el valor del trabajo Establece el legislador (creo que con buen tino) en el art. 35 de la CE, “todos tenemos el deber de trabajar y el derecho al trabajo”. Lo que en “román paladino” significa, que aquí el que no trabaja no come. El trabajo es la principal fuente de ingresos que tienen los trabajadores, valga la redundancia. Pero aquél no sólo les reporta ingresos a hombres y a mujeres trabajadores/as, sino muchos otros beneficios inmateriales que no son necesariamente los retributivos: nos ayuda a desarrollar la mente y el cuerpo, nos mantiene ocupados y contribuye en general a dignificar y a desarrollar la personalidad humana, diferenciándonos con ello del resto de animales irracionales. Por otro lado, la actividad laboral de la denominada población activa contribuye también al PIB (producto interior bruto) del Estado y, a través del IRPF (impuesto sobre el rendimiento de las personas físicas) aporta imprescindibles ingresos para el sostenimiento del herario y la hacienda pública. En mi caso, el trabajo empezó formando parte complementaria de la escuela, ayudando a las tareas agrícolas y familiares. Para mi familia más directa (nuclear) el trabajo siempre fue una obligación, un deber inexcusable, lo que sin duda me restó el tiempo necesario para jugar, cuestión esta esencial como bien es sabido, para el desarrollo de la niñez. Pese a ello, que es lo que mayoritariamente un niño tiene que hacer, no me arrepiento lo más mínimo, porque gracias al trabajo aprendí tantas cosas que me han servido enormemente en el futuro. A lo largo de mi extensa vida laboral he desempeñado innumerables profesiones y oficios entre otros: dependiente de comercio (ferretería industrial), vendedor, jardinero, taxista camarero, hostelero, funcionario,... Y no me arrepiento lo más mínimo de ninguno de ellos, más bien al contrario me enorgullezco profundamente de todos ellos, porque para mí todo trabajo es digno. Pluriempleado como pocos (llegué a desempeñar tres empleos/oficios en paralelo), antes que postrado en una cama siempre deseé morir con las botas puestas y en acto de servicio. Fiel partidario del trabajo bien hecho y de la satisfacción personal por el deber cumplido. Y, repudio en cambio, la vagancia, el parasitismo, y la falta de inquietudes, de quienes considero que son la gran lacra de la sociedad. Por el contrario, me entristezco profundamente al observar cómo los jóvenes no consiguen acceder a su primer empleo o encuentran graves impedimentos para conseguirlo. Y de aquellos padres/madres de familia que se han quedado sin trabajo, en la última fase de su vida laboral, lo que sin duda alguna dificulta enormemente encontrar un puesto de trabajo, mientras observan a su familia con desespero, en estos tiempos de profunda crisis laboral y económica. Y sufro también por tantos y tantos otros que padecen hoy en día por la falta de trabajo, de ingresos y de futuro laboral. En definitiva, el trabajo dignifica al hombre y a la mujer, mejora y beneficia su salud, asegura su sustento y el de su familia y, contribuye a incrementar el desarrollo y el progreso del estado del bienestar. ¡Qué no nos falte…! Utopia.2 BCN |