Riego de la Vega - Leon

Estamos en las fechas del empacho, de la felicidad forzada y de la hipocresía en vena. Sí señores, estamos en navidad, la época del año en que si uno no es feliz es que se es torpe, o un amargado.

Si afirmas que no te gusta celebrar el rito católico que conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret te toman por un marginado social. Por cierto, hay que reseñar que todo el rito católico es una copia del culto mitraísmo y otros cultos paganos, los mismos ritos que despreciaron y destruyeron una vez que fueron llegando a las clases dirigentes del Imperio Romano, pero bueno, eso es otra historia.

Todas las navidades son iguales. Todas las navidades tienen una misma estructura de comportamiento. Es una rutina anual que, sin embargo, para mucha gente es sinónimo de ilusión y de felicidad. Dejemos de lado el ataque de consumo y despilfarro patológico que esta época lleva implícito y vayamos al meollo. Las fiestas son diferentes al resto, muy diferentes, porque, tal y como dice la tradición cristiana, esta navidad es el comienzo de una nueva era, de un cambio y del retorno de la esperanza para los españoles. La navidad 2014-2015 es la última navidad de la infamia, de la mezquindad, de la pobreza, del hambre, de la represión y del horror.

Vivimos en un país que hace tres años fue víctima de uno de los fraudes democráticos más grandes de la historia de la humanidad, un fraude comparable al de las elecciones en las ciudades americanas durante la Guerra de Secesión, o el pucherazo de George W. Bush para ganar las elecciones de 2000. Las consecuencias las hemos estado viviendo durante estos tres años, porque están aplicando su mayoría absoluta para perpetrar atentados contra los ciudadanos día sí y día también, como lo hubiera hecho cualquier régimen totalitario.

En la España de Mariano Rajoy se ha legalizado la explotación laboral dando a los malos empresarios todas las herramientas para que sus cuentas de explotación no sufrieran a pesar de estar viviendo una de las peores crisis económicas de la historia. Para lograr esto sólo había un camino: depauperar las condiciones laborales y salariales de los trabajadores, derogar los derechos de los trabajadores e imbuirles un miedo tal a perder su puesto de trabajo que cauterizara cualquier conato de movilización reivindicativa. Mariano Rajoy ha legalizado el despido libre, ha dado todas las herramientas para despidos masivos basados en proyecciones de pérdidas futuras, ha querido acabar con los convenios colectivos (cosa que no ha logrado), ha precarizado las condiciones salariales y laborales de tal manera que en España no hay mercado de trabajo, sino un escenario de explotación similar al de países como Bangladesh o Sri Lanka.

Para evitar que los sindicatos, las organizaciones que, teóricamente, deben defender los derechos de los trabajadores y que se han caracterizado por una pasividad obscena, se decidió aplicar términos del Código Penal que no habían sido modificados en las reformas anteriores y que vienen del franquismo para perseguir cualquier conato de protesta, cualquier intento de defensa de lo que nos han robado gracias a una mayoría absoluta lograda a través de un fraude electoral y del aprovechamiento de la desesperación de los españoles. Pero no se han quedado ahí su voraz instinto de represión del pueblo, ya que, una vez amordazada la actividad sindical había que ir a por el propio pueblo, a por los pocos que nos movilizamos y salimos a la calle para mostrar nuestro descontento, nuestra rabia y nuestro asco a este gobierno. Había que hacer lo mismo que hizo Franco tras la guerra: callar al pueblo con la Ley Mordaza, un texto que, en algunos aspectos, es mucho más represivo que el del franquismo, un texto que deroga derechos fundamentales y democráticos recogidos en la Constitución. Pero, claro, ellos son herederos de quien son, de los mismos que no querían democracia ni Constitución, tal y como se recogen en artículos periodísticos de algunos de los más importantes dirigentes del PP. Incluso el actual presidente estaba a favor de las leyes de superioridad genética. Ese es el nivel.

El destrozo del mercado laboral español provocado por el Partido Popular ha llevado a que en nuestro país haya más parados, haya más de 14 millones de trabajadores cobrando por debajo del Salario Mínimo Interprofesional, haya más de un tercio de la población por debajo del umbral de pobreza, haya más de un 50% de niños malnutridos.

Y no quiero hablar de la corrupción del PP y del escándalo de la utilización de la Justicia para tapar el hecho de que el partido que gobierna España fue beneficiaria de una red corrupta.

Sin embargo, ante este panorama, Mariano Rajoy tiene la osadía de decir que estas van a ser las navidades de la recuperación. Este tipo, o es un verdugo o es un miserable. O las dos cosas. Desde luego no conoce la realidad del ciudadano de a pie.

Lo que sí que está claro es que estas van a ser las últimas navidades en que esta gente, porque en 2015 el pueblo español les va a echar a patadas, a golpes de votos del lugar que nunca jamás debían haber alcanzado, porque sólo lo podían hacer como lo hicieron, de una manera mezquina e infame: engañando al pueblo español. Por eso, las navidades de 2014 serán las últimas navidades de la infamia. Las siguientes serán muy distintas porque estarán llenas de nuevas esperanzas y de un futuro para el pueblo y no para las élites económicas, empresariales y religiosas que son las beneficiarias de las políticas de esta derecha reaccionaria que preside Mariano Rajoy.