Lupi y Gusi Todavía recuerdo cono si fuera hoy, el día que mi amigo Lupi comenzó a hacerse nuevas amistades y desarrolló su faceta más creativa. Recuerdo cómo correteaba por el largo pasillo de la casa dando saltitos y haciendo ruiditos simpáticos: "uihn, uihn". Eso solía hacer mientras sonreía y movía la cabeza , aunque a veces, el pasillo se le hacía oscuro y sombrío: veía salir fieras dónde no las había y se asustaba, y maldecía y tomaba camino de vuelta, y abandonaba el pasillo. Todo era rutinario, monótono. Hasta los sustos se hicieron de rigor a diario. Pero, de repente una noche, todo cambió. Aquella noche mi amigo Lupi encontró un nuevo amigo al que miró con recelo al principio, preo que poco a poco le fue cautivando, con esa cancioncilla que no paraba de repetir cada vez que aparecía: "Azzurro", siempre el mismo compás, siempre la misma tonada, la cual acompañaba con su coz delicada y parsimoniosa; aterciopelada, hipnótica. Lupi quiso saber cómo se llamaba, ya que era peludo y bajito como él, y escucharle le tranquilizaba al enfrentarse al largo pasillo oscuro e inquietante. Se dirigió hacia él, pero no pudo hablar, ya que antes de articular palabra alguna, nuestro enigmático amigo le dijo: "Hey Lupi: ¿te gusta la música que hace el Gusi?" Lupi asintió y dejó que Gusi le cantase nanas para dejarle dormir en su cuna de juegos. Así, la rutina cambió y mi amigo Lupi encontró un nuevo y leal amigo, el cual le acompañaba todas las noches cuándo iba a dormir, pasase lo que pasase, y le cantaba en sus sueños: "Azzurro,larilo,lilo,lilo,lilo,lilo,liiiiii,lo,liiiiii" |