La cerámica de Ulía. D. pablo Moyano

Comencemos afirmando, para el lector profano en el
campo de la arqueología, que el estudio de la cerámica
tiene un papel principalísimo para el estudio de la
historia. Un trozo
cualquiera de vasija puede no tener ningún valor como
objeto comerciable, pero desde el punto de vista
científico puede resultar sumamente valioso. De ahí que
con todo empeño, desde hace años, he venido haciendo una
tenaz campaña, incluso entre los niños de las escuelas,
para que fijaran su atención en estos trozos de vasijas
levantadas por las rejas de los arados y de los tractores.
Típicamente española es la llamada cultura de los
vasos campaniformes. Esta cultura no nos viene de Egipto,
como algunos historiadores habían manifestado. Se difundió
desde España a Europa. Aquí en Andalucía sobresalen los
yacimientos de El Algar y los Millares, sin olvidar a Écija,
Carmona, Marchena y Coronil, estos últimos en la provincia de
Sevilla. Córdoba no está ajena a estos descubrimientos de esa
cultura, llamada algárica. Los vasos muy primitivos
aparecen en la Cueva de Zuheros. Un poco más tardíamente
asoman yacimientos en Fuente Palmera y en el Campo de la
Verdad, Cuenca del Genil, Fuente Tójar y Torrecampo, por solo
citar algunos nombres.
La vieja ciudad de Ulía no queda tampoco al margen de
esta cultura de la cerámica campaniforme. Ni siquiera queda
al margen de hallazgos fortuitos de hachas de piedra. Al
mismo borde del pueblo, a la salida de la calle Barrera,
apareció hace tan sólo una semana un pequeño ejemplar de
hacha neolítica. Precisamente a este período se remontan
los trozos de cerámica más antiguos hallados en
Montemayor. Un gran trozo de vasija, decorado con unas
líneas incisas, en preciosa y perfecta simetría, apareció el
verano pasado tan solo a unos cien metros del casco
urbano actual. Su antigüedad se remonta, por lo menos a dos
mil años antes de Cristo. El profesor don José María
Luzón, ante un pequeño trozo de cerámica del Museo de Ulía,
dijo que era el más antiguo de cuántos había visto en la
provincia de Córdoba, opinión compartida también por la
señorita Vicent, directora del Museo provincial de
Arqueología.
Mayor importancia aun que estos pequeños trozos tiene
la urna cineraria encontrada hace dos años en el Cerro de la
Ahorca, por haber podido ser reconstruida casi íntegramente.
Se trata de un vaso campaniforme que encerraba los huesos
incinerados de un niño. Y lo realmente significativo del
caso es que no era una vasija aislada sino una de tantas
pertenecientes a una verdadera necrópolis, de unos
ochocientos años antes de Cristo.
Estos son los restos más antiguos. Junto a ellos
infinidad de trozos de cerámica ibérica que afloran a
nuestra superficie. Cerámica en bancas, de barro blanco
cocido al horno y pintada con círculos concéntricos. Puede
remontarse a unos trescientos años antes de Cristo o
algo más todavía. Suelen aparecer en una extensión amplia
de varios kilómetros rodeando todo el casco urbano, pero
lo normal suele ser que aparezcan, incluso dentro de los
mismos corrales de Montemayor. En los lugares donde el agua
abunda y que sirvieron de emplazamiento a las grandes
"villas" romanas es también usual la cerámica denominada
"sigilata". ¿A dónde vamos a parar con toda esta
disquisición? A dos concretas conclusiones de extraordinaria
importancia. Todos estos restos no hacen sino confirmar de
día en día que Montemayor tiene una antigüedad como
población organizada, que se remonta, por lo menos, a dos
mil años antes de Cristo, es decir: forma parte de las
primeras ciudades de la Bética, junto con Monturque, Baena,
Espejo y Aguilar. Otra: la extraordinaria proliferación de
esos restos de cerámica por tantos lugares habla bien
claro de su primitivo esplendor. No se trata de restos
comúnmente usuales, son obras de arte.
n Y aquí cortamos hoy el hilo de esta disquisición
arqueológica. Paso a paso la historia desentraña sus
secretos. Paso a paso, también la verdad se abre camino.
Porque las piedras hablan.