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30-07-18 23:44 #14267855
Por:VARON ROJO

De ingeniero con siete idiomas en Senegal
Amady Bayo Dioum es un joven de 27 años, licenciado en Ingeniería Química por la Universidad Universidad Cheikh-Anta-Diop (Dakar), con especialidad en Química Mineral y Orgánica, que se dedica a la venta ambulante de pulseras en Pamplona. De primeras, quizás te llame la atención. Un graduado universitario, que sabe siete idiomas, que tiene títulos. ¿Por qué iba a dedicarse a la venta ambulante? Muy sencillo. A Amady le tocó ser senegalés. Le toco vivir en la pobreza. Le tocó huir de su país en patera y no poder ejercer en España porque su título no está convalidado para que sea válido en Europa.

Puede que alguna vez le hayas visto cuando te ha intentado ofrecer un anillo o un complemento en algún bar del Casco Viejo de Pamplona. Puede que incluso le hayas vacilado borracho, algún día de fiesta en Sanfermines, cuando se te ha aproximado.

Cuando le observas entrar en un bar, con su cartón repleto de pulseras, puede que pienses "ya viene el pesado de turno". Le miras, pero no le ves. No ves su historia. No te imaginas por todo lo que ha tenido que pasar para llegar hasta ti. Te quedas con lo superficial, y es comprensible.

La historia de Amady comienza en Ribot Escale, Senegal. Imaginémonos un poblado africano, donde la vida es sencillamente dura. No hay trabajo. No hay dinero. Todo es precario. No hay nada. Solo unos pocos privilegiados (muy privilegiados) consiguen prosperar.

"Mi vida era complicada. En mi ciudad no había nada. No había trabajo. Yo era el cabeza de mi familia. Tengo una madre y cuatro hermanas. Mi padre murió en 2005", explica Amady en una entrevista a Navarra.com.

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"Fui al colegio, donde aprendí inglés y francés. Después a la escuela superior, el liceo, donde aprendí italiano y chino, y me interesé por la ciencia. Como destacaba un poco, mi madre decidió que yo tenía que ir a la universidad", narra. "En aquella época también aprendí árabe. Lo suficiente para desenvolverme. Tienes que entender que allí no es como aquí. La universidad allí es muy barata para los buenos estudiantes, pero porque no te garantiza nada. No hay trabajo y hay hambre, hagas lo que hagas. Yo era el cabeza de familia y tenía que ayudar, de cualquier forma".

"Yo no trabajaba a la vez que estudiaba porque sencillamente no había trabajo. Era buen estudiante y tenía barata la universidad. Conseguí pagar la matrícula con ayudas de amigos de mi padre", explica. "Pero da igual. Después de la carrera tampoco encuentras trabajo. Nunca. Ahí decidí que tenía que venir. No podíamos más, necesitábamos ayuda, y yo tenía que ocuparme de mi familia".

"Vine a Europa para buscar una salida. España era un país que me gustaba mucho. Yo quería vivir aquí. Llegué a España en 2013, tras un complicado viaje en patera. Perdí a muchos amigos durante la travesía", cuenta. "Me costó 2000 euros el viaje. Es importante entender que solo viaja, solo emigra, la gente que puede permitirse el viaje. Los más pobres se quedan allí. Nosotros somos los privilegiados dentro de esa clase".

"Han sido unos años muy duros. No tenía papeles, y por tanto no podía volver a Senegal para ver a mi familia. Les mandaba dinero, eso sí, porque soy el cabeza de familia".

Al no tener papeles y encontrarse en una situación irregular, Amady no podía convalidar su título universitario para que sirviera en España, y por tanto se vio obligado a dedicarse al negocio de la venta ambulante de pulseras para ganarse la vida.

Un ingeniero químico, con cuatro años de carrera, dos de máster y siete idiomas, obligado a dedicarse a vender pulseras por las calles para no morir de hambre.

Amady cuenta su historia a todo el mundo. Si le prestas atención, si le preguntas, te sonríe y te narra su experiencia sin mostrar ningún rencor. Todo lo contrario. Al ser preguntado sobre la ola de xenofobia y racismo que asola Europa, Amady es respetuoso y comprensivo: "Yo estoy muy agradecido con España. La gente ha sido maja conmigo. Conozco casos en los que no, pero a mí me ha salido bien".

"En España he aprendido castellano y euskera. Me gusta saber idiomas. Es divertido", comenta entre risas.

"Me han hecho un contrato fijo de empleado del hogar, y ahora ya tengo papeles. Soy legal y puedo empezar los trámites para convalidar mis títulos. Me ha costado años, pero lo he conseguido. También puedo viajar a Senegal de nuevo y ver a mi familia. Yo ahora puedo ser feliz, pero tengo en la memoria a muchos que se quedaron en el camino, y a otros tantos que no lo consiguen", cuenta emocionado, entre lágrimas. "Esto era mi sueño".

Actualmente, Amady trabaja limpiando una casa por las mañanas, y se dedica a la venta ambulante de pulseras por las tardes y las noches.

HISTORIA TRAS HISTORIA

Puede que la historia de Amady parezca una excepción. Puede que muchos simpaticen con su caso, pero no con su causa. Es importante comprender que todas las personas que vienen, que tratan de cruzar las fronteras de Europa en busca de una vida mejor, tienen su historia. No todos son ingenieros, pero no por eso son menos personas. Es igual de injusto el caso de una persona que tiene una carrera y sabe siete idiomas y se dedica a la venta ambulante de pulseras, que el de una madre con dos hijos que se ve obligada a subirse en una patera.

Nos encontramos ante un problema muy grave. Europa tiene que organizarse y comenzar a gestionar esta crisis de una manera eficiente. Pero, mientras lo hace, no puede negar auxilio a quienes lo necesitan de forma tan urgente. Actualmente, miles de personas mueren, ahogadas silenciosamente en el mar o abandonadas a su suerte en nuestras fronteras.

UNA CUESTIÓN HUMANITARIA, NO POLÍTICA

En los últimos meses (o años) hemos visto como Europa, incluida España, ha venido sufriendo un efecto de rechazo a la inmigración. Partidos de extrema derecha se han aprovechado de la crisis de refugiados sirios, y de diferentes problemas socioeconómicos en países de África, Oriente Medio y Sudamérica, los cuales provocan el aumento de migrantes, para apropiarse del discurso del miedo, y generar una situación de pánico en la sociedad.

Esto es, sin duda, preocupante. En primer lugar, por la desinformación que generan, y de la que se aprovechan. Un refugiado y un migrante son diferentes, a pesar de lo que muchos discursos nos quieran hacer creer.

Un refugiado es, según la Convención de Ginebra del 28 de julio de 1951, una persona que, temiendo ser perseguida por su raza, su religión, su pertenencia a un determinado grupo social o por sus opiniones políticas, está fuera de su país natal y no puede o no quiere valerse de la protección de ese país. Un refugiado solicita asilo en un país extranjero, no por capricho, sino por necesidad. Huyen de las bombas.

Un migrante, en cambio, viaja por una causa económica o social que le motiva a querer mejorar su situación. Estos, en su caso, huyen del hambre, de la pobreza, de la miseria, de la muerte.

La xenofobia, el odio al extranjero, el racismo y el clasismo son ideologías que parecían olvidadas en la vieja Europa, pero que cada cierto tiempo resurgen. Se trata de un comportamiento cíclico.

Así pues, últimamente, con la afluencia de inmigrantes que llegan día tras día a las costas españolas, el miedo se ha impuesto en nuestra sociedad. Esto no es debido a un hipotético efecto llamada provocado por la acogida del Aquarius (los que llegan ahora a las cosas españolas salieron de sus países de origen hace semanas, o incluso meses, mucho antes de que se acogiera al Aquarius). La creciente afluencia de inmigrantes se debe a la llegada del verano y a las diferentes situaciones políticas, sociales y económicas que se dan en sus países de origen.

Sentencias racistas y xenófobas como "cerremos las fronteras", "vienen a quitarnos el trabajo", "son todos unos delincuentes" o "transmiten enfermedades" son cada vez más frecuentes. Se está normalizando la falta de empatía, y cada vez más, asociaciones y ONG's como Proactiva Open Arms o Cruz Roja se ven obligadas a intervenir. "O se salva una vida, o se calla una muerte" es la última campaña de la primera. Por su parte, Cruz Roja se ha visto obligada a crear un panfleto desmintiendo 10 mitos que circulan sobre los inmigrantes, tales como "acogerles genera un efecto llamada" o "son peligrosos porque son musulmanes".

Con esta ola de racismo y xenofobia, es necesario poner orden y devolver la cordura, y recordarle a la sociedad que esas personas de las que hablan, a las que rechazan ayudar, son personas con una historia, unos sueños, una familia, y que vienen porque huyen de la muerte, como lo haríamos todos.
Muchas veces, con los datos macroeconómicos y políticos, con las grandes cifras, se deshumaniza la situación, y se pierde el norte y la perspectiva. Son las microhistorias las que ayudan a poner a la gente en contexto y a entender que existe un problema. Por eso es tan importante que la gente conozca historias como la de Amady.
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