Lahiguera - Jaen

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Francisco Jose mientras leia tu mensaje me iva imaginando el cementerio tal y como yolo he conocido. Con esos farolillos que se ponian antes y ese respeto que antes tenia. Siento lo de tus padre como te dije un dia y por un momento he estado en el cementerio de mi pueblo de Lahiguera. Un mesaje muy profundo para quien lo quiera ver. Aqui en los santos la gente se va fuera y poca gente va al cementerio. Un saludo.

de verda Franciscojose y ves que siempre te contesto en lo referente al pueblo pues siempre consigues tocarme un poco la sensibilidad pues aunque lleve veite años sin ir a lahiguera lo que dices siempre lagras emocionarme un poco porque todo lo que dices lo evivido yo un saludo para todos los foreros

Yo vivía en una casa que estaba en la parte más alta del pueblo, y si añadimos que vivíamos en el segundo piso, podría presumir de ser la persona, junto al resto de la familia, que dormía cada noche más cerca del cielo, que nadie en el pueblo. No obstante, no presumía ni me sentía especialmente afortunado por esta circunstancia, más bien todo lo contrario, porque como he explicado, la casa era muy vieja y su estado ruinoso; y por lo tanto, susceptible de derruirse total o parcialmente ante la inclemencia de cualquier episodio meteorológico; fuera lluvia, nieve o especialmente, viento. Además, había otra circunstancia, que al menos a mi, en más de una ocasión, despertó ese sentimiento absurdo hacia lo sobrenatural y lo metafísico.

Tenía la casa una ventana que daba al exterior, no muy grande pero lo suficiente como para que desde ella se pudiera ver los campos, los corrales y los viejos, oscuros y ruinosos tejados de la vecindad; pero no era eso lo que a mi me inquietaba, sobre todo en las oscuras y siniestras noches de invierno, sino la cercanía y la claridad con que se podía ver el viejo y tétrico cementerio; especialmente la noche de Todos los Santos, cuando cientos de negros y fúnebres faroles, en cuyo interior ardía una mariposa alimentada por una buena cantidad de aceite, o una vela, daban al camposanto un aspecto tenebroso y espeluznante; tanto, que su contemplación infundía en mi estado de ánimo, una mezcla de miedo, inquietud y tristeza; impidiendo en más de una ocasión conciliar el sueño al experimentar sensaciones explicables sólo desde la autosugestión en que caía, como consecuencia de las terribles imaginaciones que maquinaba mi inmadura y obsesiva mente. Era incapaz de sustraerme de la realidad absurda del miedo, confundiendo los rosales y demás plantas moviéndose por el efecto del viento, con docenas de almas en pena, que no tardaría en venir a buscarme y llevarme con ellas. Todo ello, en compañía íntima (por la cercanía física) de mi abuela -con la que compartía cama- y además, mis padres y mis hermanos que se hallaban a menos de un metro en sus correspondientes camas, en la misma habitación.

Sufría estos miedos en silencio y disimulándolos lo mejor que podía, que debía hacerlo bien, porque nunca nadie de mi familia se percató de mi angustia. Siempre me he preguntado, por qué no siendo creyente, me ha inquietado tanto lo sobrehumano, sobre todo los muertos y sus hipotéticas apariciones. Posiblemente haya sido, por la infinidad de historias que explicaban, incluso dentro de mi familia, sobre apariciones de los difuntos. En cada familia había algún episodio de este tipo de fantamagóricas y sobrenaturales apariciones de las "Ánimas Benditas", que era como se denenominaba a este tipo de espectros.

No sé si hoy en día, siguen dándose este tipo de manifestaciones metafísicas en Lahiguera. Yo, desde entonces, no he vuelto a oir que a nadie le haya ocurrido una de estas increíbles y siniestras experiencias.