Fuenlabrada - Madrid

Uno de los principios que rige mi vida es que cuando algo es importante para mí soy yo misma quien se ocupa de ello de principio a fin, sin delegar una sola tarea en nadie y sin dejar nada al azar. Así lo he hecho desde hace ya unos cuantos lustros y seguiré haciéndolo mientras Dios me lo permita.
Para mí, no haya nada más importante que mi familia, así que cualquier cosa que necesita ésta, me supone un proyecto de búsqueda, investigación y desarrollo como si me fuera la vida en ello (y realmente me va la vida en ello).
Hace algo más de 3 años mi hija estaba a punto de nacer así que necesitábamos una escuela infantil, cerca de casa, donde enseñaran mucho cuidaran a los niños muy bien y en definitiva fuese perfecta, por supuesto. Esta tarea con todas las hormonas revolucionadas y el desajuste mental que supone estrenarte como madre, pues dificulta el asunto, pero ahí estaba poniendo todo mi empeño, tratando de ser consciente de mi estado y luchando contra esa desconfianza innata que unas veces me ayuda y otras solo me dificulta la existencia, pero que en definitiva me caracteriza.
Así fue como encontré la escuela infantil “Pequeño Príncipe”, la mejor, sin lugar a dudas.
Lo primero que me impactó cuando entré fue el olor, a comida casera, a plastilina, a pinturas a papel, a niños, a madres, a padres, a abuelos, a NATURALIDAD y a NORMALIDAD. Todos los olores de mi infancia estaban allí y eso ya fue mucho. Salió ese instinto felino que llevo dentro y que rige en gran medida mi vida: La primera condición para aceptar algo, o a alguien es su olor (método irracional pero efectivo, en fin, cada uno tiene los suyos). Si algo no me gusta como huele no lo acepto, pero el caso de la escuela fue totalmente contrario, no es que me gustara, es que me fascinó, es justo lo que necesitaba en el momento oportuno.
Después apareció la directora, Sagrario, una SEÑORA de los pies a la cabeza; su sola presencia infunde respeto y autoridad, pero también profesionalidad, educación, modales, amabilidad y flexibilidad (iba ganando puntos por momentos, y a esas alturas yo ya necesitaba muy poco para decidirme), me enseñó todas las instalaciones y me explicó todas las normas y conductas.
Es necesario decir que yo fui sin cita y sin avisar, lo cual implica que yo irrumpí en su cotidianidad, y aun así me enseñaron todo y me explicaron todo. No había nada que preparar ni que ocultar ni que fingir, otro aspecto fantástico a tener en cuenta.
Unos momentos más tarde me presentó a las PROFESORAS/MAESTRAS Sonia, Ana y Eva. Sé que por titulación son educadoras infantiles pero hablando con propiedad prefiero referirme a ellas como maestras o profesoras, ya que se trata de unas grandes profesionales, llenas de humanidad, educación, respeto, saber hacer y paciencia.
Resumiendo, me encontré una escuela del más alto nivel profesional y humano, sobradamente preparado para acoger a mi hija puesto que cumplía exitosamente todos mis requisitos.
Haciendo honor a la verdad tengo que decir que no me encontré ni alta tecnología y ni súper-procedimientos psicopedagógicos enrevesados, pero tampoco los necesitaba ni formaban parte de mi lista de requisitos, es más, huía y huyo de ellos a tan tempranas edades. De una u otra forma la mayor parte de mi vida he estado vinculada a la educación y a la formación y esto tiene más contras que pros a la hora de elegir un centro para tu hija, porque conoces y sabes lo quieres, pero también lo que no. En cualquier caso esta escuela cumplió para mi todas las expectativas, solo faltaba la aprobación de mi marido. Antes he dicho que si algo no me gusta como huele no lo acepto, pues bien, si mi marido no lo acepta tampoco, su instinto es mi requisito y 15 años de experiencia me parece suficiente aval.
Así que una vez realizada la primera visita, a mí ya me habían ganado, pero quedé con Sagrario en volver con mi marido, ya que tenía tanto que decidir como yo, pero con más criterio porque a él las hormonas no lo estaban traicionando ni sus criterios pasan por ser olfativos, es decir, que tenía criterios más objetivos que yo, en fin, que le vamos a hacer.
Dos días después volvimos los dos y todo fue exactamente igual, los mismos olores, las mismas explicaciones y las mismas conductas, así que a él también le gustó tanto como a mí y sin más inscribimos a la niña, aun antes de nacer.
Una vez terminados todos los permisos y vacaciones que pudimos acumular comenzamos a llevar a la niña a la “guarde” (también sé que es una escuela infantil, pero me gusta más “guarde” y este término no le quita ni un poco de todo mi cariño y mi respeto); y allí ha estado yendo tres años.
La relación que hemos mantenido durante estos tres años solo puedo describirla con palabras de agradecimiento, he visto mil buenos detalles, con mi hija y con todos los niños, he recibido muchos y acertados buenos consejos, me han demostrado cada día su profesionalidad, estando a la altura de cada situación y lidiando con la excentricidades que a veces tenemos los padres, en definitiva, se han ganado el cariño de mi hija y por supuesto el mío.
Ahora empezamos una nueva etapa y solo pido que tengamos la misma suerte que hemos tenido con esta “guarde” que ha sido mucha. Y si hasta ahora no he opinado públicamente sobre la escuela infantil “El Pequeño Príncipe”, ha sido precisamente por eso, porque no había terminado la etapa, porque no me gusta hacer un balance sin terminar y porque ahora en mi opinión solo hay dos intereses y no son propios:
1- El reconocimiento al trabajo bien hecho de grandes profesionales. Se puede pagar por lo que trabajas pero un trabajo tan bien hecho y con tanto esmero no tiene precio que se pueda pagar con dinero.
2- La información de primera mano para aquellos padres que lo puedan necesitar. Este texto es muy extenso, pero es justo lo que a mí me hubiese gustado encontrarme hace tres años cuando busque “guarde” y solo encontré simpleces de manual o de rellano, según de donde vinieran. Espero le sirva a alguien y quien no le guste pues con no hacer caso es suficiente.
Solo me queda dos cosas por decir, la primera es que si tuviese una docena de hijos todos irían a esta guarde, sin dudarlo y la última: “GRACIAS” por todo, que no ha sido poco.