LECTURA MONTAÑESA Aunque os leo cuando puedo, ya hacía mucho tiempo que no entraba en el foro y hace unos días me lo recordo una amiga:"Tu en el foro, sólo escribes en elecciones". Lo peor es que tiene razón y no me gusta ya que no sólo de elecciones vive el hombre de la Montaña. Os propongo un juego, diferente al Juego de las identidades que tanto os gusta pero con el que quizá os sintáis identificados. Hay libros que merecen ser leídos por su calidad, por su argumento o porque simplemente cuentan algo cercano en el tiempo, en el lugar o en las costumbres. Estas tres características están presentes en el fragmento que transcribo a continuación. Ha sido seleccionado de un libro cuya acción transcurre en la Montaña leonesa hace ya algunos años y que a más de uno le recordará viejos tiempos, o no tan viejos. Si alguien conoce el titulo y su autor que se lo cuente a los demás y quiza a alguien le alivie las largas tardes/noches del invierno sin hilandorio. “-No sé cómo no se aburre usted en este pueblo- le comentó al médico mientras arrancaba el coche- sin ver a nadie todo el día, solo enfermos. Yo no podría vivir así ni un mes. -Lo mismo da un modo que otro. -No se; usted tendrá sus razones, pero lo que es yo, como pudiera, poco tiempo iba a parar aquí. -¿Ni con el coche? -Ni con veinte coches más. Esto para quien le guste. Aquí juntan cuatro cuartos y creen que ya tienen un capital. Ya lo ve trabajando toda la vida para nada. No; si yo alguna vez gano dinero, quiero disfrutarlo ¿Qué cree que hacen aquí cuando tienen algo reunido? Pues comprar mas tierras para trabajar más; eso es lo que hacen. -Y si todos pensasen como tú, ¿quién se iba a quedar aquí? -Eso es cuenta suya. Además, todos no pueden marcharse. Sólo los que tienen allí familia o dinero para establecerse, que va siendo cada día mas difícil según se ponen las cosas. -Yo creí que la gente siempre acababa echando de menos la tierra -Sería antes; de los que yo conozco que viven en la capital ni uno quiere volverse al pueblo. -Pero vienen cuando las fiestas. -Si, eso si. A todo el mundo le gusta venir con un traje nuevo y una buena corbata de seda a comer a lo grande un par de días; pero eso es distinto; eso es solo por presumir, como de turistas. Mi hermana, la que se casó en la capital, también viene por aquí en las fiestas. Está bien juntarse la familia una vez al año. Saliendo de la última línea de montañas, el coche corrió hacia una llanura abierta, donde el río se hacia más ancho y oscuro. Avistaron la línea de ferrocarril a la izquierda. En el horizonte nuevas montañas, lejanas, azules, borradas por una densa niebla. Una doble hilera de castaños bordeaba la carretera. Los campos y las huertas parecian mucho más ricos y mejor cuidados que los del pueblo. La localidad a la que llegaban si que parecía una ciudad: con su iglesia nueva, una ermita, juzgado, dos bailes, fonda y farmacia. Un pequeño tren rugío de repente. -¿De dónde viene? -De Bilbao. Es el Vasco.
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