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Hinojosa del Duque - Cordoba

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España > Cordoba > Hinojosa del Duque
11-11-11 20:33 #9090982
Por:FEHinojosa

Lecturas para el de semana 1- de pelicula
DE PELÍCULA
Acracio el Vil

Los días de las elecciones zoológicas los hemos pasado bastante bien en la taberna porque estaba apagada la televisión. Es que unos tíos de la Sociedad General de Autores vinieron a cobrarle al tabernero no se cuantos euros por cuenta del aparato y les replicó que él es un catalán honrado y que no pensaba pagar un duro. Que únicamente la encendía cuando salían políticos, políticas, películas verdes y todas esas guarrerías culturales de costumbre hoy día. Y ahí fue donde pillaron al hombre, porque los recaudadores no eran del Gobierno sino de los artistas modernos, y resulta que las películas verdes las hacen ellos y quieren cobrar un impuesto especial que, por lo visto, hay que pagarles porque lo manda el Gobierno. Me han dicho que le llaman “el canon”.
Lo raro es que, si se tercia, también lo cobran cuando un chaval copia una película del oeste grabándola en un aparato que ha comprado con recargo especial para esos tíos, para los artistas que hacen las películas porno de por aquí, que las otras que hacen no las ve nadie y nadie las piratea. Además, es de suponer que si los chavales copian alguna película americana de Garicuper, de Charlon Geston o del que sea en un diskete de esos, también cobrarán su parte los americanos, que tienen derecho a su porción de impuesto como cada artista hijo de vecino.
De todas maneras, yo creo que eso de meterle a uno un impuesto “por si acaso” no está mal del todo, y me parece muy logrado y muy puesto en doctrina social democráta. Creo que ya que estamos en plan liberal-socialismo, también debe ampliarse estableciendo otro impuesto para cualquier tío que tenga cargo político por si acaso después salía corruto, que es frecuente; y, ya metidos en harina, también se puede poner un impuesto especial a los ciudadanos apuntados en el censo de votantes a recuperar después de muerto, por si acaso un buen día trafican con droga o, en un dos por tres, se les ocurre asaltar un Banco para hacerse ricos y poder pagar el impuesto sobre la renta sin angustias y sin caer en manos de usureros. A mí no me va porque no tengo renta visible pero, como bien saben ustedes, el impuesto de la renta es un tormento muy propio de estos gobiernos de la culturería liberal que tanto nos distraen hablando pestes de la Inquisición que, cuando la nombran, nunca aclaran si se refieren a la ideología del Rey Chindasvinto o a la del Señor Carrillo pero es que por culpa de las drogas que me pincho y del lenguaje sicalístico que se gastan los periódicos, uno tiene las meninges tan espiraleadas que no hay manera de poner cronológicamente a cada inquisidor donde se debe.
Por si quieren ustedes saberlo, la verdad es que para nada en la taberna hemos echado de menos la Tele y todas esas guarrerías que dije antes. Para nada. Nos las hemos arreglado a base de un cofrade bebedor que casi todos llamamos el Zumbao porque no está bien del meollo aunque algunos, para meterse con él, le llaman el Tumbao porque siempre se sienta en el taburete y se recuesta de espaldas sobre los barriles con los brazos abiertos, medio echado, que parece que está diciendo de este barril no bebe nadie como si fuera la señora ministra del tabaco, la que no quiere que fumen los pobres obreros porque el gobierno liberal los necesita vivos para trabajar, aunque para eso que no cuente conmigo. Y con el Zumbao tampoco, que me consta porque siempre tiene pasta y bebe de lo mejor como si fuera un diputado a dietas.
Ustedes deben comprender que los cofrades de mi taberna son personas que hablan poco y sus razones tendrán porque en la vida de cada uno hay mucho que callar, y no lo digo por un servidor aunque debiera para no dar malos ejemplos, pero ya saben ustedes que en este mundo democrático la gente anda muy espabilada y, en cuanto te descuidas, te copian el modus vivendi para holgazanear y vivir del cuento, que qué remedio les queda a los dos millones y pico de parados si quieren ir tirando con algún desayuno que otro, que por ahí anda la cosa de escatimada, que me ha dicho un amiguete que ya no es un parado porque le han sacado de las listas cuando firmó un papel para trabajar dos horas por la mañana, cada lunes y durante un mes, en faenas de limpieza. Yo le he dicho que la culpa es suya y que le está bien empleado por ser tan activo; que se fijara en mí y en otros gandules de la taberna, que se ríen mas que el Sr. Presidente cuando se asoma en la tele.
Lo digo porque no hace mucho me llamaron para que fuera a trabajar en una fábrica de chorizos y, cuando llegué, me dijeron que me hiciera cargo de una máquina la mar de moderna, tanto que para sí la quisiera el ministerio del fomento. El trabajo que daba era de poco pensar, desde luego, como si fuera para un alumno de la Logse. Con una mano en una palanca y mirando un reloj, tenía que abrir y cerrar cada cinco segundos la válvula del suministro de la pitanza choricera que llegaba a través de un tubo; con la otra mano en otra palanca, al segundo siguiente tenía que cerrar la espita de los chorizos enfundados para que quedaran natural, ya saben ustedes. Casi al momento sonaba un pito y, entonces, sin dejar de hacer lo otro, tenía que pisar un pedal con el pie derecho para que los chorizos marcharan de tres en tres a una cosa que daba vueltas sin parar y se los llevaba no sé adonde. Me acordé de una historia y, como sólo me quedaba un pié para no caerme, le dije al tipo que me enseñaba aquel meneo que por qué no me ponía una escoba en el culo y de paso le barría la habitación; que para chorizos ya hemos visto bastantes en la democracia. Y me fui. Resulta además que no sólo trabajaría los días laborables y que me descontarían los chorizos que salieran mal. Pues que se metan la máquina donde les quepa
El Zumbao, que está siempre con la oreja puesta, escuchó lo que hablábamos y nos preguntó riéndose por qué no íbamos a reclamar al sindicato, que él se había hecho rico reclamando. Fue entonces cuando por fin me enteré de su vida y milagros, que creíamos que era comunista, pero ni casi. De derechas tampoco es el tío, en absoluto, y miren ustedes por donde averiguamos una cosa que parece tan rara y cómo y por qué se hizo rico el Zumbao. No se lo van ustedes a creer.
Resulta que allá, por los tiempos de Don Francisco, estuvo trabajando varios años en una empresa importante con un sueldo muy decentito aunque tampoco como para hacerse un potentado. Decentito y punto. Unos meses antes de la primera “guillotina” que el recién nombrado presidente Sr. Suarez aplicó al Estatuto de los Trabajadores, la empresa decidió cargarse al Zumbao con el encubierto propósito de colocar en su puesto una amiguita del empresario y, tal cual es costumbre ahora, le echaron a la calle al estilo liberal sin más causa que una carta llena de mentiras.
Pero el Zumbao era un tío de suerte. Resulta que en aquel entonces existía “aun incólume” el odioso Sindicato Vertical, tan denigrado hoy, y los empresarios carecían de la libertad que han conseguido al llegar la Democracia Liberal. Entonces no la tenían. Todavía estaba íntegro el Estatuto de los Trabajadores de Don Francisco, aun a salvo de los sucesivos mordiscos que le han dado y le dan los sindicatos de clase y los gobiernos liberales que, desde entonces, han ido rebajando golpe a golpe los estupendos derechos que tenían los trabajadores.
Ya casi nada queda por roer de aquel pobre Estatuto, que ni siquiera es el esqueleto de lo que fue.... Ahora es una raspa de sardina maloliente –decía riéndose el Zumbao-; es el cachondeo de los empresarios y del Gobierno que hasta se lo ha regateado a sus mismos funcionarios, que ya tienen que resolver los atropellos y sus problemas laborales en los tribunales contenciosos.
Decía el Zumbao muerto de risa que los que ahora llaman “Juzgados de lo Social” entonces se llamaban “Magistraturas de Trabajo” porque hasta en el nombre les han rebajado de categoría. Y no es eso lo más triste. Desafiaba mi amigo a cualquier mentecato que alabase lo de ahora ignorando lo de entonces y nos contaba su caso, uno de tantos: “Por meses” –decía- se salvó él porque por meses no entró su “despido” en la “reforma rebajadora” del Sr. Suarez, que fue la primera del también primer gobierno liberal que castigó a los obreros. Después vinieron muchas otras “rebajas” en procesión, una detrás de otra hasta la mierda de Estatuto limosnero que hay ahora, si es que los trabajadores pueden arañar algo sufriendo esos contratos temporales o los que irónicamente el Gobierno llama “definitivos”, que hacen reír a cualquiera menos al pobre “definitivo” que trabaja doce o trece horas diarias temblando dejar de serlo a cambio de cuatro perras mal contadas porque no tiene antigüedad.
Ese fue el desafío que a carcajadas lanzaba el Zumbao al auditorio de la taberna y -como estaba algo bebido- nos dijo a todos que, entonces, cuando el Estatuto de los Trabajadores era eso: Un Estatuto como Dios manda y cuando el Sindicato Vertical era un sindicato como debe ser, si el despido era improcedente era el obrero el que elegía entre cobrar la indemnización o recuperar el puesto de trabajo. Si decidía quedarse en el puesto y el empresario se negaba a admitirlo, el Magistrado de Trabajo multiplicaba la indemnización a su criterio, sin límite ni regla. Que eso le pasó a él y, gracias al Estatuto de Don Francisco, se embolsó nueve millones y pico de pesetas (de 1977) limpias de polvo y paja, sin contar mas de año y medio de salario “bruto” que pasó de bobilis-bobilis sin trabajar porque la empresa se negó a cumplir la sentencia y devolverle a su puesto de trabajo.
Además –dijo el Zumbao- no acabó ahí la “tiranía” del sindicalismo falangista. La Inspección de Trabajo, que entonces era “otra cosa”, metió las narices en el asunto y comprobó que mi puesto lo habían cubierto con una empleada sin cualificar. Le metieron al tío una multa que te cagas y le obligaron a contratar uno que lo fuese, porque todavía estaba vigente una ley de Franco muy antigua que obligaba a mantener fijas la plantillas de las empresas.
Pero todo eso -dijo el Zumbao- se lo ha llevado el viento de la libertad,
Del empresario, claro.
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