Espiel - Cordoba

QUE la mina tiene los días contados ha dejado de ser noticia, entre otras cosas porque el cese de la actividad extractora en el Valle del Guadiato se viene anunciando desde hace años, desde que los mineros tuvieron que salir a la carretera y emprender la ya histórica Marcha Negra para reivindicar un futuro para una tierra de cuyas entrañas se aprovecharon muchos durante décadas y trajo la prosperidad gran parte del Norte de Córdoba. De aquel anuncio surgió el llamado Plan Miner para la reconversión de las comarcas mineras, que además de controlar e ir reduciendo la producción de carbón contemplaba prejubilaciones, ayudas a las empresas y la modernización de infraestructuras. Pasó casi fugaz este primer plan y se empezó a gestar el segundo, si bien el Gobierno empezó mostrarse entonces más cicatero en el reparto de fondos, con un cordobés de nacimiento -José Montilla- al frente de un Ministerio de Industria que logró, entre otras cosas, ponerle fecha de punto y final al Miner: 2012.

Ése es el año previsto, si nadie lo remedia, del adiós a las ayudas a comarcas que, como es el caso del Valle del Guadiato, han vivido de la minería durante más de un siglo. Quedan casi dos años para el punto y final de unas ayudas que el tiempo dirá si han servido para recomponer la economía de una zona que todo el mundo reconoce como deprimida y necesitada de alternativas. Hace sólo unos días, el Ministerio de Industria repartió 30,6 millones de euros a 49 proyectos empresariales de la zona Norte de la provincia, concretamente en las comarcas del Valle del Guadiato y Los Pedroches, unos millones con los que se crearán 355 empleos, un 35% de ellos para mujeres y el 8% para discapacitados. La propia Administración central reconoce que las subvenciones generarán una inversión en la zona Norte de 74,6 millones de euros y que estas comarcas cordobesas, "con la reconversión de la minería, requieren un mayor esfuerzo para garantizar su desarrollo económico".

Aunque con la boca pequeña, muchos de los asistentes el otro día al reparto de las ayudas en Peñarroya-Pueblonuevo reconocen el acierto de premiar con estas subvenciones a medianas y pequeñas empresas con verdadera vocación de asentarse en el territorio, eludiendo aquellos macroproyectos de infausto recuerdo en los que había más interés por recibir primas que por crear empleo.

Que los incentivos Miner a empresas y ayuntamientos son necesarios, parece claro; tan cristalino como que no han conseguido uno de los objetivos que justificaron su creación: el asentamiento de la población en los territorios productores de carbón. Los números no mienten en este apartado y debería ser motivo de reflexión que en los 11 municipios que conforman el Valle del Guadiato viven en la actualidad casi 32.000 personas, unas 3.800 menos que hace 15 años. La despoblación amenaza esta comarca y, como decía un ex delegado de la Junta en Córdoba, "es muy difícil reflotar un territorio si la propia gente no quiere vivir allí y no se cree que tiene un futuro". En 2012, el Norte de Córdoba no tendrá ya minas en activo, ni mineros, ni tampoco un Plan Miner, a no ser que la propia sociedad guadiateña y sus representantes institucionales comiencen a trabajar desde ya en nuevas fórmulas, bajo la denominación que prefieran o sea políticamente correcta, para que el resurgir de la comarca no se frene en seco, un riesgo que habría que evitar a toda costa.

Tal día como ayer -13 de marzo- se cumplieron 233 años de uno de los acontecimientos más determinantes de la historia del Guadiato, como fue la llegada a la entonces aldea de Peñarroya de José Simón de Lillo, un tratante de ganado de Almadén que descubrió que el carbón se extendía por gran parte del subsuelo de esta comarca cordobesa. Seguro que el propio Simón de Lillo no imaginó que aquel hallazgo revolucionaría un territorio al que fueron llegando algunas décadas después ingenieros y trabajadores de distintos países de Europa, que trajeron modernidad y vanguardia. Tampoco ellos podrían pensar en el declive que llegaría a la zona a finales del siglo XX. Ahora corren otros tiempos, en los que la comarca necesita de nuevos visionarios y de gestores que no pueden permitirse el lujo de dormirse en los laureles, porque el Valle del Guadiato no puede, ni debe, dejar pasar una nueva oportunidad.