El Rompido - Huelva

Quiero apartar de mis ojos
los viejos recuerdos
del niño moreno y flaco
que nadaba en tus aguas,
Mar de la Luz.
Es un niño que sueña
que, un día,
será marinero,
que surcará tus aguas
en un barco inmenso
y conocerá
todas tus ciudades
y todos tus pueblos...
¡Cómo ha transcurrido el tiempo!
Pero, tú, estás inalterable,
como el puente de hierro
que clavaron en tu orilla.
A mí, barro humano,
me ha ido desviviendo
la realidad,
como a estos viejos sueños
que tuve de niño
en tu Punta del Cebo.

Y otro en El Rompido.

Todo huye; con las aguas, las horas; con las horas, la felicidad; con la felicidad, la vida. Todo huye a fundirse en la cabeza de Siva, cuyo cerebro es el caos, cuyos ojos son la destrucción y cuya esencia es la nada...

La mente no se haya en la tierra ni en el cielo. Recorre un espacio sin límites ni fondo, océano de voluptuosidad indefinible, en el que empapa sus alas para remontarse a las regiones donde habita el amor.
Las ideas vagan confusas, como esas concepciones sin formas ni color que se ciernen en el cerebro del poeta; como esas sombras, hijas del delirio, que nos llaman al pasar y huyen, nos brindan amor y se desvanecen entre nuestros brazos.