Los toros ibéricos de Córdoba. D. Pablo Moyano

Uno de los hallazgos arqueológicos más espléndidos no
ya de nuestra provincia sino de toda la Bética -e incluso
de otras regiones españolas- es la de toros ibéricos. El
último, en este mismo mes, surgió en La Victoria y de
ello tenemos noticias a través de CORDOBA por la pluma
incansable de mi buen amigo Crespín
Cuesta que compagina sus largas horas de trabajo
profesional con el estudio reposado de incontables
temas
históricos dando con ello una muestra palpable de
eficacia investigadora. Mucho deben Fernán-Núñez y La
Victoria a este hombre obsesionado, de siempre, por los más
altos valores de la cultura.
Hoy ha sido La Victoria. Ayer fue Santaella. Otro día
fue Baena, Porcuna, Puente Genil o Castro del Río, Ecija
y Nueva Carteya, pro sólo citar alguno de nuestros
pueblos. ¿Qué significado tiene esta proliferación de toros
ibéricos? Antes de pasar adelante digamos que no son los
toros los únicos animales que afloran a la superficie en
estos hallazgos arqueológicos. Junto a los toros, aparecen
leones e incluso, en la época más primitiva de la cultura
celtibérica, osos. Sólo en el Cerro del Minguillar (Baena),
encontraron nada menos que tres leonas y otro tanto ocurrió
en Nueva Carteya. Todas estas esculturas suelen estar
hechas en una piedra blanca, sumamente blanca que se llama
"sipia". También existen esculturas en barro y en
bronce. Generalmente tanto los toros como los leones suelen
presentarse echados
sobre sus patas y en una actitud vigilante
ordinariamente, los leones. Aquí en Montemayor, y a los pies
del castillo ducal de Frías apareció un pequeño carnero lo
cual da pie para la afirmación de que la Ulía romana fue en
sus orígenes un "castrum ibéricum", como ya hemos dicho
alguna vez en CORDOBA.
¿Qué sentido tienen estas esculturas? Mucho se ha
escrito y
discutido sobre el significado de esos animales esculpidos
en piedra desde la cultura céltica. Los mismos escritores de
nuestro Siglo de Oro tocan el tema. El Lazarillo de
Tormes tiene un episodio con el toro de Salamanca. Las más
viejas teorías sobre esculturas ibéricas las reducen a
trofeos y monumentos conmemorativos. Otros los
confundieron con hitos terminales entre pueblos vecinos.
Otra opinión muy generalizada afirma que se trataba de
símbolos protectores de los ganados, riqueza máxima de
aquellos pueblos.
Lo que si puede afirmarse con toda certeza es que tanto
los toros como los leones tienen una marcada intención
religiosa. Según Schulten está plenamente comprobado el
culto al toro entre los pueblos iberos. No se sabe si
este culto nos llegó de procedencia cretense a
España, o por el contrario fue transportado desde la
Península al mar Egeo.
También en la numismática es muy usual la figura de
toros y caballos. Los iberos llevaban colgados de sus
cuellos pequeños amuletos, con figuras de toro, sobre todo
la cabeza.
Este profundo sentido religioso hacía poner las
esculturas junto a las tumbas privadas y los cementerios,
hasta el punto que se puede afirmar a ciencia cierta que
allí donde se descubre un toro o una leona, ahondando en
la tierra aparecen enseguida restos incinerados,
cerámicas, objetos personales y vasijas que ellos enterraban
siempre unidos al difunto. La incineración no es estilo de
nuestros días. Junto a los "castrums" en valles
cercanos, los iberos practicaban la incineración. Quemaban
los cadáveres e introducían los huesos calcinados en
pequeñas urnas con armas, alientos, fusayolas, etc. Los
animales puestos a la entrada era un signo de la protección
divina sobre los muertos y de la inviolabilidad de los
camposantos. Junto a este sentido religioso, toros y
leones simbolizaron a los ojos de los iberos
el poder y la fuerza.
Los hallazgos arqueológicos vienen no sólo a
incrementar nuestro patrimonio artístico con valiosísimas
piezas. Comprueban también una vida espiritual intensa
reflejada en multitud de santuarios, de altares
caseros, de ritos fúnebres.La
proliferación de estatuas demuestra su creencia en
dioses concretos y en la vida de ultratumba. Y Córdoba puede
presumir de ser una de las provincias españolas más
ricas en ese arte ibérico, que se prolonga hasta la misma
romanización de nuestros campos.
En cuanto a la edad que pueden tener estas
preciosas esculturas, puede asegurarse, sin temor a
equivocarnos, que se remontan a unos trescientos años antes
de Cristo, o algo más, por su parte más lejana, mientras que
en la cercanía a nuestra era, se adentran unos ciento
cincuenta años, poco más o menos. Y digamos para terminar
que hoy asistimos a un renacimiento de los estudios sobre
esa era de nuestra historia. Una era que estaba muy
descuidada entre los estudiosos, porque todo nuestro esfuerzo
se había centrado en la España romana.