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Riego de la Vega - Leon

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02-09-17 23:07 #13893353
Por:VARON ROJO

¿Quién necesita coherencia, teniendo ideología?
¿QUIÉN NECESITA COHERENCIA, TENIENDO IDEOLOGÍA?
Hace poco se casó Alberto Garzón. No voy a bailar al son que nos han marcado la derecha y sus medios. Los mismos que han aprovechado el evento para sacudir al líder de IU, aplaudieron con babosa adulación, o incluso asistieron a la impúdica boda de Estado que montó Aznar para su miniyo sin bigote en el Monasterio de El Escorial, con el siniestro Richelieu Varela de maestro de ceremonias. Boda que fue parcialmente pagada con dinero negro, como todo lo que toca el PP, aunque, por desgracia, los miserables que dirigen este partido hayan tenido la suerte de que España sea el único país desarrollado en el que el descubrimiento de una caja b, del cobro de comisiones a cambio de adjudicaciones públicas, de una financiación ilegal durante décadas, no te lleva a la cárcel, ni siquiera te fuerza a dimitir.

Pero hoy no he venido a hablar de políticos: la coherencia sin vergüenza es difícil que se dé, y la mayoría de ellos carece de esta última. Hablo de nuestra coherencia, la de los súbditos, los que trabajamos para ellos.

La coherencia perfecta es una utopía, ninguno somos ni seremos completamente coherentes, pero hay diferencias importantes: unos tienen conocimiento de sus contradicciones e intentan minimizarlas, y otros se niegan a verlas o las disculpan. Las suyas y las de su grupo. Da igual que Garzón se hubiera casado por la Iglesia, que la boda la hubiera patrocinado el BBVA y que la novia combatiera el calor durante el convite con cuatro abanicos movidos por sendos refugiados: los fanáticos de izquierda lo hubiesen defendido igual.

Me centro en la izquierda porque es la que me duele, pero la derecha no se libra, a la derecha no le gana nadie a hipócrita, como todos esos que desde las filas conservadoras se oponen a cualquier avance reclamado y peleado por la izquierda, pero luego, una vez conquistados esos derechos, los mismos que los presentaban como el sumun de todos los males, dislates de los radicales que traerían, de aprobarse, el fin de la civilización, se benefician de ellos sin pudor.

Son los que cobran sueldos o subvenciones del Estado para hacer campaña contra los salarios y las subvenciones públicas, y se llenan la boca de amor a la patria con su dinero escondido en el extranjero para evadir impuestos, y condenan que las armas que venden a dictaduras terminen, quién lo habría adivinado, asesinando a gente inocente.

O los que se dicen católicos, pero no van a misa, practican sexo fuera del matrimonio y si hay un embarazo no deseado, se aborta. Incluso me he topado últimamente varios que creen en la reencarnación. «Es que yo soy católico a mi manera», dicen. Esto es como el invento aquel de «católico no practicante». Quieren ser católicos, o de derechas, pero que no les suponga ningún sacrificio. Entonces, ¿basta con eso, con decirlo y votar al caradura de Rajoy?

Por no hablar de estos, de Rajoy y compañía, la gentuza que nos gobierna, muchos de los cuales le preguntan al espejito espejito quién es el más piadoso del reino (varios son ultras, del Opus y tal), pero no dudan en robar y jorobar al prójimo todo lo que pueden.

¿DÓNDE ESTÁ LA COHERENCIA? A VER, QUE YO LA VEA…



Volvamos a la trinchera de enfrente. A ti, compañero del metal, te parece un disparate que el actual modelo de sociedad se base en contaminar, deforestar, asfaltar, hormigonar…; sabes que los animales no son cosas, y que deberíamos protegerlos; crees, porque así lo dicta la justicia social que te late en las venas, que la mujer debería disfrutar de los mismos derechos que el hombre; opinas que el capitalismo es un sistema salvaje, y además, eres de los optimistas y piensas que la batalla no está perdida y que otro mundo es posible. Con esto, como no podía ser de otra manera, te consideras de izquierdas.

Pero buena parte de tu tiempo de ocio lo pasas en los centros comerciales, comprando no por necesidad, sino por placer; y eres de los que cambia de móvil cada año, aunque el anterior funcione perfectamente, para ir a la última; y no te importa de dónde viene la comida o la ropa o los cosméticos que usas, qué niños o animales han sufrido, qué ríos se han contaminado o cuántas selvas se han talado para que esos productos lleguen hasta tu mesa o tu armario. Y en cuanto juntas cuatro perras, las metes a plazo fijo en el banco que te dé más pasta por los intereses, sin preocuparte lo más mínimo por las atrocidades que hagan con tu dinero. Y, aunque escribes que lo mejor del mundo son les amigues porque eres muy feminista, si una noche te lías más de la cuenta, te vas de mujeres, de las llamadas "malas".

La defensa habitual de algunos ante ciertas incoherencias es la parodia hiperbólica, el «ah, un comunista tiene que llamar con señales de humo, ¿no?», o «claro, es que los de izquierdas tenemos que ir desnudos», como defendían los rufianófilos a su señoría cuando este, tras haber denunciado mil veces las condiciones de trabajo de las fábricas que Amancio Ortega, como tantos otros empresarios sin escrúpulos, traslada por ahí fuera para evitar cumplir con los incómodos derechos de los trabajadores que tenemos en la Europa civilizada (deslocalización, es el criminal eufemismo), acudió a una entrevista con una chaqueta del Zara.

Entre llevar un walkie-talkie o perder el culo por comprar el último aifon antes que tu vecina, entre ir desnudo o vestir de la tienda que criticas, entre dormir en una cueva o especular con la vivienda, hay un mundo. Este sistema no te lo pone fácil para vivir de forma coherente con tus valores ecológicos o de conciencia social, como sabrá todo aquel que intente alimentarse sin formar parte de una cadena que haya empezado con animales torturados durante toda su miserable existencia, hasta ser cruelmente sacrificados para el consumo humano; o trate de vestirse de una marca que no haya sido bordada en tu chaqueta por los dedos entumecidos de un niño de once años. Estos productos suelen ser más difíciles de encontrar, y por añadidura, más caros (esto último no sería un problema para Rufián; ninguno de nuestros diputados ha de hacer números para llegar a fin de mes). Sorpresa: ser consecuente con tus ideas es más complicado que no serlo.

Los mismos que admiran a Mujica por su sobriedad, y dicen que ese es el camino, defienden que los de izquierdas tengamos bula para despilfarrar en un planeta finito y enfermo de desigualdad. ¿En qué quedamos? Si admiramos (yo me incluyo) a Mujica o Julio Anguita por su ejemplo, entonces no podemos aplaudir derroches innecesarios, ni determinados estilos de vida. Entonces deberíamos replantearnos eso de «un comunista (o alguien de izquierdas) puede gastar su dinero ganado honradamente en lo que le dé la gana».

Porque, si no, ¿en qué consiste ser de izquierdas? Como decíamos antes, ¿vale sólo con posicionarse, votar y ya? ¿No conlleva ninguna diferencia en tu día a día, ninguna renuncia? ¿Puedes ser de izquierdas y embriagarte con el consumismo desaforado? Pues si es así, amigo, compañero, camarada, tal vez tu etiqueta sea sólo eso: una pegatina sin nada en el reverso. Una pose.
Salva Solano
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