Llanto por ese castillo de decaÍdas almenas Se velan armas en el Castillo de Garcimuñoz a la espera de entrar en batalla mientras que desde las ventanas cerca de las almenas unas damas miran con ojos de bellas doncellas y rezan para que sus caballeros vuelvan vivos y cargados de riquezas de esos frentes de batalla en La Encomienda, El Molino y el monte Ardal de vastas maderas, de animales salvajes que en él se cobijan y de campesinos sin tierras. Se vela en el Castillo de Garcimuñoz cargado de mil leyendas y a la espera que desde Toledo, la ciudad de la cordura donde gobiernan sarracenos y apátridas se vengan a dotar el castillo de presupuestos para que en el se alce esa bandera de la cual a algunos se le llenan los ojos de lágrimas y las carteras de uvas y peras. Se vela a un muerto y se le vela porque en el Castillo de Garcimuñoz tienen decencia y no se atreven al igual que aquella reina católica ella a desmontarlo piedra a piedra y llevarlo hasta allí donde las Juntas se vienen a juntar para que vean que en el Castillo de Garcimñoz, provincia de la saqueada Cuenca, sus ciudadanos prefieren ver al Castillo segado a rasar de tierra que convivir con la vergüenza de tener que responder a todos los que por allí se acercan que la obra está parada y estará hasta que alguien quiera devolver su grandeza a ese Castillo de Garcimuñoz de tanta historia ya sea mala para los que la cuentan desde fuera y buena por el servicio que hizo a aquella incipiente España de la que ahora todos se sienten herederos sin tierras. Autor: José Vte. Navarro Rubio |