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Requiem por un cerro

Poblacion:
España > Cordoba > Montemayor
Requiem por un cerro
Extraño título ¿verdad? Estamos acostumbrados a ver morir
lentamente -o de porrazo- hombres, pájaros, iglesias, paisajes,
cosas. Yo mismo hace muy poco, entoné en estas mismas páginas un
"Réquiem por Las Ermitas", esas pequeñas iglesias perdidas en la
paz serena de nuestra campiña o en la reciedumbre bravía de
nuestra Sierra. A uno le duele profundamente esa muerte
implacable de las cosas y de las gentes. Pero hoy mi Réquiem, no
menos dolorido, va ni más ni menos que por un cerro. POr un
cerro de Montemayor.
Se llama Cerro de la Alcoba, un nombre cuya justificación no
he podido nunca encontrar en mis disquisiciones históricas. Jamás
tuvo el citado cerro una sola edificación. A sus pies sí. A sus
pies aún se conservan algunas huertas de las que ya queda
constancia clara en los censos de los siglos XVI y XVII. Así por
ejemplo se nos habla de los vecinos de "Huerta Baja del Cerro de
la Alcoba". Aún sigue en pie el viejo caserón, con su misma
alberca y casi con las mismas higueras, que dan fama provincial a
sus brevas. Pero a lo largo y ancho de los siglos el cerro siguió
ahí, solo, desnudo, incultivado y casi incultivable, altivamente
levantado sobre la llanura ubérrima, como perenne e inmóvil
guardián de trigales, olivos y viñedos. Desde su cima se domina
un amplio horizonte que va desde la Sierra Nevada granadina,
hasta las mismas orillas que bordean Córdoba. Asentado frente a
la antigua Ulía fue hace dos mil años mudo testigo de las luchas
intestinales entre Julio César y Pompeyo. A su falda acamparon
más de tres meses los guerreros pompeyanos en el insoportable
asedio de la ciudad ibero-romana, el año 45 antes de Cristo. Y
antes, mucho antes, en sus laderas y en su cima daban sepultura a
los muertos, los hijos de Ulía. Allí iban a dar con sus huesos -y
con sus cacharros más personales- no pocos de nuestros
testigos de una civilización muy primitiva, tanto que se remonta
a los primeros pobladores de nuestra Córdoba. Día tras día el
Cerro muere un poco, a manos de un verdadero ejército de hombres,
empeñados en arrancar de su entraña la arena y la grava que sirve
para los firmes de nuestras carreteras. Es, por tanto, una agonía
fecunda. Es además, una agonía rentable para el Municipio de
Montemayor, aunque no en exceso. Las gentes del pueblo clavan sus
ojos en el viejo Cerro de la Alcoba. Lo ven con sus tremendas
grietas, con sus profundas heridas que cada tarde son más hondas,
más anchas, más alargadas.
Lo ven morir lentamente, con pena. Dentro de dos o tres años
la perspectiva de nuestro paisaje habrá cambiado mucho. Frente a
Ulía ya no habrá un cerro que la ha venido mirando de tú a tú
durante miles de años. Como un viejo cansado, el Cerro de la
Alcoba inclina su cabeza, inerme, resignado ante el destino. Y
con su muerte se lleva a la tumba del tiempo el secreto de su
mismo nombre. ¿Por qué se llamó así? ¿Tal vez alguna de sus
cuevas sirvió de escondite a los moros en la Reconquista? Nunca
se sabrá. O tal vez alguien con mejor fortuna que yo lo descubra
en algún archivo. ¡Ojalá! ¡Ojalá alguien antes de que muera del
todo sepa darme la razón de ese nombre! El nombre de un cerro
cargado de historia, de leyenda y de nostalgia, cuya lenta e
irremediable agonía bien vale un sentido réquiem.
antepasados. Ahora, al cabo de dos mil cuatrocientos años, de vez
en cuando esos huesos y esas vasijas ibéricas afloran a la
superficie, cuando los tractores y las palas mecánicas, rompen la
entraña de la tierra y poco a poco van destrozando el Cerro.
Salen todas rotas, partidas en mil pedazos, pero aún así son
Enviado por: chaparral-TV | Ultima modificacion:18-03-2011 18:49
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