Poemas a la Estación de La Seca. I La luz de la luna traspasa tu ausencia en la noche, la hiere. El Sol ya no dibuja sobre el mismo encerado de colores líneas de melancolía y abandono; negras siluetas ya no contempladas. II Erguida en tu orgullo desde lejanos tiempos de gloria, te mantuviste sobre tu pedestal. Vigilando desde allí las encrucijadas de seres que van y vienen como pájaros en mañana de primavera. Eras fuerte, hermosa hecha para perdurar. Te complacías en ser admirada, el orgullo de un pueblo. Hasta que un día tu reloj se paró. Nadie volvió a ponerlo en marcha y las horas que marcó conformaron a tu alrededor un reflejo que atrapó tu imagen. ¡Oh! En ese espejo, no quiso mirarse el futuro. Y te dejó en las frías manos de su mortal enemigo; el que siempre le sigue de cerca. Estos fueron sus dones: Olvido, soledad, silencio… Dentro de ti habitó el viento, horadando entre tus rendijas, meciendo las telarañas y las zarzas. Oscuridad silenciosa, recuerdos de fantasmales presencias tras tus ojos cegados que ya sólo miraban hacia adelante. Al final de la vida, la maldición humana; ceniza y escombro. Polvo a capricho del viento. III Todos aquellos bohemios que compartieron contigo largas horas de sus vidas sentirán en su interior el dolor agudo de la herida de tu ausencia.
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