Villaescusa de Haro - Cuenca

¡A trillar!
Hace muchos, muchos años, cuando en Villaescusa era cotidiano ver mulas, burros, carros...y muy pocos coches por sus calles, había también unos espacios en el entorno cercano llamados "eras".En cada una de ellas había un rodillo de piedra.
Cuando se acercaba el verano, y los campos de trigo y cebada amarilleaban, listos para ser segados, los agricultores repasaban la superficie de las eras con su rodillo, para despejarlas de los hierbajos y maleza de su suelo, dejándolas como la patena , listas para recibir la mies.
Poco a poco, las eras se inundaban de la paja dorada y abultada,extendida por los agricultores para ser trillada con sus trillas arrastradas por las mulas.
Una vuelta, otra , otra...
-¡Sooooo!-grita el hermano Juan, al ver que los chiquillos que van sobre la trilla, se salen de la mies, entretenidos con sus juegos.

Son las diez de la mañana, el hermano Juan "ablienta" la mies, para separar la paja del grano. Hace calor, la horca pesa. Allá, a lo lejos, vislumbra a la chica que, como cada mañana, aparece con la cesta, brincando, contenta,y avisando desde lejos...
-¡Padre, me ha echao madre el almuerzo!...
-¡Ten cuidao, no muevas tanto la cesta que vas a mover la merendera y vas a verter aceite en la talega!...¡Esta chica! Vaya aprensiones, brincando como un cabra a estas horas...
Se acerca a ella. Se seca el sudor.
- A ver, a ver que traes hoy...
Un delicioso olor a pimientos fritos y panceta inunda el espacio escogido a la sombra del carro.
-¡Pepillooooo!-grita Juan al labrador de la era vecina...-para un rato y vomos a echar un traguillo...¡Manuel!, para un rato, venga, que to oficio tiene un cigarro...
Los labradores vecinos dejan un rato la tarea y se acercan con su "merienda" en la talega de cuadros o rayas a sentarse con Juan y la chica, que almuerza con ellos con el mismo ahínco que si hubiese ablentado o trillado.
Y hablan, y se ríen, y disfrutan del trago de vino tinto del botillo, que mancha sus camisas sudadas como si de sangre se tratara.
Se acaba la hora mágica del almuerzo. La chica recoge la merendera, el pan que sobra, el botillo...lo pone todo en la cesta, y de igual manera, regresa brincando al pueblo, mientras Juan , Manuel, Pepillo...vuelven al tajo, `protegidos por sus sombreros de paja del sol abrasador del verano villaescusero.

Bonitos recuerdos,de verdad. Se da uno cuenta de cómo pasa el tiempo, y lo que se ha cambiado a nivel general. Ahora bien, era durísima la vida para el agricultor.
Me ha gustado la historia.

Me he olvidado de añadir que me gustaron mucho también las historias escritas por Luz, la de la tienda de la Magdalena y la del cine en el casino. Son gratos recuerdos, que hacen dibujar una sonrisa en los labios, y que a su vez aparcan el monotema del ayuntamiento, aunque con ello no quiero decir que no sea importante, al revés, lo es y mucho.
Os animo a seguir contando, os seguiré leyendo.Os sabéis expresar de manera sencilla y clara.