Antes de reconocer (o juzgar) a alguien hay que conocerlo... Pilar Bernad Antes, cuando éramos paletos, venía una autoridad a darnos un premio y nos poníamos corbata. Fuera la autoridad que fuera. Hasta se podía dar la casualidad de que te diera el premio un fascista que había enterrado a tu madre unos años antes en una cuneta, y aun así te ponías la corbata. Ayer, varios universitarios recogieron sus premios fin de carrera. Se tenían que subir a un estrado, donde estaba un señor ligeramente anónimo que daba el diploma, el ministro José Ignacio Wert y la secretaria de Estado de Educación, que se viene llamando Monserrat Gomendio y me dicen que tiene sueldo y todo. Algunos estudiantes subieron al estrado, cogieron su diploma del señor ligeramente anónimo y pasaron delante de Wert y de Gomendio sin saludar. Con la arrogancia byroniana de quien ya lo ha perdido todo. Hasta el premio que le han dado. Y, para colmo, tampoco llevaban corbata. Se conoce que cuando lo has perdido todo también pierdes la corbata. Llevaban, algunos, camisetas verdes. Wert, titular del ministerio de la Ignorancia y la Paletería, se quedó un tanto estupefacto. A ver, ministro, no se aflija. Si leyera usted un poco, se daría cuenta de que antes de reconocer a nadie hay que conocerlo. Y es muy difícil conocer a alguien ignorándolo. Wert quiso conocer a los jóvenes estudiantes mientras, simultáneamente, los ignora. Y eso de conocer ignorando viene siendo habilidad bastante difícil incluso para un ministro |