Carta abierta a Alejandro Lopez Andrada Carta abierta a Alejandro L. Andrada Somos paisanos, pero no nos conocemos. Me llevaron pronto de ahí y ha tenido que ser el azar el que me descubra su existencia en una biblioteca de un pueblo cercano a Barcelona. Su apellido me hizo retroceder a mi infancia. Una compañera de colegio lo llevaba. Cogí el libro y lo lleve a casa sorprendida y emocionada. Los lugares por los que jugué, el colegio donde estudie los primeros años, mis maestros y mi casa, que ya no existe. Todos esos recuerdos felices y tristes que marcan para siempre cuando se es niño, los reviví entre las páginas de su libro. Pero a medida que iba adentrándome en su lectura, pensaba que no lo recordaba todo tan amable, que había mucho dolor entre las paredes de muchas casas y miedo también. Permítame el atrevimiento: Embellece usted el paisaje y el paisanaje. Villanueva ha sido siempre un pueblo reprimido y represor a la vez. Digo esto, porque a pesar de mis pocos años en aquel tiempo, lo percibía. La iglesia y la dictadura de la mano conseguían un pueblo sumiso y asustado del que nadie se atrevía a ser diferente ni de pensamiento. Por poner una nota poética: Nuestro pueblo como algunos otros se empecinaban en amordazar el viento, en cortarles las alas a las mariposas y ¡Durante cuánto tiempo lo consiguieron! He vuelto, Alejandro, hace unos días de nuestro pueblo, las calles están asfaltadas, hay parques, la gente viste bien, tienen coches… pero a pesar de ese aparente progreso todo sigue igual. Cualquier acto, cualquier evento, ha de ser bendecido previamente, ha de contar con el beneplácito de los de siempre y siguen callándose las mismas cosas “por no señalarnos”. He vuelto con un sentimiento agridulce, pero también con la sensación de haber superado el desarraigo que sentimos todos los que nos hemos ido lejos. Estos días pasados, me han hecho sentir que pertenezco a esa tierra y esa tierra a mí también, pero en este largo periodo de tiempo de ausencia, hay un divorcio entre el corazón y la cabeza y ya nunca habrá reconciliación, aunque lo sienta. No obstante me alegro mucho que una tarde cualquiera en la biblioteca de un pueblo cercano a Barcelona, encontrara junto con su libro, o mejor gracias al mismo, el perentorio deseo de volver. Seguiré leyéndole. Mientras tanto, reciba un cordial saludo. Juana G. Scott |