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CONVENTO DEL SANTISIMO SACRAMENTO

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CONVENTO DEL SANTISIMO SACRAMENTO
CONVENTO DEL SANTISIMO SACRAMENTO

La fundación del monasterio carmelitano del Santísimo Sacramento se debe principalmente a un ilustre hijo de Cañete, D. Melchor de Rojas y Saavedra, rector que había sido de la Universidad de Osuna desde 1.606 a 1.609. En 1.645 hizo testamento en dicha ciudad ursaonense, dictando cinco años más tarde un
codicilo mediante el cual era de su voluntad que se fundara en su ciudad natal un monasterio de clausura,a ser posible de “mercenarias descalzas”, a las que sin durada conocía por su vecindad con la Universidadde Osuna. En caso de no ser posible esta fundación mercedaria, como en efecto no lo fue, quería las
monjas fuesen de la misma orden y observancia descalza que los frailes franciscos fundados en la ciudadpor D. Juan de Prados en 1.620. Tampoco esto fue posible, ignoramos por qué razones. Y como última alternativa estaban las carmelitas observantes de la Provincia de Andalucía. Y éstas fueron las destinadas a hacer cumplir la última voluntad del ilustre personaje cañetero, aunque fuese en última instancia, pero así lo dispuso la divina providencia no sabemos porqué misteriosas razones.

Era voluntad del fundador que las monjas fuesen “muy recogidas”. El lugar del monasterio habría de ser en unas casas de su propiedad que Don Melchor poseía en Cañete; el título que debería ostentar el monasterio era el del Santísimo Sacramento. Para su sostenimiento legó 800 ducados anuales de censo a favor de las religiosas, además de un cortijo de su propiedad y con todas sus rentas.
A cambio se le había de aplicar una misa diaria en sufragio de su alma, con un solemne funeral en el aniversario de su defunción.
Varios años pasaron hasta poner en ejecución lo dictado en el testamento.

Posiblemente se estaban buscando entre las comunidades mencionadas en el testamento las monjas que estuvieran dispuestas a fundar en Cañete. No parece que esto fuera tarea fácil. Fueron al fin las carmelitas de Villalba del Alcor,
una observante comunidad onubense, las que estuvieron dispuestas a marchar a aquella lejana ciudad en pleno serranía. Si se trataba de elevar el alma a Dios en retiro y soledad, ¿qué mejor que aquellas roqueñas alturas? Con fecha del día 1 de febrero el arzobispo de Sevilla, fray Pedro de Urbina, extiende
las letras de licencia. Y ese mismo día el P. Eustaquio Gutiérrez, provincial de los carmelitas andaluces,otorga poderes al P. Cristóbal de Avendaño para que se encargue de la dicha fundación. Finalmente el seños provisor y vicario general del arzobispado hispalense, D. Pedro Muñoz de los Díez, ordenó se llevara a cabo todo lo establecido en el testamento del fundador.

Durante los diez años que mediaron entre la muerte del fundador y los comienzos de la fundación, a causa de las malas cosechas las tierras se habían devaluado notablemente por lo que ya no era el mismo capital que habría de financiar a las seis monjas que por el legado habrían de entrar en el monasterio sin dote.
El P. Avendaño discutió el asunto con los albaceas proponiendo que en vez de seis fuesen cuatro. Después de un enojoso pleito con los patronos, vinieron las partes a una concordia en virtud de la cual, las monjas que podrían entrar sin dote serían cinco, y no más, sin menoscabo de la economía conventual.

También se nos dice que el mismo provincial, a la hora de elegir religiosas que fuesen “primeras piedras” en la nueva fundación, como San Juan de la Cruz deseaba que fuesen, estaba discurriendo en quién pondría los ojos para el cargo de priora, la máxima responsable en la nueva erección comunitaria, cuando “una noche, en sueños, oyó una voz que le decía: “envía por priora a Catalina de Jesús”. No hizo caso por no conocer a esta religiosa ni dar pleno asenso al sueño. Repitióse la voz en la siguiente noche y, dándole crédito, al día siguiente vino un religioso de Villalba y preguntándole si conocía a esta monja, le informó muy a satisfacción de su santidad y virtud. Y creyendo ser aviso del cielo, la nombró por, priora, dándole facultad de obediencia, la M. Catalina de Jesús Zabaleta aceptó el cargo y el ministerio.
El P.Provincial le dio facultad para que ella misma eligiese a las cinco restantes religiosas que habrían de formar la primera comunidad, y sí lo hizo. La M. Feliciana de San Agustín iba como supriora y maestra de novicias;la :M. Sor Juana de San Miguel habría de ser la tornera. Eran las restantes la M. Sor Mariana de los Ángeles, que iba de sacristana, y Sor Beatriz de San Gabriel, todas de Villalba; a las cinco se les habría de sumar la M. Jerónima de San Eliseo, del cercano y observante Carmelo de la Encarnación de Antequera.

“Entrando ellas aquí día de la Presentación de Nuestra Señora (21 de Noviembre), fueron a parar a casa de D. Luis de Arana, beneficiado de la parroquia y persona muy honorable, el cual por tener casa aparente y ser primos hermanos de nuestro Padre Fundador, llevó allá a las Madres y las tuvo con gran veneración, como si estuvieran en el convento, hasta que se acabaron de disponer las cosas necesarias para venirse al de la presente fundación, que fue el día 10 de diciembre, ,como ya queda dicho, cuando tomaron la posesión”.

Y he aquí que un día de riguroso invierno legan las animosas monjas fundadoras a Cañete. “Se tomó posesión y coloco el Santísimo del domingo, día diez de diciembre del referido año (de 1662). Vinieron del convento de San Juan Bautista seis religiosas carmelitas de probada virtud, como se verá en sus vidas
que escribiremos después de este capítulo, y lo que sintió el demonio esta fundación por lo que se había de servir a Dios en este observantísimo convento”, escribe el P. Fernando de la Corte en su minuciosa crónica. Y nos cuenta de qué extravagantes y continuas estratagemas se valió el demonio a fin de entorpecer aquella fundación, según habían transmitido durante años las Madres primitivas y que de tan vivo recuerdo había quedado en la tradición del monasterio.

El fundador había comprado en una recoleta plazuela del pueblo un antiguo “mesón, dos tabernas y otras casas contiguas”. Mientras se acomodaban para convento las diversas viviendas, las monjas habían sido gentilmente hospedadas en casa de D. Luis de Arana, beneficiado de la iglesia parroquial. Y no hacia falta que el infierno se revolucionase por la llegada de aquellas santas mujeres puesto que había otros intereses por parte de algunos vecinos poco dispuestos a que las tabernas se cerrasen (que tal vez fuera ésta una
de las intenciones del fundador), a la vez que se privaba a la población de un refugio de caminantes y escenario de no pocas aventuraras tan comunes en aquellos años.

El caso es que, una vez instaladas las monjas, “se oían en el aire muchas voces que se explicaban con maldiciones a las religiosas y de día y de noche se oían en los sitios retirados del convento espantosos ruidos... Por una ventana del convento que miraba a la calle y aun no se le había puesto celosía, se asomaba
un demonio en forma de monja y hacia señas a los que pasaban para desacreditar a las religiosas”. Hasta las campanas del nuevo monasterio quedaron dañadas por ciertos golpes que un siniestro personaje, visto por el propio procurador del convento, se encargaba de descargar hasta quebrarlas “de suerte que fue
menester fundirlas otra vez”. Librada valerosamente por las monas aquella primera batalla, conjurada la casa por numerosas cruces colocadas en los lugares principales del monasterio, también el Señor se hizo presente para mostrar cuánto le complacía lea instalación de sus carmelitas en aquel rincón de la sierra malagueña.
Y así, la Madre Josefa de San Florencio, una de las fundadoras, pudo contemplar cómo el buen Jesús pasó por aquellos claustros de forma grave y solemne con su cruz a cuestas, dando a entender cuál habría de ser el talante de las nuevas religiosas que habitaran aquel convento; en otra ocasión contemplaron las monjas al Niño Jesús que graciosamente se echaba en los brazos de sus escogidas esposas, “llenándolas de fervor y de otros celestiales dones”.

Respecto a la construcción de la iglesia conventual, si hemos de atenernos a los datos que se nos dan con tanta precisión en la vida de la venerable M. Sor Josefa de San Florencio, son los siguientes. “Pocos meses antes de morir la Venerable M. Josefa, desearon las monjas comprar una casa contigua a la iglesia del convento para agrandarla y servirse de las demás viviendas en oficinas que les eran útiles, y proponiéndolo al dueño y ofreciendo el valor al amo de la casa, se cerró en no quererla vender por precio justo, y viendo la tenacidad, rompieron una pared y con cruz y ciriales se entró la comunidad en ella.
“Sintiólo el dueño y puso pleito ante el Provisor del Arzobispado de Sevilla en cuya diócesis está el convento, y afligidas las monjas dieron noticia a la venerable San Florencio que estaba ya tullida en casa y respondió:
“¡Déjenlo, que él perderá el pleito, y con parte de su caudal se agrandará la iglesia!”
Esto sucedió años de 1724, y habiendo mandado el juez que se contentase al dueño con el precio tasado de la casa, y dejadas las monjas quietas en su posesión, pasados 21 años entró de religiosa una hija del dueño y con su dote
determinaron las monjas hacer la obra de la iglesia, y llevó el R. P. Mtro. Fr. José de Castro, Provincial,un maestro de arquitectura de la ciudad de Antequera, el cual trazó una iglesia de 25 varas con el ancho correspondiente y crucero, y el costo salió de la dote de la niña que profesó el año de 1747, habiendo entrado por su devoción desde pequeña edad y seguido la comunidad den todo, como si fuese profesa.

Celebrose la dedicación de la iglesia este años de 1753 con asistencia de los cabildos eclesiástico y seglar (durante) tres días”.
Enviado por: Saborense | Ultima modificacion:02-07-2009 13:08
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Foro-Ciudad.com - Ultima actualizacion:15/01/2020
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