Valdeconcha etc en CELA Fragmento del "Nuevo Viaje a La Alcarria" de CAMILO JOSE CELA: Don Mariano gasta barba y es de porte distinguido. A los de Alhóndiga les dicen ballenos o los de la ballena y también gallinazos. La picota se levanta sobre cuatro gradas redondas y junto a la ermita de San Roque, a la salida del pueblo, en una glorieta amable, con bancos donde sentarse y árboles para dar sombra; la picota tiene tres calaveras de adorno, se conoce que para que la gente no se confiase. La ermita buena, también la que tiene mayor número de devotos, es la de la Virgen del Saz, en el camino de Valdeconcha y a media legua, o sea media hora de andar sin demasiada prisa. Por Valdeconcha cruza el arroyo de Arlas, un reguerillo de muy canijas hechuras, que vierte sus aguas, cuando las trae, al río a entre Pastrana y Zorita, en un paisaje de umbrías y soledades y frente a la casa que dicen del Marqués del Saco. De aquí de Valdeconcha era el tío Salustio el Patas, que iba en un caballo colorado y de mal carácter, un caballo al que había que ponerle bozal para que no mordiese a las clientas, vendiendo buenos paños de Tarrasa o de Béjar, a elegir. -¿Lleva usted mantas de Palencia? -No, señora, me quedaban dos y las dejé en Lupiana. En Alhóndiga hay por lo menos cuarenta solterones y solteronas, se conoce que no todos los alhondigueños son propensos al sacramento del matrimonio. El viajero se encuentra entre el gentío, o sea entre la medio multitud, con su amigo Narciso Aguayo (a éste se le apea el tratamiento porque es cómico) quien con su señora, la Balbina Gómez, formó en la compañía de Sara la Pelicoria, actriz de Padrón, que recorrió España entera representando Genoveva de Brabante, el Tenorio, Mal año de lobos, Juan José y así hasta doscientas piezas de repertorio, que entonces los comediantes se ganaban la vida a pulso. -¿Y a contrapelo? -Sí, también. Y contra viento y marea y aun de milagro. Aquellos eran otros tiempos y la gente era más fuerte y resistía más, no lo dude. El viajero estaba a gusto y como tampoco tenía prisa, se hubiera quedado tiempo y tiempo en Alhóndiga conversando, zanganeando y mirando, que son tres gerundios de mucho deleite; lo malo es que la vida empuja y el hombre debe asumir sus propias frustraciones(*). Otra vez en la carretera el viajero se cruza con la ya casi olvidada estampa de un agricultor caballero en mula torda y con todos los aperos a cuestas. Más o menos hacia el kilómetro 100 de la carretera de Madrid, la N-230 empieza una dilatada llanura que no parece que pueda tener fin. -¡Buena tierra de liebres! -Sí, señor, muy buena. A mano izquierda, o sea hacia el sur, queda Fuentelencina, por donde también se puede llegar a Pastrana. -¿Le gustan las codornices encerradas en pimientos morrones? -¡Toma, claro! ¡y los palominos al estilo fraile!
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