Sabero - Leon

Fallece el entrañable lobo estepario
El leonés Agustín Delgado, una de las voces más singulares de la poesía española, murió en Madrid

Agustín Delgado.
F.Fernández / León
La poesía leonesa (y la filosofía) perdió ayer en silencio a la que seguramente es su voz más singular, la de Agustín Delgado (Rioseco de Tapia, 1941). Quizás la forma más lógica de irse pues Delgado ya vivió en un injusto silencio, el que llevó a José Miguel Ullán a definirlo como “entrañable lobo estepario”, pues el leonés siempre militó en la disidencia y vivió al margen de las escuelas, los grupos y las familias literarias. Así se definía él mismo en su autorretrato: “Soy una voz, tan sólo, que se busca / tras la espada cortante del silencio, / temiendo no encontrarse, ser como la alborada / más triste y nebulosa del otoño. // Me siento, cada día, ante el páramo helado / del papel y percibo su insultante blancura / como un golpe en el alma, que me reta al combate, / y la evidencia, que me propone un pacto, / no demasiado honroso, para la rendición. // Y, entre las dos, la vida, discurriendo / como un río de natas y perfumes, / hermosa, hermosa, demasiado hermosa / para dar la callada por respuesta”.
Su biografía oficial dice que estudió en las universidades de Comillas, Barcelona y Complutense, que es doctor en Filología Románica, residió en Toulouse, París y Bruselas y escribió casi veinte libros de poesía, un ensayo sobre Cernuda (a quien dedicó su tesis), un buen número de críticas de poesía (era un habitual en las páginas de la revista Leer) y que fue el creador de un curioso tipo de curiosos y originales ejercicios al límite de la poesía, los sansirolés. También que es uno de los miembros fundadores del grupo leonés de poesía Claraboya y de la revista literaria catalana Camp de l’Arpa.
Pero quienes le conocieron de cerca insisten en que fue mucho más. Por ejemplo, en Claraboya el “entrañable lobo estepario” era “el teórico, el pensador, el que cargaba la poesía de filosofía, el investigador, el que nos hablaba de la poesía desconocida en España, el crítico y el disidente”,explicaba José Antonio Llamas.
Luis Mateo Diez, académico y compañero también en aquella aventura de Claraboya, señalaba que “Agustín era el cerebro, Toño el poeta puro, Ángel el más versátil y yo ya caminaba hacia la prosa, pero jamás les podré agradecer lo suficiente aquel contanto con la poesía, aquella sana y santa contaminación de ella. Agustín guió su obra siguiendo la senda de una coherencia que lo ilumina desde su rastro subterráneo, como si la dirección en que el poeta construye su obra, escribe los poemas, fluyese en el sustrato de su necesidad: la voz imprescindible, la palabra precisa, el rumor del tiempo, la claridad de la conciencia, la contradicción de los sentimientos”.
Delgado fue un poeta inclasificable y libre, una voz diferente, un maestro de la palabra y los juegos con ellas, un inconformista eterno, un poeta en el más amplio sentido de la palabra, un filósofo contundente, un leonés sin militancias. Un poeta. Un entrañable lobo estepario.

Un sincero pésame a la familia García.