esposo decidieron comprobar algunas cualidades del pretendiente, haciéndole, una prueba.
Pasaron varios días dándole vueltas en su cabeza, sobre qué prueba ponerle hasta que lo decidieron.
Cuando su hija y su novio llegaran al pueblo, sería el tiempo de la recogida de las patatas.
Esos primeros días de otoño suelen ser: suaves, calmados, algo frescos en las mañanas y a la puesta del sol, pero en general, agradables.
Lo primero que hacia la familia al llegar todos juntos en el carro a la tierra sembrada ,era buscar un sitio ideal hacia la mitad de la finca, a veces en una tierra del vecino vacía. Mientras el padre desuncía la yunta del carro y la uncía de nuevo al arado, otros, preparaban los sacos y los cestos, calzaban el carro y le colocaban los “peones” y otros hacían una lumbre que iba a permanecer encendida toda la jornada y que recibía la visita esporádica de unos y otros para dar un calentón a sus ateridas manos y comer en su entorno de una cazuela común.
Las patatas, se recogían a mano, y, a pesar de que algunas personas usaban guantes, otras, no tenían para ellos y los dedos se quedaban fríos y tersos.
A los dos días de la llegada al pueblo de la pareja, tío Jerónimo, según lo acordado con su mujer, pusieron en marcha su plan. Se irían a sacar patatas. Quería comprobar si el novio de su hija, que era un “ chico de capital” valía para estos trabajos. Quería saber, que “maña” se daba. Sí era listo para aprender. Dispuesto para el trabajo y resistente a la fatiga. Un hombre experimentado de campo como él enseguida se daría cuenta de estos detalles y podría adivinar algunas faltas o virtudes que ignoraba.
Todo se preparó para la mañana siguiente, y, a pesar de algunos pequeños inconvenientes, como buscarle la ropa y el calzado más adecuado que el de la capital, comenzó la prueba.
La yunta de tío Jerónimo fue abriendo el surco de patatas, marcado por las secas retamas. Sobre la tierra iban quedando resplandecientes, limpias y luminosas los amarillos frutos; grandes, pequeñas y a veces algún pie colorado iban a parar a un cesto de mimbres, y de allí, al saco, o a granel al carro para de allí acabar en la oscura y fría patatera hasta ser seleccionados en el frío invierno para su venta.
Tío Jerónimo, a veces de frente, a veces de soslayo o reojo, no apartaba su vista del futuro yerno, y, éste, le sorprendió con su actitud, disposición y resistencia
Lo que no sabían tía María y su esposo es que el novio era también de pueblo y, recogía patatas más que nadie.
La prueba estaba superada. Las dudas despejadas y el futuro abierto y sin sombras.
Cuando acabaron las vacaciones, su hija y su novio se llevaron en la maleta además de sus cosas, todas las bendiciones de sus padres.

Pd.- De esta familia, guardo y recuerdo más anécdotas
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