Meco - Madrid

Hola amigos.

Entre las costumbres que tiene mi círculo de amistades, está la de quedar en el campo (varias veces al año), para pasar un agradable día al aire libre. Este año, en un bonito día de finales del invierno, hemos decidido hacer la quedada en Cercedilla, concretamente en las Dehesas. Como el aparcamiento de tierra que hay allí, creo que se llama Majavillan, es el primero en llenarse, ya que es el más cercano tanto a las Dehesas como a la calzada romana, se hace necesario madrugar si se quiere encontrar sítio, más que nada para andar lo justo. Mientras esperamos a que lleguen los más tardones, hay una costumbre que se me antoja ancestral, llenar de agua las botellas en la cercana fuente.

Es un agua fría y cristalina y según los lugareños viene directamente de las cumbres de las montañas que hay allí. El agua es pura, por lo visto no tiene ningún tipo de tratamiento, pero aún así podría afirmar que no se puede beber un agua mejor en todo el mundo, tal vez me esté dejando llevar por el orgullo patrio, si es que algo me queda.

Mientras saboreo con delicia, esas frías aguas, se me viene a la cabeza que el agua no es de nadie. Es más, yo creo que es de las pocas cosas que literalmente “nos caen del cielo”. Por tanto llego a la conclusión de que el agua no es de nadie y como consecuencia pues es de todos. También pienso que no todos opinan lo mismo. El gobierno regional de la “Señora” Aguirrre ha tenido la “genial” idea (esto último con ironía), de querer privatizar el agua de todos. Para ello quiere vender, ni más ni menos, que el 49% al sector privado. ¡Casi na! Con independencia de lo que se opine de las privatizaciones, que de todo tiene que haber, es un hecho indiscutible que la venta de parte del Canal de Isabel II, es una pérdida, más que considerable, del patrimonio. Las empresas públicas, sobre todo las rentables, ofrecen un servicio social no solo indispensable sino que además aportan importantes beneficios, 98 millones de euros aportó el pasado año el canal a las arcas del estado. Después de la venta de casi el 50 %, concretamente el 49 %, dejaríamos de ingresar casi la mitad, o lo que es lo mismo 48 millones de euros al año. No está mal ¿verdad?

Pero la privatización, que a mí particularmente y como consumidor no me gusta, entre otras cosas por las consecuencias que ello va a tener para mi bolsillo, va a traer consigo otras “lindezas”. En principio y así para empezar, despidos a “tutiplén”. La empresa privada, lo que busca principalmente es rentabilidad, por lo que es perfectamente factible que aligeren la plantilla para bajar los gastos fijos que implican los costes de personal. Hasta aquí estamos de acuerdo todos ¿verdad? Sigamos. Las tarifas, como he dicho anteriormente y esto nos afecta a todos como consumidores, se supone que subirán más que considerablemente, más o menos como pasó en Paris cuando se privatizó el agua (curiosamente y no hace mucho, el agua en Paris, ha vuelto a manos públicas). Por último, - esto sí o sí- , una bajada en la inversión de las infraestructuras. Porque cuanto menos dinero se invierta, mayores serán los beneficios ¿no?. Y esto, es más claro que el agua de la que hablamos, porque una empresa lo que busca, por encima de todo, son beneficios.

Hace poco, concretamente el domingo 4 de marzo de 2012, como consecuencia de una iniciativa de la Plataforma en contra de la privatización del canal y el movimiento del 15 M, 177.685 personas votaron, en referéndum popular, en contra de la privatización del citado canal. Votación que por supuesto no es vinculante y que por tanto la “señora” Aguirre, -con toda la carga peyorativa que se le puede poner a la palabra “señora”-, haciendo gala de su indiferencia hacia el clamor popular, seguirá adelante con la iniciativa de privatizar el canal. Porque no debemos de olvidar, que la señora Aguirre es una neoliberal, y como tal pensará que cuanto más reducido sea el sector público, mejor. Y eso, que la privatización del canal, no estaba contemplada en su programa electoral.

Desde mi punto de vista, y además seria un detalle por su parte, la señora Aguirre, debería preguntar a los madrileños si quieren que su agua siga siendo suya. Es lo mínimo que una liberal debería hacer: dar la posibilidad de elegir. A menos que la presidenta considere que la democracia es votar cada cuatro años un programa que oculta cosas que se harán y de paso, no molestar demasiado entre votación y votación.

Yo por si acaso, seguiré llenado mi botella hasta arriba, en las fuentes que me vaya encontrando, no sea que también se le ocurran privatizar las fuentes con un sistema parecido al de los parquímetros.

Ya sabéis, un saludo a todos menos a uno.