Riego de la Vega - Leon

…pero nada de nada, ni falta que hace. Triste es el país en el que el intrincado concepto matemático de la derivada, que casi nadie entendía en las clases de bachiller, se explica con toda claridad cuando todo aquel que incurre en infracción, desafuero o negligencia, intenta con todo descaro y falta de vergüenza derivar, trasladar, ceder o endosar su propia responsabilidad, su asunción de funestas consecuencia.

Y hacerlo, claro está, sobre un cándido tercero, que, normalmente, sin comerlo ni beberlo pasaba casualmente por allí y se encuentra con el muerto en sus brazos sin saber qué hacer ni a quién dirigirse para pedir árnica.

Da exactamente lo mismo el espectro ideológico que ocupe el presunto transgresor con el que nos topemos en la mala acción de que se trate, da igual el escalón social que ocupe el conculcante e ínclito elemento, también da lo mismo el ámbito territorial donde resida,…el caso es que aquí lo sustancialmente importante es derivar , y cuanto más mejor, como un buen jugador de tenis, que vislumbra a lo alto la bola, apunta con su raqueta y se la remite al de enfrente, o a los de las pistas de al lado, que más da con tal de desplazarla bien lejos, con todas las fuerzas que le proporcionan sus poderosos músculos y su férrea voluntad de quitarse el entuerto de encima y seguir como si nada hubiera pasado.

Decenas de ejemplos aparecen todas las mañanas en los medios de comunicación, como todos Vds. habrán podido comprobar y, nos da la penosa impresión de que seguirán comprobando, y lo más sintonizado que hacen entre ellos, con una falta de coraje y decisión rayana en la más pura de las pusilaminidades, es proclamar a los cuatro vientos que ellos o ellas no sabían absolutamente nada. Y lo dicen con la cara bien cuadrada, bien apretados los dientes, bien alta la barbilla, los ojos fijos y encendidos, como expresando a ver quien tiene lo que hay que tener para rebatirme lo que tan rotundamente digo y afirmo, rechazando lo que se me imputa. Y por supuesto que habrá casos en que no sea así y, con todo el derecho del mundo, reaccionaran como puedan, como sepan o como quieran, siempre dentro de un cierto orden y un respeto y con todas las garantías de que si de lo que se les ha acusado es falso e insidioso podrán reconvenir con todo rigor a aquel que alevosamente cometió tal tropelía. Pero aquellos a los que se les presentan asuntos palmarios que no tienen discusión alguna, cunado responden que no sabían nada y que la culpa es de otro, por simple vergüenza personal e incluso ajena, se les debería caer la cara al duro suelo.

Al final da exactamente lo mismo que sea una infanta real, una exministra, una diputada autonómica, un ex militar golpista, un directivo de una caja de ahorros, un empresario del transporte, un tesorero de un gran partido político,…, un cualquier ciudadano que bien que se sabe cuando tiene que ir a recoger sus réditos pero que dice con toda solemnidad ante quien le debe escuchar y quien le quiere oír que no sabia nada de nada. Y hay casos, que por circunstancias de la vida inexorables, se puede tolerar ese desconocimiento y tenerlo en cuenta como un atenuante e incluso como una eximente para redimirle de la culpa al desafortunado, pero en los otros grandes casos de gente que se dedica a la política, a las finanzas, a las empresas, a la milicia, a la representación publica de la nación, no se puede ni se debe tolerar. Como se va a tolerar a aquellos que además de, presuntamente, disponen de grandes conocimientos y contar con multitud de recursos humanos sobradamente preparados y bien dispuestos a transmitir lo que saben, digan con todo descaro que ellos no sabían nada. Eso se llama en roman paladino caradura y es obligación del resto de la ciudadanía el despreciarlos de por vida como pretendientes a ejercer actividades publicas o privadas que conllevan consecuencias publicas.

Por ello aquellos que dicen no saber cual es la situación de aquello que les atañe de cerca, por afinidad familiar o profesional o política, lo mejor que pueden hacer es retirarse, apartarse y dedicarse a otra cosa para la que seguro que estarán más preparados, aunque visto lo visto es indudable que la alta probabilidad de que vuelvan a incurrir en dolo, por sus negros antecedentes, es rigurosamente cierta.

Que no saben nada dicen… ¡venga ya!