Fuente Obejuna - Cordoba

Zapatero se ha ido como un cobarde. Las encuestas le auguran un descalabro, su popularidad está bajo mínimos y además le achuchan en su partido y en su casa. Ha tirado la toalla y no lo ha hecho, desde luego, por España. Si hubiera tenido el más mínimo sentido de Estado y algo de dignidad se habría ido antes. En su lugar prefirió mentir a los españoles, llevarnos casi a la quiebra y cambiar el programa electoral con el que ganó las últimas elecciones. Ahora, con esta huida, vuelve a demostrar lo mismo, pero encima pone a su partido en un momento complicado. Dice que va a hacer las reformas que el país necesita. Ja, ja y ja. O sea, que va a haber un candidato y un presidente. Un candidato al que le va a hacer una campaña negativa y encima se lo va a poner fácil a Rajoy. No hay quien se lo crea. Creer a Zapatero en estos momentos es más de un acto de fe. Si ha sido incapaz de reconocer la crisis, de mentir con la negociación con ETA y de llevar al país al peor momento de la democracia, cómo vamos a creer que ahora desde la trastienda va a poner al país de nuevo en el lugar que merece y a deshacer todos los entuertos. El país no aguanta y lo que nos merecemos, hasta los votantes del PSOE, es ir a unas elecciones generales en cuanto se pueda para que el pueblo decida qué es lo que quiere. Ni el país ni la economía se merecen meses de parálisis, meses de peleas de gallos y la casa sin barrer.

ZP ha decidido irse por la puerta de atrás y lo ha hecho de nuevo mintiendo. Se han mantenido los derechos sociales, dice. Que le pregunte a los 4,7 millones de parados dónde están sus derechos sociales. Y en cuanto a que no da ninguna batalla por perdida, hay que tener desparpajo, porque eso es precisamente lo que ha hecho. Por cierto, su atrevimiento al comparar el PSOE con el cerebro femenino que puede hacer tres cosas a la vez –reformas, elecciones y primarias– se lo podía haber ahorrado. Los socialistas, otra vez, han dejado el país como un solar y cuanto antes se vayan, mejor para todos.