¿Porque a estas noticias no quieren que se sepan? El Imparcial Por Miriam Carmona19-03-2011 Los medios de comunicación se han volcado en cubrir todas y cada una de las revueltas que se están produciendo en el mundo árabe. Casi en directo, la opinión pública ha siso testigo de cómo han caído los gobiernos de Túnez o Egipto y de la brutal represión que sufren los rebeldes libios ante un Gadafi que no se apea del poder. Sin embargo, una revolución, quizá mucho menos impactante por carecer de violencia, ha sido silenciada en la prensa europea. Se trata de la ejemplar revolución cívica que se lleva a cabo en Islandia desde hace ya dos años. El país entró en bancarrota el pasado 2008 afectado por la crisis financiera materializada en la quiebra de Lehman Brothers, su moneda se desplomó, el principal banco del país se nacionalizó y la Bolsa quedó suspendida. Estos hechos sacaron a la población a la calle en unas protestas pacíficas pero con resultados inmediatos, pues obligaron a dimitir al gobierno en pleno, a elegir un nuevo parlamento y a convocar una asamblea compuesta por 25 ciudadanos sin filiación política que desde febrero de este año trabaja en un proyecto de Constitución. ¿Por qué se ha silenciado la revolución política islandesa? ¿Qué intereses tienen los políticos occidentales para acallar este ejemplo de civismo? ¿Temen los dirigentes europeos perder el protagonismo en favor de los ciudadanos o un contagio a la islandesa? Todas estas preguntas y otras las ha respondido a EL IMPARCIAL el analista político y profesor de en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Jaime Pastor. “Evidentemente, existe entre las democracias europeas el interés de dejar a modo de nota el caso islandés”, comenta Pastor que justifica este interés en que en Islandia “se ha rechazado la salida de la crisis que se han establecido en el resto de occidente”. “Cuando el Gobierno islandés planteó pagar a los acreedores, principalmente de Gran Bretaña y Holanda, y saldar así la deuda ocasionada por la crisis financiera, hubo un referéndum y la Ley fue rechazada” con el 93 por ciento de los votos, lo cual en palabras de este profesor de Ciencias Políticas vino a confirmar que “existe otra vía de respuesta a la crisis que no sea la socialización de las pérdidas, gracias a la presión de una población que no quiere pagar los costes de la crisis”. Según explica Pastor, “la de Islandia no es una revolución al estilo árabe, pues la primera tiene relación con la crisis financiera, mientras que las que se suceden en África tienen más que ver con la carencia de derechos y la denominada crisis alimentaria”. En definitiva, los cambios que desde 2008 ocurren en Islandia tienen que ver con “una salida antineoliberal de la crisis financiera”. Ante la reflexión de que el ciudadano en cierto modo ha sido expulsado de los procesos de toma de decisiones, Pastor opina que “se ha impuesto en el mundo occidental el impedir al ciudadano opinar” y cita como ejemplo a España: “Todas las decisiones políticas que Zapatero ha venido tomando desde mayo de 2010 poco o nada tienen que ver con su programa electoral y, por tanto, deberían haberse sometido a referéndum”. En decisiones como financiar la deuda de los bancos, privatizar las cajas de ahorros o la reforma de las pensiones el ciudadano tiene mucho que decir. En la actualidad, “la democracia está literalmente secuestrada por el poder de la gran banca”, asegura Pastor que añade además que “los dirigentes políticos se aprovechan de esa indignación resignada de la gente ante un índice cada vez mayor de corrupción”. Por todo ello, el objetivo cumplido por parte de las democracias europeas de acallar el clamor islandés, cuanto menos, se puede decir que no es casual. “Los grandes Ejecutivos europeos, como el alemán, el británico o el francés, temen el contagio y por ello propician el silencio”, asevera este analista político. “Islandia ha sido un ejemplo de manual”, asegura Pastor que explica además que “fue un país que hasta 2008 tuvo un crecimiento vertiginoso, era visto como uno de los lugares más felices y su renta per cápita era muy alta”. Muchos gobiernos de alrededor citaba a Islandia como ejemplo a seguir, eso sí, hasta 2008 cuando estalla la burbuja inmobiliaria y cae Lehman Brothers, lo que llevó a Islandia a la bancarrota. “Hoy no quieren (los gobiernos) que se recuerde cómo estaba Islandia antes y, sobre todo, no quieren que se hable de cómo la ciudanía dijo no al pago de los acreedores”, concluye Pastor. |