Zújar - Granada

Como en todas las aulas, hay unos cuantos pupitres plenos de niños encarados a una gran pizarra. Entre los pupitres y la pizarra, el maestro, que en este caso es una monja armada con una regla de hierro. Encima de la pizarra la monja ha colocado un cartel que pone IMMORTAL, pero con el prefijo rayado, para què se pueda leer MORTAL. Lo ha puesto para hacer callar los rumores, pero ni los niños le hacen caso: todos saben ¿qué es un ser immortal?.

La clase está formada per 30 niños i 10 niñas; si cada niño tiene un hijo y una hija con cada nena, al final cuantos niños y cuantas niñas habrá?

La monja ahora está haciendo una disertación sobre los místicos castellanos del siglo de oro, y en el momento más interesante, toca la puerta, provocando más de un choque a los niños que estaban más metidos en la matèria. La puerta se abre y entra el demonio, de espaldas. Le sigue Fausto, cargado con un saco muy grande. Y así es violado este santuario consagrado a la innocencia y a la ignorancia.

- Empie!- pronuncia la monja, con un poco de ternura.

Automàticamente, los niños se levantan, como si tuvieran instalados alguna especie de resorte.

- Niños!- continua la monja- Hoy haremos una clase muy especial. Estos señores han venido de muy lejos para explicaros una cosa muy importante. Sed educados y portaros bien. Sobretodo tú, Florencio.

Menos Florencio, toda la clase ríe. Hecha la gracia, la monja se retira hacia un punto de control estratègico, dado pie a la entrada del nuevo orador.

- Hola, niños y niñas- dice el demonio- Yo soy Pedro Botero, y este señor que viene conmigo es el hombre del saco.

Un baño de làgrimas inunda todos los rincones del aula, parecía que se hayan rebentado las cañerías. Los gritos y los espantos producto del pànico hacen vibrar los vidrios de las ventanas.

- No, no lloréis... - dijo el demonio intentando reconducir la situación- Este señor se llama Fausto, y dentro del saco lleva caramelos. Va, Fausto, por favor, saca los caramelos!

Cuando Fausto abre el saco para coger los caramelos la situación empeora considerablemente. Los efectos del terror producidos por este desafortunado gesto son de tal magnitud que poden derivar en trastornos emocionales irreparables. No es hasta que se han repartido muchos caramelos y se han dado muchos besos y fuertes abrazos por lo que se consigue un ambiente medianamente relajado.

- Muy bien,¿ ya estáis más tranquilos?- dijo el demonio.
- Sííí!- respoden los niños.
- Como os lo pasáis... Si no os importa, Fausto, mirad, si le pego y no hace nada.


Efectivamente, el demonio le da una coz al culo a Fausto que le hace volar unos metros. Los niños rien: ahora sí que el ambiente está calmado.

- ¿ Tenéis ganas de hacer un juego?

continúa:
- Síí!- dicen los niños.
- Os agrada disfrazaros?
- Sííí!
- Pues va, empezar a cambiarse, que mientras tanto Fausto y yo iremos preparando los disfraces.

Todos los niños se miran la monja, que hace que sí con la cabeza. En cuestión de segudos, el aula se convierte en un caos de niños y de ropa volando por los aires. Reina el buen humor. Cuando ya estan todos desnudos y cansados de hacer follón vuelven a su sitio, y se quedan a la expectativa.

- Què, ya estáis?¿ Tenéis frío?

Los niños puede que tengan frío, pero ninguno dice nada. En realitad se lo están pasando pipa, y les da igual pasar un poco de frío.

- Ahora tenemos que hacer una cola. ¿Sabéis hacerla, no? Pues va, or-de-na-da-men-te formar una cola, para ir a aquella mesa, donde Fausto os dará un disfraz.

Los niños forman la cola, y sí, or-de-na-da-men-te. Fausto se ha fabricado una especie de despacho en un rincón del aula. Cuando llegan los niños, les pinta los pómulos con una crema de color negro, y les entrega un uniforme militar.

- Número de pié?
- 22.
- Tinga, circule. Número de pie?

Los niños se van vistiendo, y a medida que van acabando, se sientan en su sitio. En general los cascos les van grandes, y las escopetas pesan unas tres veces más que ellos. Quién más que menos todos tienen especiales problemas con los collares de orejas, porquè les llegan hasta los pies. Cuando ya están todos vestidos, dice el demonio
- Va estáis todos? Muy bien. Hoy hablaremos de la guerra.

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