Riego de la Vega - Leon

Esta sociedad nuestra se contrae irremediablemente en lugar de agilizar su formación con unas más que presumibles posibilidades de estar en el puntal de la cultura mundial. Una situación desafortunada que nos aleja de los primeros lugares del crecimiento por la falta de recursos con los que sustentar el conocimiento y la enseñanza propicia que una nación como la nuestra merece.

No cabe duda alguna que la crisis desvanece cada día a pasos más agigantados las esperanzas de consolidar España como lugar de primacía en investigación, algo que nos costará décadas reconducir a un rumbo compatible con el resto de países no sólo de la UE sino lo que es más grave aún, con destinos que antes resultaban interesados en nuestros compromisos y que ahora, se mantienen indiferentes en busca de mejores lugares donde invertir su dinero y desdeñando la competitividad de los mercados españoles.

Esta delicada situación nos revierte a años antiguos en los que tan solo unos pocos resultaban beneficiados por un derecho asignado de propios por la clase adinerada y que daba los recursos necesarios a ese colectivo para sacar adelante compromisos familiares estratégicos con los que liderar la sociedad a su servicio y mantener intactas sus aspiraciones de servil mano de obra a buen precio, sin protestar y recibiendo unas monedas con las que mantenerlos callados y vivos sin otra aspiración que la del sustento.

La deslealtad se hizo sitio en la sociedad durante siglos, buscando cualquier tipo de sugerentes oportunidades para sacar provecho sin riesgo alguno y contando para ello con un buen número de serviles vasallos capaces de cualquier servicio por un mendrugo de pan diario. Es duro sí, rememorar aspectos de nuestra historia que creíamos olvidados y ahora se nos muestran tan palpables y cercanos que parece como si el tiempo no hubiera pasado y solo un leve destello de luz y bonanza hubiese bastado para encender las alarmas del capital ante la evidencia del progreso social, cultural y formativo de los anteriores sirvientes.

No hizo falta nada más que decir y sí mucho por hacer para bajar del escalón a aquellos que casi equilibraban una balanza disuasoria entre la clase media provista de recursos para mirar de frente al capital y su opulencia. Eso se consiguió con un cambio drástico en la política económica que enderezaba el curso de manera automática, poniendo a cada cual en su lugar y volviendo a disuadir a los que se creían a salvo en un lugar de la sociedad privilegiado; un cambio que arrasó con la clase media de un plumazo político cuyo cambio fue igualmente social tras los ajustes impuestos por el conjunto de países de la UE con Alemania al frente de esa estratégica labor destructiva.

Dar por acabada la clase media nada impedía repartir los beneficios, el dinero para el capital y el trabajo para algún que otro indispensable peón que les sacará las piedras de la cantera o lo que es lo mismo, el producto a la venta sin oponer resistencia. Está infame cuestión se marca en la historia como una vuelta atrás, como una manera rápida y eficaz de reponer el espacio donado por un muro de contención entre las diferentes clases, solo dos, de las que el mundo moderno en manos de las grandes economías capitalistas se jacta.

Las vueltas de tuerca seguirán implacables, como de un potro de tortura se tratase, el poder del capital mantendrá a raya a cualquiera que se precie en tener la osadía de salirse de la norma. No es posible tratar de entender la igualdad de clases sociales con las ideologías bastardas de los que se ponen al comienzo de las listas de protagonismo que sirven para liderar el trayecto mejor a seguir en su provecho; personajes que se valen de sus finanzas para mandar al carajo la ética política y ser indispensable el mantenimiento económico de aquellos que se pliegan a servir a las causas de favor que se le presenten.

La disyuntiva es fácil de prever, sin la complicidad de los ciudadanos para recuperar lo robado por las clases dirigentes al servicio del capital, nunca se llegará a revertir en provecho de está sociedad los recortes, las privaciones de derechos y la separación de una cultura que se nos viene encima.

Son fundamentales las aportaciones de todos los que se vean en la tesitura de confirmarse como luchadores demócratas sin violencia para cambiar el rumbo político de un país que se dirige a la incomprensiva situación del deterioro progresivo de sus servicios públicos y la incultura generalizada que se ve en el horizonte si está ligereza deliberada de los gobiernos actuales sigue adelante en su ofensiva por sacar el mayor provecho de los recortes y pensando en una crisis que si bien se irá algún día, tardará en reafirmar a la clase social desprotegida. Ellos habrán logrado su objetivo, el de volver a erradicar la cultura en las clases bajas y mantener así intactas sus presuntos negocios, con el liderazgo de personajes elegidos para ello.

La sociedad no se fía de las pruebas de ética., dignidad y honestidad de los que gobiernan Europa y nuestro país en cuestión, individuos presuntamente taimados que afinan su puntería y afilan los cuchillos para descuartizar cualquier atisbo de recuperación social que no sea el estudiado en sus estrategias. Volverán a ser titulares de primera muchos que ahora utilizan su posición culpando a personajes “compinchados” para sanear su imagen en el supuesto de que surjan problemáticas y razones de mal uso de su poder. Ya se comienzan a notar esos “brotes” malsanos de canallas ideas que han sobrevivido en el tiempo y que lejos de lo que gustaba decirse, son fraudulentas formas de gestionar la clase política a la que se encontraban insertos.