Castrovega de Valmadrigal - Leon

Ay de los viejos estanques… !!!
Lejos, muy lejos quedan aquellos días en que estos estanques, ahora inservibles,viejos y olvidados, fueron parte esencial en la vida de Castrovega, nuestro pueblo.

En ellos, nuestras madres y hermanas, pero sobre todo nuestras madres, aseaban en dura brega la ropa en aras de la pulcritud familiar. Cuánta vida y esfuerzo se derramaron en estos estanques y en tan ardua tarea.

Al tiempo que lavaban, y casi sin pretenderlo, surgían historias familiares, propias o ajenas, o de aconteceres diarios, que se contaban en encendidos diálogos y que, a buen seguro, hacían más liviana la esencial y obligada tarea. Muchas veces debieron soportar los rigores del tiempo: en verano, el fatigoso y abrasador calor, y en invierno, el frío de las gélidas aguas, sufriendo a veces el intenso dolor de unas manos ateridas por el frío.

Acabada la faena volvían a sus casas, a otros quehaceres, subiendo la empinada y descarnada cuesta con el balde lleno de ropa recién lavada apoyado en la cadera, como si de una cesta de pesados nardos se tratara.

Aunque hace tiempo, que aquello para lo que los estanques fueron concebidos dejó de ser, nadie duda de que estos, en su momento, y durante muchas generaciones, fueron de capital importancia para la vida de los habitantes de Castrovega.

Pero hace ya varias décadas, y de manera irreversible, que los avances tecnológicos arrumbaron y relegaron al olvido profesiones, oficios y modos de vida que otrora fueron esenciales, incluso para la supervivencia de muchas persona y generaciones.

Los que como yo llegaron al torrente de la vida a mediados del siglo pasado, y antes más aún, tenemos muy presente, por comparativa, la vida en aquellos tiempos, en mi opinión: más pausada, con menos egoísmo y más filantropía. Fue una época en la que el respeto y la filantropía eran virtudes que se enseñaban y se aprendían, ya desde la infancia, en el entorno familiar por ser predicamento que hace mejores a las personas.

Yo que soy muy dado a recrearme en la contemplación del pasado, no puedo evitar que, a menudo, los recuerdos enciendan y aviven la hoguera de la nostalgia.
Qué le vamos a hacer.
Norberto Marcos