Arriate - Malaga

Ahora que corren malos tiempos, nos acordamos de los que nos han sangrado como las sanguijuelas. Ahora nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos los desmanes que han hecho con nuestro dinero y es ahora cuando nos sentimos víctimas. Pero, ¿somos víctimas o hemos generado nosotros todo esto? ¿Dónde están esos valores que siempre nos hemos atribuido las sociedades mediterráneas? ¿Dónde está el respeto? ¿Y la dignidad de esta sociedad? Hemos perdido claramente los valores. Ya no se respeta a nadie y eso se mama desde la casa. Todos son los malos menos yo. Todos son cuestionables. Incluso aquellos que han dedicado su vida a educar y a formar a los demás. Sigue estando por delante, socialmente hablando, el que ha sido capaz de hincharse los bolsillos aunque sea de modo poco digno.
Ya no tiene valor la palabra de un profesional de la educación, adulto y con una trayectoria. Anteponemos las sandeces que cualquiera de nuestros hijos nos dice y ni siquiera preguntamos el porqué de las cosas, directamente vamos a poner a “ese o esa en su sitio”: “… a mi niño no se le hace eso, o se le dice aquello… “, “mi hijo no miente…” y todo eso de lo que nosotros adolecimos.
Si íbamos a casa con una nota citando a nuestros padres, mas nos valía prepararnos para un “algo habrás hecho” y lo que pudiera venir detrás.
Esta absurda superprotección de los niños y niñas, sólo les enseña que el malo siempre es el otro y que ellos nunca lo hacen mal. Bueno, nunca salvo que sea a mí a quien molesten o incordien en cuyo caso estará justificado cualquier castigo.
Saben que si llegan llorando, los padres y madres iremos a comernos a esa persona que ha hecho a mi “inocente criaturita sufrir… “. Antes de saber qué ha pasado, montaré en cólera gritando y exigiendo que tal o cual profesor o profesora peregrine en acto de penitencia por el pueblo y sea sometido a escarnio público. “Digo, lo que le ha hecho al inocente…”
¿Qué ha hecho? ¿Intentar educarlo? ¿Intentar socializarlo? ¿Intentar hacerlo una persona responsable y de provecho? ¿En serio pensamos como sociedad que los maestros les cogen manía a los niños? ¿Dónde está la dignidad de una sociedad que clama por una educación de calidad y luego permite que recorten medios y posibilidades para que ésta se lleve a efecto? Pero lo que es peor ¿no somos los padres y madres los que estamos recortando cada vez más el campo de acción de los educadores? ¿No somos nosotros los que los estamos desarmando quitándoles la razón en pro de unos niños que no saben lo que dicen o hacen, sino tan sólo se limitan a criticar al que les “amarga el día?
Una verdadera sociedad digna, plantearía una solución clara.
Lo más importante es la educación y dentro de ésta los primeros años son fundamentales. Los países verdaderamente avanzados en esto, esos que todos admiramos cuando salen en las famosas clasificaciones educativas, dedican a sus mejores estudiantes y profesionales a la educación primaria. Se les respeta y apoya tanto por las instituciones como por los padres y la sociedad en general y no se cuestionan continuamente sus métodos y trabajo. Se parte de la premisa de que el que hace esta labor formadora, lo hace por y con vocación; y no se plantea la premisa de que los maestros les tienen manía a tal o cual niño o niña. Hasta que no cambiemos esta mentalidad, hasta que no nos demos cuenta que los valores de una sociedad digna y honrada se establecen en los primeros años de vida no podremos encontrar ese camino que nos volverá a hacer crecer como pais.
Un padre avergonzado de esta sociedad y de esta localidad.