Pobladura de Somoza - Leon

Historia real de un ladrillo huérfano

El chico no tenía suerte, desde que nació, su vida ya venia hipotecada por una de las denominadas enfermedades raras. Sus padres quisieron asegurar su futuro para cuando ellos faltaran, y solicitaron un kiosco de prensa en el Ayuntamiento; como no podía ser de otra manera, se lo concedieron. La zona no era buena para esa actividad, tenia poco tránsito. El chico, me consta, luchó contra esa adversidad. La mala suerte, tozuda y machacona, continuaba y finalmente tuvo que cerrar el puesto. Cuando yo pasaba, retenía mi pena y pensaba que se lo darían a otra persona y que ese templo de la cultura que es un tenderete de prensa, saldría adelante
Pero este negocio también había heredado la mala suerte del chico, permaneció cerrado durante largos años. El Ayuntamiento decidió que era el momento de derribarlo, querían hacer una buena acción pero no tenían candidatos para negocio tan ruinoso. Así un buen, o mejor, un mal día, lo que debía ser el futuro de una buena persona, pasó a ser pasado: el edificio fue derribado. El escombro permaneció varios días en el lugar, el quiosco, después de tantos avatares, se resistía. ¡Por fin un día se llevaron los restos del naufragio! Pero quedó algo, ¿no tendrían sitio en el camión? ¿qué era? Me acerqué y vi un humilde ladrillo, solo, huérfano, sus agujeritos me miraron tristes y temerosos ¡Pobre rasilla!
Este resto de la debacle quedó al principio, a la vista de todo el mundo, alguien lo movió a otro lugar, pero extrañamente, siempre volvía a lo que fue su hogar. Al cabo de los años, jardineros, paseantes y contratas, han cambiado de sitio a este humilde adobe, testigo mudo de la injusticia de la vida. Hoy, después de varios años, mi ya amigo el ladrillo “Pepe”, ha encontrado un hueco, pequeño, ¿será de protección oficial? Parece que en su nueva vivienda se encuentra bien. En mi paseo diario, veo que la naturaleza comienza a cumplir con su trabajo, la hierba cortada lo está ocultando poco a poco. Tal vez dentro de mil años encuentre su lugar en un museo, donde la civilización de entonces, admire a un adobe que quedó huérfano a su pesar.