Riogordo - Malaga

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.

Federico Garcia Lorca

Jacinto bajó para La Plaza, la tarde era fría y no apetecía nada estar parado en la acera, así que decidió beber una Piña en uno de los bares que tenía cerca.
-Buenas tardes- saludó Jacinto al entrar
-Buenas tardes- contestaron todos los presentes.
-¿Que va a hacer? -Preguntó Miguel, el encargado de la barra.
-Una piña de mosto .- Dijo Jacinto acomodándose en una silla que había libre.
-¿Hoy que?- Inquirió Antonio dirigiéndose a Jacinto.
-Hoy tala-contestó Jacinto, y tras una breve pausa añadió-: la aceituna está muy mala. A ver si lo poco que llovió el sábado la engorda algo y podemos seguir recogiendo.
-Si, nosotros estamos lo mismo.- Termino Antonio después de beber un sorbo de cerveza.

EL año se ha presentado malo. Al paro que azota al pueblo -dedicado casi exclusivamente a la construcción- se añade el mal año de cosecha de la aceituna, debido a la falta de lluvias.

Después de pedirle a Miguel que le llenara la piña Jacinto se dirigió otra vez a Antonio:
-¿Me han dicho que han dimitido dos Concejales del psoe?
-Eso dicen -contestó Antonio añadiendo-: creo que han sido Antonia y Luis.
-¿Y eso por que? -volvió a preguntar Jacinto.
-Pues no se. Seguramente será por diferencias entre ellos -sentenció Antonio-
-¿Se sabe quien los sustituye? -Preguntó Jacinto-
-Creo que Mari Carmen y Rafael, pero no estoy seguro -contestó Antonio. Y añadió-: De todas formas es lo mismo. Hasta ahora no se ha notado que haya oposición en el Ayuntamiento.
-Será la falta de costumbre -dijo Jacinto-

Antonio se levanto y pidió a Miguel que les volviera a servir nuevas bebidas. Jacinto dijo que no le apetecía mas, Gracia le esperaba para cenar. Pagó la cuenta y después de despedirse de los presentes
salió del bar y tomó camino para la Calle Santo Cristo. Cuando llegó al Cerrillo hizo una parada y mirando al cielo murmuro: “nada, que no llueve”.

A las siete de la mañana sonó el despertador. Gracia lo silenció y abrió un ojo como temiendo tomar contacto directo con el día, lentamente se incorporó de la cama y se dirigió al pequeño cuarto de baño que existía en el mismo dormitorio. Después de asearse y vestirse intento despertar a Jacinto:
-Jacinto, Jacinto...vamos que es la hora.- susurró Gracia inclinándose sobre él.
-mmmmm ¿Ya?
-Si ya, vamos que hay cosas que hacer.- le respondió Gracia dirigiéndose hacía la cocina.
-Si que hay cosas que hacer, si- dijo Jacinto incorporándose de la cama.
Ya en la cocina Gracia empezó a preparar el café para desayunar y la comida que llevarían hoy al campo Jacinto y su hijo Salvador. Sacó del frigorífico lo necesario y se puso en la tarea. Este año las canastas iban menos repletas, aunque con lo necesario para una buena alimentación. Los efectos de la crisis económica habían llegado a casi todos los hogares del pueblo y la suya era una de ellas. Jacinto estaba ya en la cocina y ella le preguntó:
-¿Hoy vais de tala o de aceitunas?
-De aceitunas- contestó Jacinto añadiendo-: no hay olivos que talar, cogeremos algunos de los que estén mejores.
-Pues eso es tontería,deberías dejar que maduraran algo más.
-Ya lo se Gracia, pero si no vamos a la aceituna ¿donde vamos hoy?
-Anda, ve llamando a Salvador que se vaya levantando.
-Ya voy, algunas veces pienso que seria mejor quedarnos todos acostados. Llegará el día ya veras.
-Anda anda, no digas tonterías.

Jacinto estaba cada día mas desanimado. Hacía ya varios meses que estaban sin empleo él y Salvador. Siempre aprovechaba cualquier momento para hablar con los antiguos compañeros de cuadrilla a ver si salía algo que hacer pero todos estaban igual que él, sin trabajo. Las obras grandes estaban paradas y de las pequeñas no había para todos. Su hijo se estuvo dedicando a montar andamios para una empresa importante y la verdad es que ganaba bastante dinero en la época de los grandes montajes pero ahora que solo le llamaban para cosas pequeñas los gastos que tenía que realizar superaban al dinero que obtenía. La situación era complicada. Jacinto subió las escaleras y se dirigió al dormitorio de Salvador, abrió la puerta y lo llamó en voz baja:
-Salva, niño, venga que es tarde.
-Estoy despierto papa, ya voy
-Hoy vamos de aceituna, prepara los tordos y el vibro.
-¿De aceitunas?
-Si. Los olivos recogidos ya están talados y la leña quemada, no tenemos otra cosa que hacer.
-Lo que tu digas, pero yo creo que es mejor esperar unos días.
-Bueno ahora veremos- contestó Jacinto dirigiéndose de nuevo a a cocina.
Gracia terminó de preparar el desayuno. Jacinto entró en la habitación y sentó a la mesa.
-Dice el niño que es tontería ir a las aceitunas y estoy pensando que tiene razón. Es mejor esperar unos días más.
-Pues claro, ya te lo dije.- asintió Gracia- Hoy podíais dedicaros a ver como está la cosa de trabajo.
-Si, eso haremos. Me voy a acercar al Ayuntamiento a ver como va la Bolsa de Trabajo. Igual piensan dar puestos de trabajo para la reforma del tanatorio.
-Muy bien. Yo voy a ir a la Caja a ver como está la cartilla. Seguramente habrán cobrado algún recibo.
-Seguro, eso no se les olvida nunca.
Salvador entró en la cocina y dio los buenos días a su madre con un beso. Se sentó a la mesa y los tres empezaron a desayunar. Jacinto le dijo que dejara el vibro y los tordos, que iban a esperar a ver el tiempo. Terminaron el desayuno y se dispusieron a salir a la calle, a ver como se presentaba el día.