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Villaescusa de Haro - Cuenca

Poblacion:
España > Cuenca > Villaescusa de Haro
13-05-11 09:46 #7788107
Por:luz gonzalez

Historias. El tiempo de los gitanos en Villascusa.
Algunos habréis leído la primera parte de esta historia que aparece en la revista Altheia. La pongo aquí para los que nol hayan leído y sobre todo para que se vea el nombre de quien me contó la historia. Le agradezco mucho los ratos que he pasado escuchándola, sentadas las dos en la mesa camilla junto a la ventana en su casa o al fresco en su puerta, en el verano.
Corté el texto que aquí pongo más amplio. Cada cuál puede leer la parte que quiera.
****
Gitanos en las ruinas de los Frailes.
Era una fiesta verlos llegar al pueblo con sus carromatos, sus canciones y sus bailes, aunque vinieran a engañarnos. Cuando se corría la voz de que estaban por aquí, las mujeres guardaban en los corrales las gallinas que antes picoteaban libres por las eras. Aun así, siempre faltaba alguna. Era vista y no vista, se la comían en menos que canta un gallo. Pero nada más, nadie echaba en falta otras cosas.
Venían de puerta en puerta a ver si tenías algo roto que lañar, una lebrilla, un cántaro, un puchero o una olla, todo lo arreglaban. Además vendían cestas de mimbre de todos los tamaños. Para los huevos, para los dulces del horno – bueno para eso era mejor el escriño que guardaba más el calor y no se salían las migas- o para la ropa de planchar…
Paseaban por las calles con sus canastas al ijar y al mismo tiempo, si querías, te echaban la buenaventura, y si te enfadabas con ellas pues el mal de ojo o cualquier maldición.
-Aun así, nos gustaba que vinieran –rememora Aurora a sus noventa y cuatro años recién cumplidos- No te fiabas mucho de ellos, porque no te podías fiar, pero ya está.
A Aurora le gusta mucho celebrar sus cumpleaños, le gusta estar con la gente y que haya fiesta. Por eso le gustaban los gitanos, porque siempre estaban de celebración.
- Recuerdo que íbamos a las eras, a las cuevas o a los frailes, dónde acamparan. Algunas noches venía la hermana Julianilla a llamarme y me iba con ella a oír la música. Extendíamos una saca y nos sentábamos en el suelo con ellos. Les llevábamos, escondida debajo del mandil, una botella de aceite para alumbrar el candil y no quedábamos hasta las tantas.
Había gitanos de dos tipos, los húngaros que tocaban el violín y venían en carromatos y los gitanos, gitanos con acento andaluz que venían con burros para cambiar y acampaban dentro de los frailes o en las cuevas. Allí metían sus burros, quizá para que les dieran calor en invierno, o a lo mejor para que nadie pudiera ver lo viejos que eran porque hasta los pintaban de negro para que parecieran más jóvenes y venderlos a mejor precio.
Había buena gente entre ellos. Como Talmú y el Montañés, esos venían cada año y de una vez para otra ya los conocíamos. Había también mujeres a las que les pillaba el parto aquí y parían en las cuevas. Incluso hubo una vez que bautizaron a un chicote en la iglesia.
Recuerdo que había una gitana que estaba pariendo en las eras, allí por el Ventorro y unas mujeres fueron a llevarle caldo y bizcochos, lo que se lleva a las recién paridas. ¡Y se la encontraron fumando un puro en el carromato!
Aquí ninguna mujer fumaba entonces, y menos puros.
Tuvo una chica y la bautizaron en la iglesia. Luego hicieron la celebración en el casino con pasteles de pastelería y todo. Los trajo una maestra que había aquí, doña Elena se llamaba. Es que sus padres tenían una pastelería en Cuenca, la pastelería Lozano. A lo mejor todavía está.
Bueno, pues la chicota, cuando era mayorceta vino por el pueblo y preguntó por sus padrinos. Porque la madrina fue tu tía Valentina y el padrino Paco Jiménez. A la chica le pusieron sus nombres; Francisca o Valentina. No sé qué apellido tendría. Pero fue una fiesta en el pueblo ese bautizo. Los padrinos fueron a las eras a recoger a la recién nacida y allí los esperaban todos los gitanos vestidos de fiesta, con trajes húngaros llenos de bordados - porque estos eran húngaros - y las mujeres con faldas de vuelo y corpiños de lentejuelas, los hombres de negro con chalecos y camisas blancas con volantes en la pechera y en los puños. Fueron tocando los violines toda la calle Nueva hasta llegar a la iglesia, La gente salía de las casas a ver qué era aquello y los chiquillos iban detrás del cortejo.
Y la inscribieron aquí y todo a la chicota. Francisca o Valentina se llama, unos cincuenta años tendrá ahora. Tiene que estar en el Libro del Registro del Ayuntamiento



*******

No sé si estará en el ayuntamiento, pero donde sí está inscrita una tal Valentina hija natural (es decir, hija de padres que no se han casado) es en el registro parroquial y resulta que la tal muchacha tiene poco más o menos la edad que dice Aurora. La misma que mi prima Luci y que Pepa, Consuelo, Isabela y los demás, hasta llegar a veinte que nacieron aquel mismo año ¡Entonces sí que nacía gente en Villaescusa!
A lo mejor se trataba de la misma gitanilla a la que mi prima daba su merienda a escondidas. Porque mi prima Luci, de chiquilla, era de comer poco y costaba un triunfo que se comiera el bocadillo, así que, ante la extrañeza de su madre, los días que acampaban los gitanos en los Frailes, lo cogía sin rechistar y en un pis pas se quedaba sin él: “Que bien que come mi Luci ahora”, decía tan contenta mi tía Manuela. Nadie veía como la gitanilla, no sé si sería Valentina o no, solo recuerdo que era de nuestra misma edad y que se comía con ansía lo que Luci le había dado. Y tan rápido que aún no había empezado mi prima Adela, su hermana, a comerse el suyo. Co lo que la gitanilla iba detrás de ella:
-Dame, dame.
Pero mi prima Adela nada, ni caso. Abría el pan y tiraba del jamón dándole pequeños mordiscos. Masticaba lentamente a la vista de la pedigüeña que, olvidándose de jugar con nosotras, iba detrás de ella con la misma cantinela.
- Anda, dame un poco.
Al final Adela se compadecía, y cuando ya no quedaba nada de magro, cogía la tira de gordo de alrededor con los dedos y le decía:
-Toma, anda, y cállate.
La gitana madre que asistía a la merienda de mis dos primas en la distancia le gritaba a su criatura:
-¿Qué te ha dao?
Y la chiquilla contestaba:
-Una miaja de tocino gordo.
-Pos tíraselo a la cara y vente.
Y nos quedábamos sin compañera de juegos.

También cuentan que venían en invierno, no solo en primavera y verano que era lo más habitual. Y que un año cayó una nevada tremenda y había una familia con su prole en los frailes. Una mujer se compadeció de ellos y los llamó para que se calentaran en su lumbre. Luego les dejó una casilla para que estuvieran bajo techo y al irse el gitano padre le dejó como regalo un Cristo que había hecho con mimbres y madera. Dicen que estaba muy agradecido porque heló tanto aquel año que podían haberse muerto de frío de no ser por la caridad de esa vecina.

Pero no todos eran buenos, también había gitanas malas. Y si no escuchen lo que pasó a una mujer que tenía una tienda:
- Sí hija mía, había gitanas muy malas. Una en especial, muy alta que venía a comprar a la tienda y siempre “de fiao” . Llenaba el cesto y decía: Mañana se lo pago.
Viene al día siguiente y antes de pagar empieza otra vez a meter cosas en el serón. Y voy y le digo:
- Anda, ya estás sacando de ahí lo que has metio que no te doy nada hasta que no me pagues.
¡Hija, qué mal que le sentó! Va y me dice:
-Pues te vas a arrepentir.
Echa un escupitajo al suelo, vacía el serón y se va dando un portazo. Iba mascullando no sé qué palabras, pero me dejó tiesa.
Salí corriendo de detrás del mostrador a coger a mi chica que estaba gateando por la tienda. Miro el escupitajo de la gitana y aquello rebullía, como si diera saltos el gorgojo.
¡Toma, que nos había echado una maldición!
Aquella noche se me puso la chica mala. La toco, ¡Hija mía, una fiebre que ardía! En la frente tenía así como una cruz verdosa. Nada más amanecer me presenté en casa de la mujer que cura el mal de ojo. Me abrió la puerta, me pasó adentro y me sentó en una silla. Sacó un vaso lleno de agua y echó unas gotas de aceite. Oye, y que las dos gotas se fueron derechitas al fondo del vaso. Me dijo:
-Pues sí, tu chica tiene el mal de ojo. Menos mal que has venio a tiempo. Vete a tu casa y no te asustes si la ves devolver porque ya está echando por la boca todo el mal.
Y así fue, cuando llegué estaba devolviendo en la cuna. La levanté y ya no tenía casi fiebre. Antes del mediodía se había curao.
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