PINAREJO NUESTRO PUEBLO (POSADA Y MESÓN) DEL AUTOR DE PINAREJO EL MEJOR PUEBLO Nuestro pueblo en el siglo XVII tenía un mesón que era de Luis Melgarejo y un mesonero Javier Fraile. Con posterioridad Pinarejo tendría otros mesones/ posadas y otros mesoneros. Yo solo llegué a conocer como mesonero a Feliciano, un gran hombre y bellísima persona, tanto él como su mujer, hijas e hijos, uno de los cuales era amigo mío y murió por desgracia hace de esto bastantes años. Parece ser que hubo otra posada /mesón en la Carrera y naturalmente también debió haberla como en la mayoría de los pueblos en la Plaza. La posada ocupaba una parte de lo que había sido la casa de D. Miguel Belinchón. Esta casa se llegó a extender en su momento de mayor esplendor desde la Plaza hasta la calle las Eras. De la gran importancia que han tenido los mesones, posadas y ventas en la historia de España solo hay que echar un vistazo a la literatura escrita: Quijote. Me pregunto yo ¿qué sería el Quijote sin las ventas y posadas? Naturalmente no sería un libro de caballería y por descontado hubiera perdido su gracia pues la mayoría de las historias del Quijote transcurren en ventas y posadas. A las posadas llegaban los viajantes; los feriantes; los pedigüeños; los tratantes de ganado; los que iban de paso y toda una serie de personajes que daban a estos lugares un cierto encanto. Imagínense la posada de nuestro pueblo en una de aquellas noches cerradas y con personajes yendo de un lugar a otro de la posada en busca de una buena cena; de calor junto a la chimenea; de comparadores y vendedores de ganado cerrando trastos. Venían a ser las posadas lo que ahora son las notarias, eso sí, con menos protocolo y por descontado, más baratas, pues parar cerrar los tratos servía un par de hombres buenos del lugar; un apretón de manos y unas cuantas jarras de vino. Las ventas y posadas en opinión de Larra eran el mejor teatro para el estudio de tipos. Para finalizar les dejo con una poesía que he escrito para la ocasión: Vieja posada y mesón de Pinarejo, hoy un recuerdo ya perdido, y en otros tiempos, allí en la Solanilla, abierta a los forasteros como si fuera un escaparate de oficios en la que los arrieros, pastores, yunteros, mimbreros, castradores, silleros y mochileros llegaban de vez en cuando hasta el pueblo y se aposentaban en sus dependencias para los tiempos de la fiesta grande de Pinarejo y de mercado semanal en la plaza y durante los días en el que las cosechas granaban y los animales pacían en los barbechos a la espera de su retorno a las cuadras para dormir y esperar el nuevo día. Vieja posada de atrio abierto a otro mundo y de un patio de columnas castellanas y de geranios instalados en las ventanas paredes y suelo como si fueran una estampa sacada de un sainete de los hermanos Álvarez Quintero. Y de la posada me llamaba la atención sus horas muertas aunque siempre vivas en que los hombres y las bestias dormían en un binomio perfecto llamado carne y hueso como sí unos y otros formaran parte de un único destino. Y de todas las estancias sus cuadradas con olor a paja, cebada, avena y trigo y las conversaciones entretenidas de los muleros mientras arreglaban a los animales y hablaban de lo difícil que estaba ganarse el pan nuestro de cada día. Y Pinarejo tenía una posada y la posada era su alegría y Feliciano era el mesonero que la atendía. Desde valencia buenas noches |