Santa Olaja de la Acción - Leon

Ahí está! , firme, como si de un anciano anfitrión se tratara, dando la bienvenida a todo el que entra en el pueblo y la despedida a todo el que se va. Es "la casa de Tomasa", "la casa del lado de la carretera", o como algunos bien habéis dicho , "la casa más alquilada del pueblo".

! Ahí está! , mutilada en su ala derecha, demacrada y apagada. Su existencia ha sido larga y el deber lo tiene cumplido. Permitidme encender las luces de esta casa y rendir con ello homenaje a este anciano anfitrión.
Mirad a través de sus ventanas, a la vez que seguís mi relato, y conoceréis lo grande que fue y un pequeño trozo de la vida que cobijó.

Era el año 1955, por aquél entonces, mis padres tenían alquilada esta casa y yo venía a ser la tercera de sus hijas (mando foto), en 1957 nacía otra y antes del verano de 1961otra más.

Mi padre, albañil y carpintero, marchaba a trabajar de madrugada en bicicleta y regresaba al anochecer. Unas veces trabajaba en los pueblos vecinos, otras en el mismo pueblo de Santa Olaja. Sirva de ejemplo, en este segundo caso, los pilones o lavaderos donde aún se pueden leer sus iniciales ( D.G.M) y año de construcción .

Mi madre, cuidaba de todas nosotras, hacía las tareas de la casa y cortaba y confeccionaba nuestros vestidos con telas que compraba a los vendedores ambulantes que venían al pueblo. La máquina de coser “Singer”, de cabeza esmaltada en negro brillante con preciosos dibujos dorados y una pieza de acero labrado en su frente, estaba al lado del balcón.
Esa ventana que veis al lado izquierdo de la casa da a un cuarto donde mi padre tenía su “pequeño taller”. Ahí, hacía los muebles de madera para toda la casa. El suelo se cubría de virutas y serrines y por la ventana salía el polvo y el olor a madera recién cortada.
Había en este mismo lado unos setos que, en forma de siete invertido, cerraban la entrada a las eras.
Al otro lado, como brazo extendido de este anciano anfitrión, estaban la cuadra y la hornera. La cuadra tenía dos pisos y era, casi, tan grande como la casa. Arriba se guardaba la paja y la hierba y abajo tenían sus pesebres o comederos las vacas. Una puerta con candado la cerraba.
La hornera era más baja y pequeña que la cuadra. Un portalón grande abrigaba y protegía su entrada. En el interior, el horno con su gran chimenea parecía un gigante sentado y corpulento esperando tranquilo para cocer el pan en su enorme barriga.
Recuerdo que aquí dormía, cuando eran las fiestas del pueblo, el chico que montaba su puesto y vendía golosinas detrás en las eras. Agradecido nos daba puñados de caramelos, chicles, globos,…

En frente de la hornera había un corral. Una valla de red de alambre se extendía desde la pared de la hornera a la del salón de baile. La puerta, hecha del mismo alambrado pero con marco de madera, estaba a la izquierda. Leña y cepas se amontonaban al lado de la pared y gallinas, pollos y conejos eran sus habitantes.

La cuerda para tender la ropa también se encontraba en este lado. Iba desde la esquina derecha de la casa, a una altura aproximada a la de las ventanas, hasta la esquina de la pared de enfrente.
Una superficie grande de era completaba las dimensiones de esta señorial casa.
Vamos al frente de la casa, mirad por esa ventana derecha, es la cocina, ahí, encima de la mesa, conectamos nuestra primera radio una noche después de traerla mi padre cuando regresó del trabajo. La cocina era de leña. Un banco de madera arrimado a la ventana nos permitía de rodillas ver cuando el chaparrón cesaba o el frío remetía para salir otra vez a la calle.

La ventana izquierda da al comedor, una mesa grande con sillas, un arca o cajón grande y un armario antiguo era todo el mobiliario. El arcón hacía de despensa.

Tras la puerta principal, hay un portal grande y cuadrado con unas escaleras al fondo que suben a la segunda planta donde teníamos los dormitorios. Debajo de la escalera a la derecha, una bodega grande guardaba, entre otras cosas, el vino, las patatas y alguna tinaja o vasija de barro o cristal con lomo de cerdo y chorizo en aceite de oliva que mis padres preparaban después de la matanza del cerdo por San Martín.

Arriba, antes de entrar en las habitaciones, adornaban la instancia la ya descrita antigua y prestigiosa máquina de coser “Singer” situada al lado del balcón y una cómoda de madera, que había hecho y barnizado mi padre, con dos puertas abajo y un cajón grande arriba. Nos llamaba la atención el cajón porque dos lagartos dibujados en relieve con la boca bien marcada, uno a cada lado y debajo de cada agarradero, parecían custodiarlo a la vez que mordernos. Era un cajón donde siempre encontrábamos aquellas cosas que habíamos perdido. Estaba colocada a la derecha al final de la escalera.

Los dormitorios eran cuatro, dos son esas ventanas que veis arriba y los otros dos, más pequeños, dan a las eras.
El balcón también tenía su encanto para nosotras. Ahí, colocábamos nuestros zapatos, bien limpios, la noche de reyes antes de irnos a dormir. Era la puerta mágica por la que sus Majestades iban a entrar y a dejarnos todos los regalos que les habíamos pedido. Mi madre les facilitaba la entrada dejando entreabierto el balcón y nosotras nos asegurábamos de ello. Abajo en la cocina, esa noche, se dejaba una bandeja con tres copas de vino dulce y las mejores galletas.

Mirad ahora esa primera ventana que da a la parte de atrás de la era, da luz a una de las habitaciones pequeñas de arriba. Este cuarto lo recuerdo como el refugio de la casa o como la torre de vigilancia.
Mi madre, por esa ventana, veía toda la carretera y sabía cuando la gente que se acercaba al pueblo podía ser sospechosa. Las caravanas de los gitanos, por aquel entonces, daban mucho respeto, y los coches casi no pasaban por el pueblo ( ¡cuidado!, si el coche era negro podía ser el coche del “unto” = sacamantecas. No os acerquéis nos decía).
Después de cerrar puertas y ventanas y haber dado el chivatazo a mis abuelos, que vivían calle abajo en la primera casa a la derecha, subíamos arriba y no salimos hasta que todo había pasado. Otras veces íbamos a casa de los abuelos.


Volvamos al frente de la casa, las luces siguen encendidas y no es mi deseo apagarlas. Mi relato termina pero no es mi intención que concluya el homenaje. Permitidme que deje las luces encendidas y siga rindiendo homenaje a este anciano anfitrión con tu relato, con el tuyo, con el de todos los que aquí antes y después habéis vivido.


¡Hasta pronto!, anciano anfitrión, ante ti me quito el sombrero, las luces te dejo encendidas, que sepan los que pasen por aquí que el homenaje acaba de empezar.

Esta es “la casa de Tomasa”, “la casa del lado de la carretera” o como muchos bien habéis dicho “la casa más alquilada del pueblo”.

Saludos a todos los que me habéis seguido en este relato.
Saludos al pueblo de Santa Olaja.
Felicitaciones al que hizo la foto “casa del pueblo de Santa Olaja de la acción” porque fue su foto la que me motivó a escribir esto.


Mvgarcía (dc. 001)

Hola M.V. Bueno ya veo que no has podido ver mi mensaje privado que te mande al día siguiente de ver el relato sobre la casa.En el te decía que me alegraba mucho que entraras en el foro y escribieras un relato de tu infancia y de la casa tan bonito.
Nos ponemos en contacto.
Un beso.
Encarnita (moncheri)

¿Qué tal estás prima? Acabo de leer las lineas que me dedicas en este foro. Me alegra tener noticias tuyas. Ya sé que te gustó lo que escribí. Entiendo tu emoción al leerlo porque te habrá traído recuerdos de cuando eras pequeña. Cuando venían los tíos de Madrid, unos u otros, daba igual, para nosotros era una alegría. Hay cosas que no se olvidan por mucho que pase el tiempo. Besos para tí y para tu familia. Hace mucho que no os veo a todos, me imagino que la familia habrá crecido. Nos seguimos comunicando ¿vale?.

Espero que te prodigues con otros relatos tan emotivos e intimistas como éste. Me ha gustado mucho.

Gracias Valdeguisenda por tus palabras tan confortantes. Me alegra mucho que personas como tú traten de que Santa Olaja no quede en el olvido. Cuando yo escribí este relato sobre "la casa de Tomasa", de alguna manera, quería gritarle al pueblo de Santa Olaja que no olvidara esta casa ni otras muchas del pueblo, ni a los que en ellas vivieron. Todo ello es historia del lugar donde hemos nacido y al mismo tiempo nuestras propias raices. Me gusta la gente que entra en este foro y posiblemente sí seguiré escribiendo algo más. Saludos.