Curillas - Leon

Cuando los mozos habían terminado de dar la vuelta al pueblo con “la alborada”, se fueron todos al “juncal” a preparar el “templete” donde iba a tocar la orquesta por la tarde. “El templete” era el escenario donde se colocaban los músicos y todos sus instrumentos para que gozaran todos los asistentes al baile. En este caso “el templete” era el carro de la Ti Inés, otro año fue el carro de Emilia la del Juncal. Con la ayuda de los músicos que ya estaban por allí colocaron unos postes donde instalaron unos grandes altavoces metálicos como de aluminio que tenían forma de campana. En los mismos postes se instalaron bombillas para iluminar la pradera cuando fuera ya de noche…
A la fuente de llamas íbamos todos ha acarrear agua para lavarnos la cabeza, la cara y las orejas, después a vestirse con las mejores galas para ir a la iglesia. Mis hermanas –en plena edad del pavo- se daban tortas por mirarse en el único espejo que había en casa y verse lo guapas que iban…
Todas las mujeres vestidas de negro, para no variar, sacaban del baúl el “chal” que daba un olor a alcanfor o naftalina que tiraba para atrás. Cuando Don Mateo asomaba con el sombrero por el “cabezo” se tocaban la campanas y era la “primera” de misa. Cuando las campanas de la iglesia sonaban por primera vez todo eran prisas y nervios por llegar puntualmente a la Iglesia y asistir a la Santa Misa…
Por todas las calles que conducían a la Iglesia iban llegando los feligreses que poco a poco iban abarrotando la plaza de la Cruz. Recuerdo que yo iba de la mano de mi madre que junto con Benigno y Sara nos dirigíamos a la Iglesia. Delante de nosotros iban la Ti Matilde y el Ti Joaquín y por detrás corrían la Ti Odulia, Angelines y Cecilia… todos hacia la Iglesia donde ya estaban en el campanario los mozos dándole vueltas y mas vueltas a las campanas “al vuelo” tanto la campana pequeña como la grande. Volteando así las campanas, que tocaban a “la segunda” a misa, se hacia mucho mas ruido del normal y los Dioses del Olimpo, los Ángeles y los Arcángeles, se enteraban que Curillas estaba de fiesta.
Cuando llegamos a la puerta de la Iglesia aquello era sorprendente. La gente que había y que yo, a muchos de ellos, no les había visto en mi corta vida. Me sorprendió mucho ver a tanto gentío, pero lo que más me sorprendió fue ver por primera vez en mi vida un “aiga” blanco a la puerta del “garaje” de Julián, casi enfrente de la iglesia. Al lado había un camión rojo en que habían traído el órgano de Astorga. Yo me solté de la mano de mi madre y me acerque aquellos vehículo y les toque y les mire con cara de sorpresa y mente de lascivia; el “aiga” es que era precioso tan bien pintado y tan blanco. El camión era rojo pero estaba lleno de polvo y no me llamo tanto la atención. No supe nunca con exactitud de quien era aquel “aiga” aunque decían que era de Avelino…
La iglesia estaba completa de gente y dentro ya no se cabía. El coro también estaba lleno de hombres que cantaban los cánticos de la solemne misa. Sonaba el órgano y los solistas que cataban la Santa Misa eran El Ti Mariano (el de la Ti Avelina) y mi tío Isidro (el de Coral)… el kirieleison, la salve y el credo sonaban allí como nunca lo habían hecho. La lámpara eléctrica iluminaba la iglesia. El altar, lleno de flores que había traído Don José de Astorga y que habían colocado Hortensia y Soledad. Total que la Iglesia estaba preciosa… El altar también estaba lleno de curas y monaguillos: Don Francisco, Don Mateo, Don Alfonso, el cura de Valdespino, el de Tejaos, el de Valderrey y el Arcipreste de Destriana y de los monaguillos no me acuerdo. En la iglesia había un humo y un olor a incienso que apestaba pero que era agradable al olfato…
Don Mateo, en esta ocasión, subió al pulpito y dio un sermón que no recuerdo nada de lo que dijo, pero que si me pareció eterno por lo largo que era…
Después de la Santa Misa, se cantaba el ramo, se cogía a la Virgen del Rosario y se salía en procesión por el pueblo con ella. El recorrido era por detrás de la iglesia, siguiendo por detrás de la casa de la Ti Carmen hasta llegar a la Cruz Grande donde se giraba a la izquierda para ir hacia la Ermita de San Salvador. Los primeros que iban en la procesión era los mozos tirando cohetes y arropando a los músicos que iban tocando el redoblante y la dulzaina. Detrás deberían ir, como antes iban, los mozos con el pendón, pero en esta ocasión el pendón no lo sacaron debido a los cables de la luz eléctrica que habían sido instalados poco tiempo antes. Luego iba el ramo que con las flores y las velas en forma de cruz. Seguidamente al ramo iban las mozas que pujaban la Santa Virgen. Después los hombres con el Palio bajo el cual iba el cura que llevaba el Santísimo seguidos todo ello por los feligreses que cantaban la salve, el Ave Maria y yo que se que más; el caso que se iba cantando todo el camino.
Durante toda la procesión, los niños corríamos tras las varas de los cohetes para coger la vara y el “codillo” o “cartucho”. No se para que servia aquello pero nos hacia mucha ilusión.
Los que peor lo pasaban de todos eran los perros que se subían por las paredes, con el ruido de los cohetes, no sabían ni donde meterse: más de uno salió por la gatera y corrió despavorido buscando la paz y la tranquilidad hasta Dios sólo sabe donde.
El la Ermita del San Salvador se paraba la procesión y a la Ermita sólo entraban los curas con el Santísimo. Cuando salían continuábamos por detrás de la Ermita, camino del juncal y para la Iglesia donde se daban por terminados los actos religiosos. Todo el recorrido, como ya dije anteriormente, estaba limpio y engalanado como nunca lo había estado.
Nada más terminar la Santa Misa, las mujeres, marchaban corriendo para casa a preparar la comida que, en muy buena parte, ya se había preparado antes de ir. Recuerdo el guisado de cordero que mi madre hacia en una olla negra de “periguela” que se hacia lentamente en la lumbre de carbón y de leña de encina bajo la campana de la chimenea. Los hombres quedaban delante de la iglesia echando un cigarro y charlando cada uno de lo que le venia bien. En tanto en cada casa se ponía la mesa con los mejores platos que eras los mejores de entre todos los que había. Del huerto de “sejuandiez” se trajeron unas escarolas de invierno que allí aún quedaban…
Yo después de la Santa Misa volví a contemplar el “aiga” blanco. Estando allí mirando semejante joya vino la Ti Aquilina me cogió de la mano y para su casa, en Penillas, que no fuimos. Resulta que me llevaban de invitado a comer a su casa, yo ni lo sabía. Estando ya en casa de los anfitriones, es decir, en casa del Ti Dionisio y de la Ti Aquilina, su hijo Alfredo cogió una botella y, encima de una losa, se puso a moler el café para después de comer.
Todos los curas que habían celebrado la misa, después de acabado el acto, iban a comer a la casa del cura (actualmente esta casa es de Manolo (el de Lucinda), donde la criada de Don Francisco (Don Francisco era el cura del Curillas, pero ya no decia la misa que la celebraba Don Mateo que era el cura de Santiagomillas y también ya lo era de Curillas, por eso conviene saber que Don Francisco fue el último cura que vivió en Curillas), había preparado la comida. Esta criada se llamaba Bienvenida. Allí comían todos y, después, cada uno para su pueblo y para su casa.
Por la tarde, poco rato después de terminar de comer, los mozos iban al Juncal a jugar a los bolos y los hombres iban a jugar a las cartas. Unos a casa de la Ti Cayetana y otros a casa del Ti Nicanor. Las mesas de juego estaban repletas tanto en una cantina como en la otra. Los hombres jugaban con tal interés que, como ya he dicho en otra ocasión, eran capaces de estar una hora entera discutiendo una jugada. En casa de la Ti Cayetana el humo de los puros y el olor a alcohol se podía mascar, al igual que en casa del Ti Nicanor. En algunas mesas se jugaban partidas donde la cosa en juego era una botella entera de coñac o de anís, cosa muy extraordinaria ya que lo normal era jugarse un litro de vino que se servia en una jara de de barro.
Como cada año, lo niños, hacíamos un camino de una cantina a otra pidiendo unos reales para gastarlos en caramelos y petardos. Este día era un día idóneo para gastar el dinero, pues, de Santiagomillas venían Nito Jubita a vender todo tipo de chuches que a los niños y niñas nos gustaban: caramelos, chupilargos , pipas, petardos, bombas, callatas de plástico llenas de caramelos. Etc. Etc.
Alas cinco y media o las seis la orquesta ya estaba haciendo las pruebas del sonido, con aquel “… holaaaaa, se oye, se oye….” La orquesta estaban constituida por tan solo dos miembros que se llamaban Marciano que era de Destriana y Profirio que era de Villalis, que por cierto, se caso con una hija del Ti Claudio y la Ti Rosa que se llamaba Raimunda. Su hermano Vaudilio también se caso en Curillas con Dionisia, que, en la actualidad, viven en la casa donde yo nací.

quien cantaba la misa era mi abuelo mariano esposo de la abuela adelina no aquilina como tu dices en tus relatos enterate mejor que los demas tambien lo sabemos aunque somos mas pequeños un beso para todos los del foro

¡¡Jopeta!! Que humos tenemos… Perdona que equivocada el nombre de tu abuela Adelina por el de Avelina. Ahora tendrías que pedir tu perdón por que yo jamás he dicho que el Ti Mariano fuera el esposo de la Ti Aquilina. A ver si a si nos enteramos todos. De todas las maneras GRACIAS por corregirlo.
Un Saludo.