Santibáñez de Valdeiglesias - Leon

Carta te escribo | m. martínez


Querido hermano: Espero que al recibo de ésta, tú y los tuyos gocéis de buena salud; que hayas satisfecho la tasa del CTR y que los ineficaces gestores de Gersul busquen, y encuentren, cosa que dudo, una solución al desaguisado que entre todos han montado. A la vez, espero que don Francisco, alias Paquito Raquetas, apoquine los millones que adeuda, pues tiemblan mis viejas carnes pensando en las soluciones que él tiene previstas para salir del atolladero. Pero hoy, querido, dejaré ese camino que tiempo habrá para patearlo. Estamos con la fiesta, y las ferias, de San Andrés que cierra este dichoso mes. El abuelo para ese día 30 nos soltaba el refrán de «por San Andrés, el vino nuevo viejo es». Así lo ha demostrado a los madrileños ese monstruo que es Prada a Tope, haciéndoles agarrar un castañazo bien macerado. Recuerda que este santo era el que, en el pueblo, inauguraba la costumbre -”que ahora dicen etnografía y folclore-” de las hogueras onomásticas; costumbre que se prolongaba durante todo el invierno con dulces, caramelos, gaseosa de pito y orange a los incendiarios menores, galletas de coco y vino nuevo a los mozancones quienes así llenaban los oscureceres de carámbanos y nieves.

A este hilo del vino nuevo me agarro, hermano, con recuerdo para Carlos Domínguez Cidón, nuestro cocinero universal que nos dejó cuando mayo floreaba. Sus compañeros de profesión y maestros de prestigio le rindieron ya el homenaje merecido. La asociación de vecinos Los Arrieros ha solicitado que el Ayuntamiento de Astorga le dedique una de las calles del que fue su barrio, el de San Andrés, para que su memoria permanezca en las gentes del mismo y en especial para las nuevas generaciones. Porque la humanidad, la bonhomía y el saber de Cidón lo merece. Saber que nos dejó en los figones y en sus libros sobre cómo cocinar la reineta, el botillo, las setas o el lechazo. Y los buenos maridajes que se inventó con el vino; da un vistazo a Cocinando con vino o a De uva a uva y sus maridajes . Además, no perdía la tradición, las viejas recetas, mientras en ellas seguía investigando, para darle un nuevo toque..

Lo del vino, querido, sabes, le venía de casta; no en balde tenía sus raíces paternas en Santibáñez de Valdeigleias donde, tenemos que reconocerlo, se producen las mejores uvas de la comarca y por ende el mejor vino. Todavía unos cuantos -”no muchos desgraciadamente por la despoblación-” miman aquellas cepas de las que mana néctar.

Pues allí, en Santibáñez, tenía Carlos puesta su ilusión; la intención era conseguir su viña partiendo de las de los abuelos y producir su vino, su propio vino. Más de una vez me lo expuso todo ilusionado. Recuperaría viejas cepas y plantaría nuevas especies; la viña sería bautizada como Viña Vivaldi y Vivaldi sería el nombre del vino. En las laderas que vislumbran el Camino Viejo de Astorga; sobre la cuesta que se empina hacia Villares y en los predios de la tejera de arriba las vides pregonarían la recuperación de unos majuelos de terrenos propicios para diversas variedades vinícolas.

Sería la Viña Vivaldi, el sueño del hombre que inventó maridajes cocineros con diversos caldos y quería tener el suyo propio. Vendría a ser un homenaje que Carlos deseaba rendir a sus ancestros paternos, conocidos en la contorna por los Caletos . En su corta y fructífera vida logró la gloria como cocinero, que así gustaba denominarse. No tuvo tiempo de conseguir uno de sus sueños, de los más queridos y que a pocas personas trasmitía. Era su Viña Vivaldi, que ha de esperar; tal vez Noé. Así que, hermano, con vino nuevo que viejo es, brindaré en San Andrés por Carlos Domínguez Cidón, de la familia Caleto, de Santibáñez de Valdeiglesias. Por él.