Tejiendo pajaritas por los caminos del cid TEJIENDO PAJARITAS AL VIENTO POR LOS CAMINOS DEL CID Empezamos el viaje el día que unas personas decidieron que debíamos hacerlo. Y nos fuimos mi familia y yo a buscar nuevos mundos, iguales en el fondo de aquellos que dejábamos, pero librándonos de sus molestias. EL BOSQUE: El primer punto de destino me advirtió de todos los peligros haciéndome ver que debía cuidar y extremar los pasos si quería disfrutar del pequeño paraíso que se me ofrecía a los ojos. Me encontró dispuesta pues se ve que llegué allí en el momento más oportuno de mi vida. Este mismo lugar me dijo un día: “Debes marchar porque aquí ya has aprendido todo lo que necesitarás para ir a tu próxima estación.” Y me fui alegre y feliz de haber conocido tan extraordinario lugar. “Adiós y suerte”, me dijo el viento que era la voz de aquel lugar encantado y mágico.”Adiós y gracias por todo, viento amigo” LUZÓN: El segundo lugar apenas si lo recuerdo, pero una niña mayor me cuidaba y me llevaba a recorrer hasta los sitios más escondidos y ocultos, y de ella solo recuerdo sus botas de agua y sus cálidas manos. Yo debía buscarla, pues ella jugaba conmigo a esconderse. y yo, mientras, descubría nuevos lugares para el juego. Se separó de mi con una sonrisa y estrechó mis manos. CIRUELOS DEL PINAR Cuando llegué al tercer lugar supe que allí pasaría mucho tiempo, y me gustó la idea. Fue allí donde me dijeron que debía modelar con mis propias manos mi destino. Yo era la responsable, si no lo hacía bien. Por tanto me lo tomé en serio. Me encontré con el mundo de las letras y pronto pude empezar a escribir palabras que previamente había leído. Para hacer más ameno el aprendizaje también conté con la ayuda de compañeras mayores que suplían a la maestra algunas veces, y me enseñaban lo que la maestra les había enseñado a ellas. Y cuando supe juntar todas las letras del abecedario mis amigas me dieron un premio por haber sido tan constante, a pesar de ser un algo torpe todavía balbuceando sonidos y garabateando signos.” Ahora ya ha llegado el tiempo de volar. Con tus manos, fíjate bien, vas a conseguir llegar donde quieras y el destino será aquel que tu misma hagas con estos papelitos blancos que son solamente folios. Dobla el papel tantas veces como sea necesario. Haz un barquito seguro para navegar por el río o por ese charco pequeño que la lluvia nos regala hoy. Luego, una pajarita, bien plegada sobre sus alas te darán mucho juego, y te llevarán a donde quieras llegar; y no tengas miedo, que el papel así, no te hará nunca daño, y te hará libre. Solo podrás volar allá donde tus manos sean capaces de conducirte”. Y después, ya no me tuvieron que enseñar más lecciones de figuritas de papel pues las había modelado y repetido tantas veces que me hice experta. Un avión, otro barco, unas aguaderas, una mariposa y hasta un día me atreví con una flor de papel y me sentí dichosa de que el papel tuviera tantas utilidades y formas. Cuando aprendí todo me llevé mis pajaritas conmigo, y allí donde me destinaron, me dediqué a pintarlas. MARANCHÓN Allí me esperaban nuevas enseñanzas. Los libros forrados de papel azul donde leíamos cuentos fantásticos de Andersen y de los Hermanos Grimm. Éramos marineros de un mismo barco que debíamos llevar a puerto leyendo sus páginas también de papel. Tu turno llegaba y no podías fallar si habías leído desde el principio de la historia. Si no, el barco se hundía y todos a naufragar por tu culpa. Así que intentaba leer sin perderme ni una letra ni un punto. Y llegaba el recreo, y fuera hacía un frío espantoso como en Burgos pues aquel camino era el mismo que éste. Pero también había un antídoto para esto, seguir leyendo por tu cuenta, y jugar al parchís o a las damas. Estas señoras damas eran tan elegantes, atrevidas, y conocedoras de las reglas del juego, que lo pasábamos genial en los tableros de fichas negras y blancas, donde tu misma, si guardabas las distancias, y te movías correctamente, podrías ganar la partida, pero solo si eras más hábil que tu oponente. Lo importante no era ganar siempre, sino aprender a moverte por el tablero de las fichas donde podías elegir el color en cada partida. Ningún color determinaba tu destino de antemano ya. Y acabé tejiendo pajaritas entre las nubes. |