Saelices del Payuelo - Leon

Esta vez eran un niño, el maestro y unas abejas. Las abejas tenían su acomodo en la torre, a la altura de las campanas, con un agujerito entre las piedras de la parte exterior del muro que les servía de entrada. Estaba bastante alto, como se puede ver en esta foto de Marceliano, pero esto no era obstáculo para Tete el Pistolero, uno de los chavales más traviesos de Sahelices. Su diversión por aquellos días consistía en atrapar las abejas en la misma entrada, protegido por un pañuelo, y asustarnos a los demás: no tenía más que sacarse el pañuelo del bolsillo, donde siempre guardaba alguna, y amenazar con lanzárnosla a la cara.
Hasta que el maestro, D. Daniel, le pilló en plena faena, haciendo equilibrios en el hueco de las campanas y con el cuerpo echado hacia fuera. Ante el riesgo que corría el chaval, el maestro le arreó una buena somanta (una más de las muchas que le administró) para que cambiara de afición.
Pero en esta ocasión quien cambió de idea fue el maestro. Debió pensar que el criar abejas sería una actividad rentable y con este propósito preparó una caja de cartón, con su boquera y embadurnada de miel por dentro, que colocó en su casa (donde ahora vive Raúl), en un cobertizo que había entrando a la izquierda, a la altura de la cabeza. El problema fue que las abejas no entraban por propia iniciativa, así que convenció a Tete para que cazara abejas para él. Durante unos cuantos días, veíamos con envidia cómo, mientras nosotros teníamos que aguantar las clases, Tete se las piraba cogiendo abejas con la bendición de D. Daniel.
El acuerdo duró una semana, más o menos. Ya presentimos algo preocupante cuando un día por la noche, a la hora del rosario, se había corrido la voz de que al maestro le había picado una abeja. Al día siguiente le vimos llegar a la escuela con gafas oscuras y un aparatoso vendaje sobre un ojo. Ni siquiera nos dio los buenos días. Fue directamente por una de sus varas y sin cambiar el paso buscó a Tete y se la aplicó en el trasero hasta que se le pasó la furia, sin dar explicaciones. Acto seguido le ordenó ir a desmontar los escombros de la fallida industria apícola y tirarlos lejos, a las tierras. Luego continuó la clase como si tal cosa.

El maestro, Daniel González Pintado, sólo estuvo un curso en Sahelices: 1959-60.
Tete el Pistolero, de nombre Vicente de la Varga, nieto de Jesús el herrero, se estableció en Galicia. Algunos años ha venido por el pueblo a poner flores en la tumba de su abuelo. Lo de “Pistolero” se lo ganó a pulso: era el que meaba más largo. ¡Menudo fenómeno!.
Las abejas siguen en la torre. En alguna ocasión les han robado parte de la miel, pero no han abandonado su refugio.
Jacinto proveía de varas al maestro: una vilorta cada día. Era su castigo. Pero esto es otra historia.

Ah... si yo tambien recuerdo coger paneles de cera con miel. Metiamos la mano alla dentro hasta el codo y aguantando algun picotazo de abeja sacabamos puñados de cera mezclada con miel. Una cosa, las abejas no te pican si tienes la mano ebadurnada con miel. Solo si tu piel esta seca.

Habia dos esquilines de ese lado y alla sobre le 53 uno se arpo. Recuerdo que Luis me echaba a mi la culpa y se lo contaba a todos. Pero como lo contaba con tanto detalle y se lo contaba a todos sin que se lo preguntasen, y yo sabia que yo no habia sido, me convenci que habia sido el mismo y lo hacia para desviar la atencion y que las sospechas no cayeran en el.